Marketing literario
El marketing en tiempos de Internet lo ha cambiado todo, hasta el hecho de que este apenas funciona para vender libros. Internet, las redes sociales y los nuevos dispositivos electrónicos y de telefonía han dado la puntilla al sano hábito de leer. Hasta el punto de que generaciones de jóvenes apenas leen, no digamos gente mayor, o leen auténtica basura comercial bien «cocinada» en las ollas editoriales de los grandes grupos.
Esto ha provocado que aparezcan nuevos obstáculos a la lectura y que el marketing literario pierda efectividad. No es extraño, pues, que cada vez se prescinda más de campañas de promoción, que además son caras y en gran medida ineficaces. Esto no se lo dirán los expertos en marketing, porque arruinarían su negocio, pero es la realidad. La población se ha hecho inmune a las campañas de publicidad, por más innovadoras, tentadoras o escandalosas que sean, saturada por infinidad de campañas de otras opciones de ocio: cine, videojuegos, redes sociales, páginas para ligar…
Este panorama dibuja un escenario nuevo, en el que los libros deben competir en calidad para hacerse un hueco en los hábitos de la gente, a la que ya de por sí le cuesta comprar un libro y leer. El fracaso del marketing literario nos lanza otro mensaje: no se necesitan costosas campañas de promoción, pero sí se necesitan campañas de concienciación de la lectura de libros; porque leer, la gente lee, aunque sean bobadas escritas en las redes sociales, noticias sensacionalistas en periódicos digitales o novelas (pirateadas) eróticas, juveniles, históricas… con las que dan ganas de ir a vomitar.
Las campañas de marketing para vender teléfonos inteligentes, tabletas, ordenadores, consolas, televisores de alta definición, etc, sí son eficaces, de hecho la gente compra todo esto con avidez. Algo falla en las campañas de marketing literario cuando no son capaces de conseguir que el público compre libros. No funcionan. La realidad es que no se puede convencer solo con marketing de que un libro es bueno. Por el contrario, sigue funcionando el boca-oído, la recomendación personal y la búsqueda por parte del lector de un libro en concreto por las razones que sean. Curiosamente es la campaña menos costosa y la que más resultados ofrece.
La lectura de libros tiene futuro, no así el marketing literario, abocado al fracaso salvo que se reinvente para hacer atractivo el hábito de leer frente a opciones como el cine, los videojuegos, las redes sociales, Internet o la televisión.