El teatro político del Comité del 6 de enero (1ª Parte)
El Comité No Elegido del Senado que está celebrando audiencias públicas y retransmitidas por televisión es el ejemplo más elocuente de la total inutilidad de los demócratas y lo RINOs (Republicanos Sólo de Nombre), empecinados en una eterna persecución contra Donald Trump mientras dejan de lado los problemas y desafíos que afronta Estados Unidos; inutilidad y derroche sin motivo alguno. Se calcula que el comité gaste al menos 8 millones de dólares en 2022 para no descubrir nada sobre los eventos que se desarrollaron durante las protestas del 6 de enero. Es la tercera caza de brujas de los demócratas radicales de izquierda contra Trump, e igualmente está basada en mentiras y manipulaciones, al igual que los dos impeachments de los que salió absuelto. Su misma formación está viciada de origen. Nancy Pelosi, enemiga de Trump, manipuló el propio comité. En un paso sin precedentes, rechazó las selecciones del líder de la minoría de la Cámara de Representantes Kevin McCarthy (republicano por California) para el comité. Ella nombró al dúo anti-Trump de Liz Cheney (republicana por Wyoming por poco tiempo.) y Adam Kinzinger (republicano por Illinois también por poco tiempo), asegurándose de que sólo los miembros que apoyaran el resultado político deseado por ella y los radicales de izquierda formarían parte del comité.
Una vez vistas las audiencias y testimonios, podemos afirmar con rotundidad que este comité de revanchistas y enemigos declarados de Trump y sus audiencias públicas no son más que un espectáculo para tratar de distraer la atención de los ciudadanos de los graves problemas que enfrenta nuestro país, desde fronteras abiertas, inflación desatada, crimen fuera de control, pasando por la integridad electoral bajo sospecha y el alza de los precios del gas, hasta los asuntos escolares: seguridad, adoctrinamiento socialista, etc.
La buena noticia es que los estadounidenses no están aceptando la narrativa falsa de este comité persecutorio de que Donald Trump lanzó una «gran conspiración» para derrocar al gobierno y ocupar el Capitolio. Las audiencias se han derrumbado porque la gente no quiere escuchar tantas idioteces y mentiras.
Mientras tanto, hay preguntas serias que el comité no ha respondido ni quiere afrontar. Sus payasadas partidistas no deben confundirse con una investigación seria y rigurosa para descubrir por qué el Capitolio quedó tan lamentablemente desprotegido por los encargados de la seguridad. Eso sí merece una investigación.
De entrada, el comité estaba condenado al fracaso desde el principio. Compuesto por partidarios anti-Trump elegidos por la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi (demócrata por California), una de las más anti-Trump, el comité estaba destinado a hacer un trabajo político de acoso y derribo en lugar de exponer el verdadero incumplimiento del deber que dio lugar a la falta de protección adecuada para el Capitolio aquel día.
A pesar de toda la rabia, manipulaciones y conjeturas de los demócratas y sus medios corruptos aliados, no hay pruebas reales para vincular al presidente Donald Trump con ningún crimen o delito cometido en el Capitolio el 6 de enero. Es así de simple. La verdad es que no dio órdenes ni tomó medidas para hacer que ni una sola persona irrumpiera en el Capitolio. De hecho, animó a sus seguidores a ser respetuosos en su protesta cargada de razón por el fraude electoral que cometieron los demócratas.
Una vez iniciados los sucesos, volvió a hacer un llamamiento para que la gente regresara a casa pacíficamente. Las declaraciones estridentes en sentido contrario de los líderes demócratas completamente desacreditados, como el representante Adam Schiff (otro demócrata por California), están huecas de contenido y evidencia. El cargo de insurrección inducida por Trump no procede legalmente. Los hechos legalmente relevantes no existen ni están ahí porque Trump nunca estuvo implicado. Hasta el presidente del comité, Bennie Thompson, ha declarado ya que no referirán a Trump por cargos criminales porque no hubo ningún delito. Incluso el cronograma oficial de la Policía del Capitolio, recientemente publicado, exonera a Trump y confirma que ofreció a la Guardia Nacional, a través del Pentágono, cuatro días antes del 6 de enero para garantizar la seguridad. El documento dice así: “Carol Corbin (DOD) envía un mensaje de texto al subjefe de la USCP, Sean Gallagher, Oficina de Servicios de Protección, para determinar si la USCP está considerando una solicitud de soldados de la Guardia Nacional para el 6 de enero de 2021”.
