Barack Obama dedicó su último día como ciudadano común a una serie de actos simbólicos para poner de relieve los logros de otras personas: una visita a los soldados heridos en el Hospital Walter Reed del Ejército, trabajando con voluntarios en un refugio para adolescentes desamparados en Washington D.C., y su asistencia a una cena en honor de su rival Republicano, el Senador John McCain, de Arizona, que continúa su trabajo en el Congreso.
“Juntos podemos lograr cualquier cosa”, dijo Obama en el albergue, una visita que tuvo como objetivo mostrar su apoyo a las actividades voluntarias el día en que se conmemoró el 80 aniversario del nacimiento del reverendo Dr. Martin Luther King Jr.
«Una de las metas de mi gobierno es asegurar que sea más responsable y efectivo en ayudar a las familias”, proclamó. Pero no subestimó el poder de la gente para unirse y lograr cosas asombrosas.
«Dada la crisis en que estamos y las dificultades por las que pasan muchas personas, no podemos darnos el lujo de no hacer nada. Todos tienen que participar. Todos van a tener que colaborar y creo que el pueblo estadounidense está listo para eso».
Si un mérito tiene Obama es el de saber recuperar en sus palabras y oratoria lo mejor del espíritu americano, que estimula e inspira a la gente. Al recurrir a ello apela a la naturaleza misma de los norteamericanos, y es ahí donde se gana los corazones del pueblo americano.