Trump, el líder incombustible
La carrera electoral estadounidense que nos llevará al 3 de noviembre para elegir presidente, está acelerando y los ataques y contraataques se incrementan mes a mes.
Los grandes medios de comunicación y el Partido Demócrata, de tendencia izquierdista, se han empeñado desde 2016 en derribar al presidente Donald Trump a toda costa. En estos días esa campaña de desprestigio y acoso, de manipulación constante, ha sufrido un giro brutal y los ataques son encarnizados. Si hace meses fue el Rusiagate y el impeachment, ahora sus esfuerzos se centran en rentabilizar electoralmente la crisis del coronavirus.
Muchos se preguntan si esa estrategia de desgaste tiene éxito. La respuesta es clara y avalada por las encuestas de opinión de todo el espectro mediático: ¡No! Una vez más, Trump hace gala de su providencial maestría para salir indemne y a flote. De acuerdo a los datos estadísticos de los principales medios que monitorean la popularidad del presidente, como Rasmussen, Gallup, FiveThirtyEight y RealClearPolitics, el índice de aprobación de Trump tiene la menor variación de cualquier presidente posterior a la Segunda Guerra Mundial. Incluso los medios más proclives a los demócratas, como la CNN, entre otros, arrojan datos que señalan la bajada de Biden en varios puntos y el avance de Trump. Cualquier tema que esté en los titulares de la prensa importa menos a los votantes que la opinión del presidente y su capacidad de liderazgo. La propia figura de Trump suscita opiniones encontradas y férreas, sean a favor o en contra. Y las que son a favor, ganaron en 2016 y vuelven a ganar en 2020.
Veamos algunos ejemplos para ver esta realidad. Cuando empezó la crisis del coronavirus, el índice de aprobación de Trump era del 44% en el promedio de RealClearPolitics. El 14 de mayo pasado, era del 46%. No sólo no bajó, sino que aumentó su popularidad por la buena gestión. Es decir, con una catástrofe sanitaria, social y económica de proporciones históricas encima del país, y la aprobación de Trump ha aumentado. Lo mismo vemos en los sondeos de Rasmussen. Cuando hace algo más de dos meses su aprobación era del 49% o el 50%, ahora salta al 52%. Si en Gallup le daba antes el 46%, ahora ha subido al 49%. Por no hablar de otros sondeos, en los que su aprobación se dispara ya al 55% o incluso al 60%.
La tendencia al alza es indiscutible. Tal vez no sea suficiente para ganar con seguridad en noviembre, dado que la situación política es volátil, pero desde luego parte de una posición muy sólida, ha sabido mantener el apoyo ciudadano y contener la pérdida de popularidad. Hoy por hoy, los estadounidenses sienten más fuertemente sobre Trump, a favor o en contra, que sobre cualquier otro candidato desde que comenzaron las encuestas. Se le ama o se le odia. Sus votantes, que fueron casi 64 millones de ciudadanos en 2016, mantienen una alta calificación de la gestión presidencial hasta ahora, y nunca baja de un determinado índice. Por ejemplo, entre los republicanos ha conservado una aprobación entre el 92% y el 95% de forma estable.
Sus detractores más ariscos suelen poner un límite a sus calificaciones por la parte alta y no suben más. Pero, en cambio, son miles los que abandonan las posiciones del Partido Demócrata para apoyar a Trump. Es un movimiento hacia el Partido Republicano que beneficia también a otros candidatos conservadores al Congreso. Es interesante ver las opiniones de los votantes para comprender este apoyo estable al presidente y los ataques desesperados del Partido Demócrata y los medios.
Por un lado, durante estos años, los votantes de Trump han manifestado a menudo que están dispuestos a pasar por alto el estilo y los posibles fallos del presidente porque creen que hay mucho en juego en su victoria y éxito. En cambio, los demócratas y medios están dispuestos a aprovechar cualquier mentira, Fake News o trampas urdidas en la sombra, como el Obamagate, para hacer descarrilar esta presidencia y la reelección. Están tan desesperados por conseguirlo, que se han expuesto de forma vergonzosa en su miseria política, moral y personal con el espionaje a la campaña de Trump en 2016 y un impeachment infundado y basado en mentiras prefabricadas. Tan desesperados que tragan con un candidato tan malo como Joe Biden, o con cualquiera que lo desafíe. Tan desesperados, que mienten y engañan en torno al coronavirus, pese a la buena gestión presidencial que todos vemos.
El gran problema para los demócratas es que nada les funciona porque Trump tiene esa rara facultad de que ningún tema erosione su popularidad y apoyos de forma grave. Lo estamos viendo de nuevo con la crisis del coronavirus. Ni un rasguño, el presidente sale victorioso y con sus aspiraciones de reelección intactas.
En estos días, se vuelve a hablar de Trump como el presidente Teflón, al que nada se pega y todo le resbala. Este concepto se aplicó por primera vez al gran presidente republicano Ronald Reagan, cuya popularidad sigue siendo enorme.
Fue la congresista demócrata por Colorado, Pat Schroeder, quien calificó a Ronald Reagan como el presidente «Teflón» en un ataque de exasperación en agosto de 1983. Lo que frustró a Schroeder fue que nada «se pegó» a Reagan, ni la recesión, ni los acontecimientos en el Líbano, ni su forma de llevar la Administración de forma relajada, etc. La aprobación del trabajo de Reagan se había desplomado a un mínimo del 35% a principios de ese año, pero sus números aumentaron y su favorabilidad personal se mantuvo muy alta. «Él es el maestro de ceremonias en la cena de otra persona», dijo la congresista en su momento.
La coletilla de “Presidente Teflón”, que sobrevive a todo y nada se le pega, ha vuelto a ser utilizada ahora para referirse a Trump y a su campaña electoral de 2020. Y ciertamente es así, tal y como podemos comprobar. El coronavirus pasa por nuestras vidas y la aprobación de Trump se mantiene estable y aumenta de mes a mes. Ni los 85.000 muertos oficiales por COVID-19, ni los gastos de billones de dólares, ni los millones de desempleados temporales por la crisis, están afectando de forma profunda la campaña de Trump. Los votantes aceptan que la recuperación será una realidad en unos meses y confían en la gestión y el liderazgo del presidente Trump para ser reelegido en noviembre como presidente.
Una vez más, Trump sorprende a los “especialistas” políticos y electorales. En realidad, es lógico suponer que los eventos que estamos viviendo sacudirán el mundo y afectarían las elecciones presidenciales. Cualquiera podría esperar un giro dramático en contra del presidente y a favor de Biden. Pero no sucede nada de eso. No sólo no ha habido un gran cambio. No ha habido cambio alguno. Trump sigue siendo la opción más probable, sólida y firme para ganar las elecciones presidenciales. Sólo su gestión general, su personalidad y su liderazgo lo explican.
El voto popular se decanta por Trump, que es inmune a los eventos externos y las noticias negativas, sean cuales sean. Es un fenómeno que se estudiará en Ciencias Políticas muy pronto, en cuanto haya la suficiente perspectiva.
Esta campaña electoral se destaca, pues, de nuevo por uno de los candidatos: Trump, que es distinto a cualquier otro en la historia de este país. No importan otros incidentes: pandemias, crisis… Trump arrolla con su personalidad y se alza como el líder ganador que es, el que nunca arroja la toalla, el que gana aunque sea en el último minuto del partido electoral. Y, además, con mayoría abrumadora.