El informe, elaborado y asesorado por expertos en seguridad e inteligencia, sostenía que el evento “puede conducir a una situación significativamente peligrosa para la aplicación de la ley y la seguridad pública”. Tal y como así fue.
El presidente Trump ha recordado en repetidas ocasiones que recomendó trasladar miles de tropas de la Guardia Nacional al Capitolio y desplegarlas desde el 1 de enero de 2021, y ha culpado a Nancy Pelosi por bloquear el intento de asegurar Washington D.C. Y no se equivoca. En una declaración realizada en febrero pasado, Trump afirmó: “No habría habido un 6 de enero, tal como lo conocemos, si Nancy Pelosi hubiera hecho caso a mi recomendación de traer 10.000 soldados, o la Guardia Nacional, al Capitolio. Deben poner fin a la caza de brujas del 6 de enero del Comité No Elegido ahora mismo”.
La cronología oficial de los eventos confirma que el apoyo de la Guardia Nacional fue obstruido por el sargento de armas de la Cámara y el Senado, quienes informan a Pelosi directamente. Blanco y en botella, oiga. Quien quiera entender, que entienda.
A fin de cuentas, la Guardia Nacional no se desplegó en el Capitolio antes de la jura presidencial, lo que llevó al presidente Trump a publicar la siguiente acertada pregunta: “¿Por qué la loca Nancy Pelosi y sus archivos, que supuestamente han sido destruidos y eliminados en gran parte, no están bajo investigación por no asegurar adecuadamente el Capitolio con soldados o la Guardia Nacional que yo y otros le recomendamos encarecidamente?
Espere sentado la respuesta porque los demócratas no están dispuestos a revelar cómo ellos alentaron y permitieron los disturbios.
En cambio, hay preguntas serias que sí proceden y no han sido abordadas ni despejadas por el comité. Por ejemplo, por qué Nancy Pelosi, a quien informó el Sargento de Armas de la Cámara de Representantes Paul Irving, no dio orden de que la Guardia Nacional defendiera el edificio del Capitolio antes de romper las barricadas del Capitolio (a pesar de que la inteligencia de la Policía del Capitolio indicaba posibles disturbios semanas antes del 6 de enero y del llamamiento de Trump para desplegar soldados de la Guardia Nacional). Tampoco ha sido tratado por el comité si el teniente Michael Byrd violó los derechos de la Cuarta y Quinta Enmienda de la desarmada Ashli Babbitt cuando le disparó y la mató frente a las puertas de vidrio que conducían al vestíbulo de la oficina de Pelosi. Quedan más preguntas serias sobre cómo agentes del FBI y elementos de BLM y Antifa se infiltraron en los grupos de protesta y ayudaron, organizaron e incitaron a la actividad criminal antes y durante el 6 de enero.
Sí sabemos que Paul Irving se resistió a los llamamientos para llevar a la Guardia Nacional al Capitolio debido a lo que llamó una “óptica” distinta de los acontecimientos. Sabemos que Irving informó a Pelosi y testificó que esperó la autorización de los «líderes del Congreso» antes de contactar a la Guardia Nacional. Esa autorización de Pelosi y los demócratas no llegó porque no les interesaba el orden y sí los disturbios. Eso es una evidencia incontestable a la luz de lo que sabemos hoy.
