Policías asesinados en Estados Unidos
El asesinato de cinco policías en Dallas, Texas, este pasado verano, por parte de un francotirador fanatizado con odio hacia los blancos, que también dejó otros nueve policías y dos civiles heridos, así como un nuevo tiroteo en Filadelfia este fin de semana, que ha dejado dos policías heridos,
ha llamado la atención sobre un problema en la sociedad estadounidense: el odio hacia los agentes de policía de un sector radical de la población. La exageración del trato que dispensa la policía a los negros por parte de distintos grupos, por ejemplo, Blak Lives Matter (La vida de los negros importa), ha provocado una cadena de ataques a la policía en distintos lugares y durante estos meses.
Es evidente que una parte de la sociedad estadounidense está en descomposición y las autoridades ponen a la policía en primera línea para solucionar todos los problemas de la sociedad, abocándolos a situaciones de alto riesgo.
De acuerdo a los datos de The Washington Post, que lleva meses monitorizando este tema, sólo el 24% de las víctimas del trato más violento de la policía son negros en lo que llevamos de 2016. El 15,62% eran hispanos. De las 512 víctimas en enfrentamientos con la policía durante este año, 124 sufrían algún tipo de trastorno mental. Es decir, un 24,21%. Y el resto no le va a la zaga en cuanto al género de fanáticos y sinvergüenzas que caen abatidos. Un dato revelador para comprender qué clase de gente es la que mata la policía. Sí, puede que caiga algún inocente, pero no es lo habitual.
Otro completo estudio de 63 páginas llevado a cabo por un profesor de economía de la universidad de Harvard (negro como la noche él) demuestra que aunque la policía tiende a actuar con más violencia física con los detenidos de raza negra e hispanos, realmente no existe evidencia de que haya prejuicio racial cuando han tenido que dispararle a alguien. O sea, que si la policía debe disparar, dispara y punto. Ya sea usted negro o blanco o medio achinado. Este estudio analizó los casos de los últimos 15 años de 10 departamentos policiales de Texas, Florida y California, que son estados representativos de la caña policial urbana que se reparte habitualmente en las calles.
Los ataques de esta magnitud contra la policía no son habituales en Estados Unidos, aunque tampoco son nuevos. Los últimos que se registraron fueron en 2009, cuando cuatro policías fallecieron en dos incidentes distintos. Antes, 72 oficiales murieron en los ataques terroristas cometidos por Al Qaeda el 11 de septiembre de 2001, y en la primera mitad de la década de los 90 un total de 12 hombres cayeron en dos ataques. No hubo agresiones de este tipo hasta la primera mitad de los años 70.
Que ahora suceda esto es sintomático del nivel de violencia y radicalización de algunos grupos que desean utilizar el factor racial para influir en determinados acontecimientos. Este año, sobre odo, en las elecciones presidenciales para favorecer a Hillary, que si no agita a las masas negras no se va a comer un rosco.
La brecha social que se puede abrir es dramática. Hoy más que nunca el apoyo a las fuerzas policiales es necesario porque son la única barrera que nos separa de la anarquía. En este sentido, el apoyo que les ha manifestado Trump es digno de aplauso por lo valiente y por lo sensato.
Cualquiera que conozca de cerca el peligro de ciertos sectores negros, no debería extrañarse del número de víctimas de la actuación policial. Lo raro es que no haya más.