Las guerras del agua
Algunos de los mejores informes y análisis de la Inteligencia estadounidense sirven para predecir y alertarnos sobre situaciones con riesgos potenciales y crisis en el futuro. Como parte interesada en la recopilación de datos, elaboración y análisis de estos informes, encuentro que algunos son de particular interés y sobre los que necesitamos tomar decisiones urgentes.
Uno de ellos es un informe conjunto de varias agencias de Inteligencia, basado en un Cálculo Nacional de Inteligencia, de carácter secreto, sobre seguridad del agua, que es uno de los temas candentes y que podría implicar numerosas situaciones de crisis. La información analizada ofrece unas conclusiones alarmantes. La sequía, las inundaciones y la escasez de agua fresca podrían causar inestabilidad mundial y conflictos muy significativos en los próximos años y décadas, a medida que las naciones que están en pleno desarrollo se radicalicen para satisfacer la demanda de sus poblaciones en crecimiento mientras enfrentan los problemas derivados de la contaminación y los cambios climáticos naturales o provocados por efectos humanos.
Si bien es cierto que esta evaluación ha reflejado un cierto consenso de las agencias federales de inteligencia que han participado, en el sentido de que el riesgo de que los conflictos por el agua causen guerras abiertas en los próximos diez años es mínimo, no es menos cierto que esa posibilidad es cierta y real, y hay consenso en que sí provocarán tensiones entre los países y amenazarán con perturbar los mercados alimentarios nacionales y mundiales. De la tensión subyacente del conflicto a una guerra abierta, somos muchos analistas los que consideramos que hay un camino no tan largo, por lo que el riesgo se incrementa de forma alarmante si tenemos en cuenta todos los factores en juego, en especial el de una población mundial creciente y un clima cambiante que va a causar muchos problemas naturales en numerosos lugares del mundo.
Aquellos que no le conceden demasiada importancia al tema, más preocupados ahora por cuestiones económicas, necesitan saber que estos escenarios de conflicto se incrementarán gradualmente a lo largo de los próximos años, y será a partir de 2022 cuando se harán más probables los conflictos causados por el uso del agua como arma o detonante de guerra abierta. Esto será particularmente cierto en zonas como el sur de Asia, Oriente Medio y amplias regiones de África. Pero también veremos que esos conflictos por el agua se expanden en países de Europa y América, incluidos los Estados Unidos, sin llegar a guerras abiertas, pero con situaciones de crisis y emergencia nacional que podrían derivar en escasez de agua para grandes poblaciones, abastecimiento, etc. Es un riesgo que existe y que sólo podremos evitar si tomamos ahora medidas para prevenir esas situaciones. Medidas que ya se están proponiendo tanto al gobierno de Estados Unidos como en el Congreso, y que deberían empezar a ser debatidas con seriedad en otras naciones en riesgo.
El informe concluye que las inundaciones, la escasez y la poca calidad del agua, combinadas con la pobreza, la tensión social, un liderazgo mediocre y gobiernos débiles o corruptos, contribuirán a la inestabilidad que podría causar el fracaso de numerosos estados, y distraerán la atención de las naciones de cooperar con Estados Unidos para alcanzar importantes objetivos políticos, lo que podría derivar, potencialmente, en guerras por el agua.
Una de las decisiones que se han tomado desde Estados Unidos para prevenir estos futuros escenarios, es la creación de una nueva Sociedad del Agua, con el objetivo de compartir la experiencia estadounidense en la gestión del agua con el resto del mundo. Es un primer paso, necesitado de otros muchos que estamos proponiendo, para luchar contra estas amenazas, que son reales y plantean muy serias preocupaciones de seguridad, de crecimiento económico y estabilidad social en el ámbito internacional.
En el informe se recuerda que varias naciones en el pasado intentaron resolver los problemas del agua a través de negociaciones, pero las informaciones que manejamos señalan claramente que esto podría cambiar a medida que se agrave la escasez y calidad del agua y los problemas asociados. Algo que sucederá con seguridad en los próximos diez años. Cuando esto pase, los datos analizados apuntan a que el agua en cuencas compartidas se usará cada vez más como factor de influencia, amenaza, premio, coerción, crecimiento, etc; es una realidad que algunos estamos planteando ya y que el uso del agua como arma de guerra o para promover objetivos terroristas también será una realidad más que probable más allá de los próximos diez años, cuando el escenario mundial se vea sometido a nuevos factores de riesgo, entre los que los climáticos y poblacionales serán determinantes si no adoptamos medidas urgentemente.