¿Qué más? También sabemos que a la 1:09 p.m. el 6 de enero, después de que los manifestantes hubieran atravesado las barricadas y agredido a los oficiales de seguridad, el jefe de policía del Capitolio, Steve Sund, le pidió ayuda a Irving y a la Guardia Nacional. Irving no devolvió la llamada de Sund durante una hora, después de lo cual le dijo a Sund que los líderes del Congreso habían aprobado la solicitud. Luego, el secretario interino de Defensa, Christopher Miller, tardaría otra hora en dar su aprobación para que la Guardia Nacional fuera al Capitolio. La Guardia Nacional no llegó al Capitolio hasta las 5:40 p. m., después de que la mayor parte de los disturbios habían terminado. A buenas horas mangas, verdes, como suele decirse.
Así, en esta secuencia de tiempo, podemos comprobar cómo la demora crítica de cuatro horas y 20 minutos entre la ruptura de las barricadas y la llegada de la Guardia Nacional ha quedado sin explicación oficial. Una laguna muy conveniente para los que permitieron los disturbios (los dirigentes demócratas en el Congreso). Así, lo realmente importante en este asunto es por qué los líderes del Congreso tardaron más de una hora después de que se rompieron las barricadas para autorizar a Irving y Sund a buscar el apoyo de la Guardia Nacional. En realidad son bastantes días si tenemos en cuenta la solicitud hecha por Trump con anterioridad. ¿Qué sabían Nancy Pelosi y el entonces líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell (republicano del establishment por Kentucky), y cuándo lo supieron? ¿Por qué un ciudadano desarmado fue asesinado a tiros? Hay una demanda por homicidio culposo pendiente contra Michael Byrd por parte de la familia de Ashli Babbitt (una seguidora de Trump). ¿Por qué no ha habido una investigación criminal seria sobre ese tiroteo? ¿Por qué tanto la Policía del Capitolio como el Departamento de Justicia concluyeron que el tiroteo fue razonable cuando la evidencia de razonabilidad es tan obvia? Resulta que la única muerta de los acontecimientos fue una votante de Trump. En realidad, muchos de los manifestantes desarmados fueron conducidos al interior del edificio del Capitolio por las fuerzas del orden.
De esta manera hemos llegado hasta aquí. En vez de impulsar una investigación seria e imparcial sobre las causas de la fallida respuesta policial a la protesta del 6 de enero en el Capitolio, este comité partidista está compuesto por enemigos acérrimos de Trump, más interesados en culparlo por los disturbios que en descubrir las verdaderas causas de la fallida respuesta policial o el origen de la protesta ciudadana: el fraude electoral demócrata. Sus miembros se niegan a escuchar a cualquiera de los muchos testigos y las declaraciones que ofrecen datos y evidencias innegables sobre las irregularidades y el fraude electoral que llevaron a cabo los demócratas a gran escala.
Así, se puede concluir que estas audiencias del comité son un teatro político y un espectáculo hecho para la televisión y los medios aliados del Partido Demócrata, que repiten como idiotas el mensaje para tratar de impedir que Trump vuelva a ser candidato a la presidencia, algo que les da pavor porque volverán a perder. Lo que hace este comité no debe confundirse con una investigación seria para descubrir por qué el 6 de enero el Capitolio quedó desprotegido por los encargados de su seguridad y la causa de la protesta (el fraude electoral). Dos aspectos que son los relevantes en esta historia.
Entretanto, el Departamento de Justicia de Biden se ha confabulado con el Congreso para reforzar la narrativa de la ‘insurrección’. Los hechos no les importan en ese gran teatro-espectáculo que se han montado a mayor gloria de las televisiones, los periodistas que mienten sin escrúpulos a la audiencia y de los espectadores ignorantes que se tragan cuanto les ponen delante.
De nuevo, el establishment demócrata y mediático se alían y utilizan los viejos trucos que ya utilizaron en los dos desacreditados impeachments, para lanzar otra caza de brujas contra Trump y tratar de destruirlo políticamente, algo que no han conseguido ni van a conseguir por mucho que se empeñen.
Hasta ahora, ningún estadounidense implicado en aquellos eventos ha sido condenado por “conspiración sediciosa”. La última vez que el gobierno intentó enjuiciar un caso de conspiración sediciosa hace 10 años, el juez lo desechó. Hasta ahora, han acusado a 17 estadounidenses del raro delito comparable a la traición y amenazas de cadena perpetua para quienes se nieguen a aceptar acuerdos de culpabilidad. Un trato persecutorio lamentable que coloca la figura del preso político en primer plano.
