Multiculturalismo editorial y literario
Todos lo vemos continuamente y pocos nos atrevemos a denunciar los daños y problemas que causa el multiculturalismo en las sociedades occidentales, que se ven sometidas a influencias externas que socavan su propia identidad cultural y originan un choque con múltiples consecuencias negativas.
Lo vemos todos los días en todos los países. Por supuesto, también es algo que afecta al sector editorial y literario, que enfrentado al islam, a las presiones ultra feministas, de los lobbies homosexuales y de todo lo que se le ocurra, ve desfilar una caterva de cobardes, apaciguadores y cómplices que permiten que nuestros sistemas de libertades y la cultura occidental soporte un daño tremendo y una erosión continua.
Ya es habitual, por ejemplo, que profesionales en puestos de editoriales censuren a autores que no se sometan a las pautas de lo políticamente correcto, que, por supuesto, debe contemplar cuotas para todo el mundo: negros, mujeres, hispanos, asiáticos, bisexuales, lesbianas, gays, medio zumbaos de la vida, fumaos, drogatas, delincuentes, ejecutivos fracasados, divorciadas salidas, árabes y demás fauna moderna que puebla las sociedades occidentales. O sea, el multiculturalismo en plan batidora, todo revuelto y con problemas por todas partes, haciendo estallar las costuras de la civilización occidental por imbéciles y por agachar la cabeza, por no levantar la voz a tiempo.
La discriminación que se practica en el sector editorial y literario, incluida la prensa cultural, está haciendo un daño terrible. Autores y editores que no se someten a lo políticamente correcto son censurados, discriminados o marginados. La élite del establishment editorial y de la prensa cultural en España está en manos de un sector ideológico de izquierdas cuyo poder es absoluto, que decide quién triunfa, quién vende, quién tiene visibilidad, quién es premiado, y quién es apoyado por los estamentos sociales y los periodistas vendidos al sistema establecido.
El sector editorial, que alcanza a agentes, prensa y responsables en puestos directivos, colabora abiertamente en esa política que asume los postulados de la izquierda, del feminismo radical y del multiculturalismo que pone de rodillas a la sociedad occidental frente a otras influencias culturales.
En especial la influencia del feminismo radical está dañando gravemente los productos culturales (libros, películas…), y se ha convertido de hecho en un Caballo de Troya que está dinamitando el sector editorial desde dentro para acomodar todo a una visión ultrafeminista que acepta y se rinde ante el multiculturalismo si eso significa dar paso a más mujeres, más homosexuales y gente de otras razas y culturas menos de la propia, que se intenta vaciar y liquidar para sustituirla por otra distinta, más light y acorde con los gustos de una sociedad cada vez más adoctrinada en un sentido ideológico.
Es un fenómeno masivo y consolidado en España, pero que también avanza peligrosamente en Estados Unidos. Un fenómeno que es necesario combatir desde la calidad y la coherencia de una cultura occidental bien arraigada que ha dado al mundo lo mejor en libros, música, cine, teatro, danza…
Y que a este paso va a quedar reducido a los clásicos y a un par de aportaciones meritorias mientras la mayoría se diluye en un multiculturalismo estúpido, vacío, facilón y que no aporta nada de valor.
Hoy ya vemos cómo muchas editoriales rechazan a autores por su ideología, por su nacionalidad, por sus opiniones, por su defensa de la religión o por el rechazo de las políticas que discriminan a los hombres para favorecer escandalosamente a las mujeres.
Esto ya es una realidad que se vive en muchos países, incluido España y Estados Unidos. Esta claudicación ante un multiculturalismo poco inteligente que permite la entrada de lo peor, ha llegado justo en el momento en que más mujeres han accedido a puestos de responsabilidad en editoriales, prensa, gobiernos y empresas.
Esta es la realidad que pocos nos atrevemos a denunciar. Pero está ahí y se puede comprobar. No se trata de otro mundo mejor, sino de un mundo que practica otras discriminaciones y que en muchos aspectos es peor, de hecho, mucho peor, con una calidad ínfima e incluso inexistente.
El complejo de culpa de algunos sectores sociales da alas a tanta estupidez. Un complejo alimentado sobre todo por las ideologías progresistas e incluso por ciertos sectores conservadores y cristianos (sólo de nombre), que ya hay que ser tonto del haba.
La pérdida de identidad cultural, impulsada por la cobardía o la colaboración con el progresismo, la islamización, el feminismo, etc., es una realidad que avanza y que sólo una sociedad movilizada y profesionales comprometidos pueden frenar.