Las batallas de Trump
El Presidente Donald Trump afronta varias batallas importantes durante este primer mandato presidencial que ya ha entrado en su segundo año. El Estado Profundo, el establishment, los lobbies y la prensa progresista no dan tregua y atacan sin piedad con todo tipo de mentiras, manipulaciones y temas absurdos. Su pelo o los tacones de Melania, tanto da con tal de atacar. A pesar de esta guerra sucia, Trump, al igual que hizo en las elecciones, está ganando contra todo pronóstico de los incrédulos y los haters que le odian por ser un conservador coherente.
Trump ha logrado desvelar cómo la trama de los Clinton, con Hillary a la cabeza, utilizó el Estado Profundo y lo sigue utilizando para atacar al Presidente. Las conexiones de los Clinton con los rusos y los medios han quedado demostradas. El espionaje que la Administración Obama realizó sobre Trump y su campaña, utilizando ilegalmente varias agencias federales, entre ellas el FBI y la NSA, junto al departamento de Justicia, también ha sido confirmado y demostrado. La manipulación de los medios y la prensa progresista en torno a la cobertura informativa de las elecciones y ahora de esta presidencia, también ha quedado en evidencia con las noticias falsas e inventadas que se han divulgado. La más notoria sobre la inexistente trama rusa para ayudar a ganar a Trump las elecciones. Una teoría que parte de la idea de que los estadounidenses son idiotas y no saben lo que votan (en línea con el pensamiento de los progres que creen que los únicos inteligentísimos son ellos). La realidad es que no hubo tal conspiración rusa, pero esa prensa progre sí es idiota porque los estadounidenses eligieron a Trump para ocupar el Despacho Oval y dar la batalla frente a esa basura periodística. Zasca en todos los morros.
Las batallas de Trump se multiplican con la misma rapidez que la estupidez progresista para hacer frente a las mismas. Hay batalla para defender los símbolos nacionales y honrar a nuestros soldados: la bandera y el himno; batalla contra la prensa progresista que sigue empeñada en sus mentiras anti Trump; batalla del lenguaje para evitar que lo políticamente correcto idiotice la forma en que hablamos y nos comunicamos; batalla contra el feminismo fanático agrupado en el movimiento Metoo y otras plataformas, que lo mismo utilizan casos reales que falsos para conseguir mayor influencia en la sociedad e imponer una censura ideológica y una dictadura en la que las mujeres (algunas mujeres, no todas) sean las beneficiadas a costa de los hombres; batalla para que los méritos y el talento sean la base del sistema de inmigración; batalla para homenajear a nuestras Fuerzas Armadas con un desfile a la altura del heroísmo y el sacrificio demostrado durante años por nuestros militares durante las guerras de Irak, Afganistán y Siria, entre otros conflictos en los que hemos sido determinantes; batalla para defender las creencias religiosas, el cristianismo y la fe como motores de una sociedad y una civilización fuerte que ha construido los Estados Unidos de América partiendo de un puñado de pioneros hasta ser la nación más poderosa y avanzada que es hoy; batalla para conseguir un presupuesto adecuado para nuestro gobierno que nos permita financiar los desafíos más acuciantes: la defensa nacional y las infraestructuras.
Trump se faja cada día en todas las batallas sin esconderse y dando la cara. Ante una prensa progresista que no cubre su presidencia, sino que inventa historias para congraciarse con su público, el presidente gobierna con eficacia y resultados, y logra victorias importantes. El pueblo estadounidense lo percibe en sus vidas y el índice de aprobación de su gestión ya está por encima del 70%, de acuerdo a los sondeos. Todo ello con esa prensa progre roñosa y cicatera que no ha sido capaz de conceder el mérito a Trump de los más de 2,5 millones de empleos creados hasta ahora, de los beneficios de la rebaja de impuestos que lideró, que ya ha permitido que 4,2 millones de trabajadores estadounidenses reciban aumentos de sueldos y bonus extras, y el impulso que ha permitido que la economía esté creciendo ya a más del 5,4% del PIB.
El establishment no perdona a Trump que no sea uno de los suyos, que luche por los ciudadanos de a pie en vez de por su intereses (¡por Dios, ir en contra de los lobbies y los que llevan en la poltrona toda la vida sin ganárselo! ¡A quién se le ocurre!). Pero Trump es el mismo luchador infatigable que jamás tira la toalla, que pelea cada batalla como si fuera la última, que da más fuerte que el rival y sabe ganar. El mismo outsider que venció en las elecciones y gana cada una de las batallas en las que está inmerso para lograr que América se cure de ese progresismo que lo estaba destrozando a base de tonterías y de malas políticas. Porque, en síntesis, la gran batalla de Trump es por hacer América Grande Otra Vez, más próspera, más fuerte y más libre lejos de la dictadura y la miseria progresista. Ronald Reagan ya dijo en su momento con enorme acierto: “Si el fascismo viene a América, vendrá en nombre del progresismo”. También aquello de: “El socialismo es un sistema que sólo funciona en el cielo, donde lo necesitan, y el infierno, donde ya existe”. Trump lo sabe, como lo sabemos todos los implicados en esta guerra que va más allá de nosotros mismos, y por eso sus batallas contra esta ideología enfermiza es enconada y decisiva para nuestra nación.