Los montajes audiovisuales que el comité ha presentado, elaborados por sus aliados mediáticos, son simples manipulaciones de corte y pega que en modo alguno relacionan a Trump con los que participaron en los disturbios y mucho menos la organización de los mismos. En todo momento, se puede comprobar cómo Trump urgió a los alborotadores a retirarse pacíficamente.
Por supuesto, los hechos no importan a los impulsores de este teatro político. Los mismos intereses poderosos e irresponsables que inventaron el Russiagate, amañaron las elecciones de 2020 y conspiraron para producir los eventos del 6 de enero, se mueven únicamente por el afán de venganza del Partido Demócrata y de aquellos políticos que odian a Trump, como Adam Schiff, Nacny Pelosi y Liz Cheney, que utilizan el comité y las audiencias para promover sus mentiras.
Hemos llegado a un punto en el que cada institución de esta nación ha sido debilitada e infiltrada por la izquierda con el propósito de arrogarse el poder y destruir a sus enemigos políticos a cualquier precio. Quieren eliminar a todos los que creen que se interponen en su camino para convertir a Estados Unidos en el paraíso socialista con el que sueñan. El daño es tan terrible que incluso algunos demócratas, como Tulsi Gabard, ya están denunciándolo también, avergonzados de la deriva izquierdista que ha tomado el Partido Demócrata.
No debemos olvidar cómo utilizaron la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) para espiar al presidente Trump durante su campaña presidencial en 2016 y después en la Casa Blanca. El testimonio en el juicio de Michael Sussman confirmó que Hillary Clinton instigó y alentó el engaño de la colusión de Rusia. Los medios aliados hicieron de cuerda de transmisión y usaron la historia falsa de Rusia para tratar de descarrilar la candidatura y luego la presidencia de Trump.
Ante la más que probable nueva candidatura de Trump a la presidencia en 2024, los mismos majaderos de entonces están aterrados ante la perspectiva de un regreso triunfal de Trump a la Casa Blanca y dispuestos a hacer lo que sea necesario para evitarlo. En su manual están el engaño, la manipulación, el fraude, las amenazas, la coacción… De hecho, algunos miembros del comité del 6 de enero todavía creen y propagan el engaño de la colusión rusa pese a que ha sido desacreditada completamente.
El tratamiento informativo y legal de los acontecimientos del 6 de enero contrasta con los disturbios verdaderamente más graves que se produjeron en el verano de 2020, cuando los terroristas urbanos de BLM y Antifa incendiaron ciudades, saquearon, agredieron, mataron, robaron, derribaron estatuas… Todo eso sí fueron actos criminales que los demócratas y muchos de sus votantes (no todos, para ser justos) justificaban como memos sin cerebro.
Viendo la pantomima persecutoria del comité del 6 de enero, cabe preguntarse para cuándo se fijará una fecha para las audiencias en horario de máxima audiencia sobre los disturbios de BLM y Antifa que dejaron 19 muertos, 2.000 policías heridos, 97 coches de policía quemados, más de 600 incendios provocados, 2.300 actos de saqueo y más de 2.000 millones en daños a la propiedad. ¿Cuándo?. Tal vez en la próxima presidencia de Trump podamos hacer justicia sobre aquellos eventos y el fraude electoral. No antes.
El tratamiento legal de los implicados en ambos sucesos clama el cielo: a muchos acusados del 6 de enero se les ha negado la libertad bajo fianza y han estado en prisión durante más de un año esperando juicios que no llegan nunca. La mayoría de los manifestantes de Antifa y BLM ni siquiera fueron arrestados. Los que lo estaban fueron liberados rápidamente, y Kamala Harris y otros políticos de izquierda ayudaron a recaudar el dinero de la fianza. Ya es hora de darles el debido proceso a los acusados del 6 de enero.
(Continuará)