Huracán Trump
El huracán del verano no ha sido Harvey, o al menos no el único. El huracán Trump se ha desatado en este tiempo estival con una actividad sorprendente que ha mantenido el funcionamiento de la presidencia a todo gas.
Las iniciativas de Trump en materia de infraestructuras, veteranos y educación, se han complementado con una extraordinaria gestión del desastre ocasionado por el huracán Harvey en Houston, Texas. La interacción del Presidente con las autoridades locales y las víctimas ha sido impecable y salda su participación con un brillante éxito. Hasta tal punto que Trump se está ganando el afecto y apoyo de más sectores sociales entre negros e hispanos. Es lo que tiene ser buen Presidente, que ni todas las fake news de los grandes medios ni los comentarios negativos de los trolls en las redes sociales pueden contra la realidad de un hombre comprometido con su país y con su gente que sabe gobernar.
Trump ha sabido ponerse al mando de las operaciones de rescate como un verdadero líder compasivo y fuerte en el que se puede confiar. Ha sabido poner en valor los esfuerzos heroicos de los trabajos de rescate y la generosidad de la gente con sus compatriotas, al ofrecer su tiempo y medios, como representación de lo mejor de América. Sus palabras lo resumen bien: “En tiempos difíciles como éstos, vemos el verdadero carácter del pueblo estadounidense. Su fuerza, su amor y su resolución. Vemos a un amigo ayudando a un amigo, vecino ayudando al vecino y extraño ayudando a un extraño, y juntos vamos a soportar y vamos a superar todo esto (…) Estamos aquí con ustedes hoy. Estamos contigo mañana. Y estaremos con ustedes cada día después para restaurar, recuperar y reconstruir”.
La buena gestión del Presidente Trump se ha materializado no sólo en el reparto de ayuda a los damnificados personalmente, junto a la Primera Dama Melania, a pie de inundación, sino en la declaración de zona de desastre y la rápida solicitud al Congreso de la aprobación de 15.300 millones de dólares.
Las inundaciones provocadas por Harvey en Texas, que son las mayores en la historia de los Estados Unidos, un reto inmenso para una Administración con siete meses de funcionamiento, han dejado más de 30.000 evacuados y alrededor de medio centenar de muertos, además de una gran devastación por toda la costa del estado de Texas y Lousiana que puede ascender a daños materiales por valor de entre 10.000 y 120.000 millones de dólares, con más de 100.000 viviendas afectadas.
Un desastre del que Trump ha salido reforzado por su buena gestión, su liderazgo, su llamamiento a la unidad nacional y la proyección de su imagen cercana a las víctimas. Aspectos relevantes que los medios han tratado de silenciar o manipular, en su línea habitual, pero que la ciudadanía capta perfectamente.
El estilo de Trump al afrontar los efectos del huracán Harvey se han centrado en lo que debe ser un buen gobierno: ofrecer una respuesta eficiente, ayuda puntual, gestión de recuperación a largo plazo y de ánimo cercano a los damnificados sobre el terreno. Una gestión que se salda con otro éxito para el Presidente y que fortalece a la joven Administración republicana.
Pero no ha sido el único éxito para Trump. La gestión de todo lo que rodea al huracán Irma, en Florida, con supervisión federal al minuto y reunión del gabinete en pleno en Camp David durante el pasado fin de semana, ha permitido coordinar los esfuerzos de ayuda y evacuación de una forma eficiente. Más de 7.400 efectivos del Pentágono y las medidas adoptadas por la Guardia Nacional, los equipos de emergencias y FEMA han logrado mitigar en gran medida los efectos del huracán, que podrían costar entre 100.000 y 295.00 millones de dólares (un 1,5 % del PIB), y que han ocasionado la destrucción del 25% de las viviendas de los Cayos y dañado el 60%, además de dejar sin suministro eléctrico a 15 millones de personas en Florida, un millón en Georgia y 20.000 en Carolina del Sur, y el cierre temporal de una veintena de autopistas.
Estos huracanes y las inundaciones posteriores han sido dos de los desastres naturales más importantes en décadas en Estados Unidos. La gestión por parte de Trump ha sido brillante: ha arrancando del Congreso un paquete de ayuda económica en tiempo récord para Texas, y aprobado la declaración de desastre para Florida, Puerto Rico y las Islas Vírgenes estadounidenses, que permite el reembolso de costes por las autoridades federales, y ayudas económicas para los residentes que han sufrido daños por el huracán Irma, así como la coordinación y supervisión de los esfuerzos de asistencia y rescate de forma eficaz y rápida.
Como es habitual, no hacen ni harán referencia a ello en los grandes medios, empeñados en su guerra abierta contra Trump por pura obcecación ideológica y sectaria, pero los resultados están a la vista de todos. El Presidente se ha ganado muchos apoyos este verano y arranca la temporada otoñal con renovadas energías. Energías que harán falta para poner a América Primero en la larga lista de prioridades que debemos atender (rebaja de impuestos, reforma sanitaria, inmigración y retos exteriores). Entre estas prioridades, que algunos ya señalamos en informes de inteligencia hace meses, también estaban indicadas de forma especial los desastres naturales. Unos desastres que, lamentablemente, se están produciendo y para los que habrá que adoptar medidas extraordinarias. Por suerte, Trump sí hace caso de los informes y alertas que se le presentan.
Los huracanes Harvey e Irma nos dejan la imagen de un Presidente Trump más presidencial que nunca, con una determinación férrea, seguro, humanitario y con capacidad de liderazgo en momentos de crisis. Ha monitorizado la situación las 24 horas del día y ha llevado el timón de la nación con firmeza.
El nuevo reto en el horizonte es claro, como algunos ya hemos alertado repetidamente: la necesidad imperiosa de aprobar presupuestos extraordinarios para catástrofes naturales y nuevos protocolos de emergencias actualizados. Porque va a ser el nuevo pan de cada día en este siglo XXI.
De momento, algunos datos que nos dejan los huracanes Harvey e Irma nos sirven para planificar mejores estrategias de futuro y conviene saber analizarlos para ponerlos en un contexto real (que a veces los medios de comunicación sobredimensionan o se pierden en información estéril).