Desde hace algunos años ya todos los expertos en inteligencia, seguridad y defensa venimos alertando sobre el creciente peligro de los ataques a los sistemas informáticos del país, ya sean de organismos oficiales como el Pentágono o la CIA, o de empresas que tienen información comercial de gran valor. Los hackers han dado un paso más en los últimos tiempos al atacar e intentar penetrar en las infraestructuras críticas de la red eléctrica, los sistemas de agua, comunicaciones y transporte.
Para hacer frente a estas amenazas a la seguridad nacional el Homeland Security (Departamento de Seguridad Interior) prevé necesitar alrededor de 600 especialistas informáticos, con un perfil de hacker. Hasta ahora éstos preferían elegir el camino del mundo empresarial o de la Agencia de Seguridad Nacional, donde se trabaja con estrategias digitales ofensivas. En cambio, en el Departamento de Seguridad Interior se trabaja en conceptos defensivos, para ellos menos excitantes.

Para hacer más estimulante la captación de candidatos para Seguridad Interior, se puso en marcha el Ciberconcurso Governor’s Cup de Virginia, una competencia de piratería informática para estudiantes secundarios diseñada por Alan Paller, experto en seguridad, y que ha permite contactar con auténticos hackers de talento. Asimismo, es importante el trabajo que realiza Paller, director de investigación del Instituto SANS, una organización dedicada a la formación en seguridad informática, para descubrir nuevos genios de los ordenadores que puedan trabajar en el ámbito de la seguridad nacional, o desde la famosa escuela secundaria Thomas Jefferson de Ciencia y Tecnología en Northern Virginia, con interesantes concursos muy exigentes que permiten identificar buenos hackers, y la actividad especializada de Northrop Grumman, una empresa de seguridad global. Todos ellos escalones importantes en el camino hacia una carrera profesional en el sector de la seguridad nacional o de la empresa privada.
El principal escollo para reclutar hackers de calidad sigue siendo la necesidad de aumentar la inversión en equipos y tecnología, mayores remuneraciones e incentivos. Algo que venimos reclamando insistentemente desde la comunidad de inteligencia si no queremos que el sector público quede relegado respecto al potencial que ofrece la tecnología actual.