Browse By

Vino nuevo

(Savia de amor en el evangelio de S. Juan)
En los momentos cruciales de su vida en la tierra, entre nosotros, Cristo contempló la pobreza del cuerpo y del alma, la necesidad de misericordia, la misma falta de amor y el alma ocupada por el mundo, por su siglo. Cristo mira, en presente, porque siempre, desde que su “presencia” ensombreció la sombra y dio luz a la vida, su Ser está entre nosotros. Y, por esto, no es pasado, ni puede olvidarse su huella.
El Evangelio de S. Juan recoge algunos de estos momentos en los que el Mesías, llevado de su amor y de la comprensión que tenía de la vida de sus semejantes y hermanos, contempla determinadas situaciones en las que su mano y su corazón, llevan a cabo hechos extraordinarios en lo físico y extraordinarios, siempre, en lo espiritual. Es aquí donde converge su vida de hombre y su realidad de Hijo de Dios y, por eso, es aquí donde es más palpable su determinación de transmitir un mensaje, el sentido central de su existencia.
1. Vino nuevo (Jn 2,3-10)
Podemos imaginarnos la situación en la que se encontró Jesús. Fue invitado a una boda pero creía que aún no había llegado el momento de manifestar su divinidad al mundo. Sin embargo, a lo mejor no contó (o sí) con la perseverancia de su madre que, al fin ya al cabo, era madre del Hijo de Dios. Era, por tanto, la perseverancia de quien confía en el Creador e insiste a sabiendas de que será escuchada.
Así lo cuenta Juan en su Evangelio:
3 Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a Jesús su madre: «No tienen vino.»

4 Jesús le responde: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora.»

5 Dice su madre a los sirvientes: = «Haced lo que él os diga.» =

6 Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de dos o tres medidas cada una. 7 Les dice Jesús: «Llenad las tinajas de agua.» Y las llenaron hasta arriba.

8 «Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala.» Ellos lo llevaron.

9 Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde era (los sirvientes, los que habían sacado el agua, sí que lo sabían), llama el maestresala al novio

10 y le dice: «Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora.»
Jesús, quizá, pensó lo siguiente:
“Es ahora cuando manifiesto mi duda. Pero no es duda sobre la misión que me encomendó mi Padre, Abbá amado. Duda sobre si el hombre estará preparado para recibir el mensaje que vengo a traerle, para comprender enteramente, en su rudeza humana, el sentido exacto de su necesidad de salvación, de reconocer en su naturaleza caída, la virtud digna que les voy a entregar.
Pero…misericordia, siempre misericordia en mí…porque con ella gozo del ilimitado afán de bien, porque con ella puedo superar el abismo que existe entre lo necesario y lo perfecto, porque con ella rubrico, para memoria del Padre, su fidelidad nunca incumplida.
Parece haber llegado la hora de mi presentación a este mundo que amanece, cada día, siglo tras siglo, en la redundancia que la quietud de la ley le proporciona, a esa tranquilidad de espíritu fundamentada en un anquilosado devenir. Fórmulas vacías de tierno corazón, hojas verdes del alma que cayeron del árbol de la vida para amontonarse, muertas, a los pies de aquellos que olvidaron el sentido de la Palabra, la esencia exacta y profunda que esta muestra tan sólo con gustarla, con comprender su ser.
Pienso si es posible hacerles ver que este agua, líquido que purifica la exterioridad del pueblo, instrumento que es utilizado para calmar el ansia de luz, ha de pasar ante sus ojos como antiguo hacer, como vestigio que han de abandonar porque han de limpiar su corazón de esas impurezas; su corazón y no sólo sus manos o su cara. ¡Gran trabajo les espera a estos mis semejantes!
Mi madre insiste. “Haced lo que él os diga”, ha dicho. Lo que él os diga. No puedo, ni quiero, no atender la confianza de quien me dio el ser, quien confió en Gabriel, quien quiso decir sí cuando pudo haber retrocedido por miedo o desazón, por incomprensión o falta de esperanza.
Por eso, debo sucumbir a su amor, a su amor y a su ternura, a su ternura y su total entrega a mí. Ahora ya no hay duda posible, ahora se disipó esta tiniebla que no me permitía ser quien soy.
“Llenad las tinajas de agua”, porque este vino que viene no es vino que haga olvidar la vida como remedio a esa vaciedad que no llenáis, sino que endulzará vuestro camino, que mostrará, como signo, un nuevo corazón, ahora tierno, un nuevo venir a vosotros.
Esto ya está escrito en la voluntad de Quien me envió”.




Translate »