Pan de vida
5.-Pan de vida (Jn 6, 1-15)
El alimento es, como sabemos, absolutamente necesario para que el ser humano se desarrolle. Pero no sólo hay alimento material sino que, más allá del mismo, existe el espiritual, que ha de llenar la vida de quien se dice hijo de Dios.
Jesús demuestra a través de la oración, que ésta tiene un verdadero poder y que, con ella, cualquier circunstancia, por desfavorable que parezca, puede convertirse en un hecho extraordinario. El pan alimenta el cuerpo, la oración alimenta el espíritu y el alma. De cada uno depende estar bien alimentado.
Así lo cuenta Juan en su Evangelio:
1 Después de esto, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, 2 y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos.
3 Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos.
4 Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos.
5 Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, dice a Felipe: «¿Donde vamos a comprar panes para que coman éstos?»
6 Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer.
7 Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco.»
8 Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro:
9 «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?»
10 Dijo Jesús: «Haced que se recueste la gente.» Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos 5.000.
11 Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron.
12 Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda.»
13 Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.
14 Al ver la gente la señal que había realizado, decía: «Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo.»
15 Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo.
Jesús, quizá, pensara esto:
“Siempre necesitan pruebas, siempre signos que avalen lo que les digo, siempre ven con ojos de hombre, siempre manifiestan el barro del que están hechos, tan pegados al suelo del que salieron modelados por los dedos de mi Padre, siempre obtienen esencia para su vida de lo que es extraordinario, de lo que no entienden pero, por eso mismo, admiran, tan pegado, su corazón, a la tremenda fugacidad de su existencia y a este devenir suyo que es tan corto, tan corto.
He aquí que éstos, éstos que son mis hermanos esperan algo, esperan que les muestre algo del poder exquisito que les traigo, pero ese algo, ese sostén para su creencia quizá les dure tan sólo, tan sólo, el instante mismo de producirse, que no vaya más allá de ese momento, tan limitado en el tiempo que les mira. Sin embargo, creo que necesitan de eso y creo que si así llegan a vislumbrar un rayo de luz que les atraiga al Reino de mi Padre, Abbá amado y Creador, valdrá la pena manifestar esta clase de misericordia que es, al fin y al cabo, dar de comer al hambriento con ese pan que ahora necesitan para que se convierta en pan de ida, en alimento que se transforme, en su corazón, en pan de vida, en pan para esa eternidad que tanto anhelan pero que tanto, tanto, les cuesta ver.
Y es que los veo ahí, expectantes. Quizá sean más de cinco mil, cinco mil soñadores que quieren vincular su vida con la mí, que quisieran ir donde yo voy, que no quisieran abandonarme nunca, pero que ignoran lo que a mí me espera y lo que les esperaría a ellos de seguirme hasta el fin mismo, hasta que se cumpla todo lo escrito por los profetas por inspiración del Espíritu, que no todo van a ser prodigios ni hechos extraordinarios sino que habrá, también, sacrificios y el mayor de ellos será dar la propia vida de hombre por los hombres arrebatada. Aunque ellos ahora no lo entiendan, aunque no lleguen a comprender esto, aunque esto sirva para que algo vean.
¡Qué hermanos, Padre, me has dado!, de corazón tan vulnerable…pero si esta es tu voluntad, sólo he de cumplirla. Ahora tienen hambre, aunque sea hambre de pan de hombre.
También, Padre, eso es importante… por si así ven y viendo, aman, porque yo quiero que se vivifiquen, que tengan vida, que vivan para siempre, eternamente, contigo y creo que este pan servirá para que lo hagan, para que vayan sintiendo lo que les espera, lo que les está reservado.
Creo que ya no pueden esperar más. ¿Dónde estará Andrés?“