Las guerras de Trump
Sin duda, Donald Trump es un presidente en guerra. Desde que desembarcó en la Casa Blanca, y aun antes, varias guerras definen este primer mandato presidencial. La guerra contra las Fake News, las noticias falsas y manipuladas de los medios de comunicación en manos de empresas y lobbies progresistas; la guerra contra el establishment político, incluido el del Partido Republicano, a menudo aliado de los demócratas en proyectos que han perjudicado a la nación para mantener sus poltronas; la guerra contra el Estado Profundo, esa composición integrada por funcionarios corruptos y vendidos a los intereses especiales, políticos en la sombra que influyen en los acontecimientos, y periodistas que filtran información y la manipulan a capricho; y ahora también una guerra comercial en la que Estados Unidos llevaba inmerso décadas, perdiéndola con constantes déficits comerciales y la destrucción de millones de empleos y de buena parte de la clase media americana.
Hay que tener cojones para afrontar estas guerras a la vez, sin titubear y ganarlas todas. El presidente Trump los tiene y es lo que está haciendo con enorme valentía. Su decisión de imponer aranceles al acero y el aluminio de importación, el 25% y el 10% respectivamente, ha provocado ya la creación de 800 empleos en Estados Unidos en este sector, y es sólo el comienzo. Trump está haciendo un milagro delante de las narices de los medios enfurruñados porque el presidente les derrota todos los días: está devolviendo el pulso de la manufactura a Estados Unidos. Con Trump vivimos en este sector el boom de empleos más grande en 20 años: 224.000 empleos en 1 año; 263.000 desde 2016 y 31.000 sólo el pasado mes de febrero. Una tendencia al alza que fortalece a la clase media americana, que permitirá recuperar parte de los 2.4 millones de empleos en la manufactura americana perdidos por la competencia desleal china y asiática, y da oportunidades de prosperidad a una población y a unas ciudades castigadas muy duramente por las crisis económicas provocadas por otros.
Ganada la guerra contra los medios manipuladores y mentirosos, como CNN o The New York Times, contra el establishment (numerosos Senadores ya no volverán a ser reelegidos) y el Estado Profundo (sus maniobras ilegales, espionaje y ataques continuos para evitar que Trump fuese elegido y pueda gobernar con éxito, han sido desveladas y son conocidas), el presidente ha entrado a saco en esta guerra comercial que estaba empobreciendo a Estados Unidos con un déficit comercial anual de 800.000 millones de dólares por culpa de malos acuerdos comerciales. Y ha entrado para ganarla. Ya la está ganando, que se lo pregunten al trabajador de Pennsylvania o de Ohio, a los 190.000 trabajadores del acero y a los millones de empleados que trabajan de forma indirecta para este sector. Trump va a equilibrar el comercio mundial y hace frente a los abusos extranjeros con mano firme y sin vacilar frente a los timoratos de siempre que pronostican el fin del mundo. Ninguno de sus presagios se ha cumplido, ni se cumplirá ahora tampoco. Trump va a ganar esta guerra comercial para Estados Unidos y sus trabajadores. Un hecho incuestionable que apuntalará una reelección en 2020 con la que ya cuentan todos, incluida esa prensa mentirosa y anti Trump que no deja de escupir veneno.
Hay otro hecho importante en todo esto: el pueblo estadounidense apoya a Trump en este conflicto comercial. De acuerdo a los sondeos más fiables, el 83% apoya la política comercial de Trump y la imposición de aranceles. Un dato que alcanza el 93% entre republicanos. Para Rasmussen, casi el 70% de estadounidenses (el 80% entre republicanos) afirman que es más importante mantener la manufactura en USA que tener productos baratos. Claro y en botella. El presidente ha sabido leer muy bien lo que quiere América y lo que necesita el país en estos momentos.
Las guerras de Trump son reales, pero a diferencia de otras guerras anteriores, no hay muertos, sólo víctimas políticas y mediáticas. El ridículo de algunos periodistas ni siquiera es buscado por el presidente, se lo ganan algunos a pulso con sus noticias idiotas y falsas.
Mientras tanto, el presidente Trump está cosechando victorias y éxitos importantes para Estados Unidos: está fortaleciendo de forma muy importante las Fuerzas Armadas y el corazón económico y comercial de este país; está abriendo el camino para acabar con la amenaza nuclear del régimen de Corea del Norte; está favoreciendo que en las elecciones midterm de noviembre haya un tsunami rojo de victorias del Partido Republicano con candidatos pro Trump que consolidarán la agenda MAGA desde el Congreso; las políticas de la Administración Trump están permitiendo que Estados Unidos alcance la independencia energética y domine el mercado energético en los próximos cinco años. Ya son 10.3 millones de barriles de petróleo producidos diariamente y el país es exportador neto de gas natural por primera vez en 60 años; está afrontando y recortando el despilfarro de recursos públicos en el gasto de más de 135.000 millones de dólares en beneficios para los inmigrantes ilegales cada año. Y el presidente se faja sin vacilar en las batallas que merecen la pena: los símbolos nacionales, la ideología de género, la elección de los mejores candidatos para la Administración en cada momento sin dudar en cesar a los que ya no sirven, o poner en evidencia a las propagandistas de los movimientos MeToo, Time’s Up y del Hollywood progresista y radical.
Son datos y logros concretos que los críticos no pueden rebatir, que los ciudadanos conocemos y valoramos. Y pos lo que apoyamos a Trump sin fisuras.