Semana Santa 2016
Los católicos celebramos la Semana Santa como uno de los momentos litúrgicos más importantes e intensos de todo el año. O deberíamos. La realidad es que cada vez más aprovechan estos días para convertirlo en tiempo de vacaciones y divertirse. Una minoría social, que mengua cada año, es la que se compromete con el significado verdadero de la Semana Santa mediante reflexión, recogimiento, oración y agradecimiento por lo que significa la Pasión y Muerte de Jesús. Esto implica participar en las celebraciones propias de este tiempo litúrgico. No en participar en unas vacaciones para desparrame general. Pero como ahora no está de moda contarle a tu colega de trabajo lo que te ha aportado la reflexión espiritual, sino lo bien que te lo has pasado en estos días de asueto, pues ya sabe, prima el derroche, que son dos días.
El significado de la Semana Santa, como bien sabemos los que vivimos la religiosidad de estos días, es acompañar a Jesús en su semana de pasión, dedicar tiempo a la oración, la meditación, el sacrificio y el arrepentimiento de nuestros pecados. Es, en suma, asistir al Sacramento de la Penitencia para morir al pecado y resucitar con Cristo el día de Pascua. Ni más ni menos, ni menos ni más.
No se trata tanto de fustigarse y padecer, que no es necesario, de verdad, como de comprender por qué murió y resucitó Cristo. Se trata de conocer, celebrar y revivir su entrega a la muerte por amor a nosotros y el poder de su Resurrección, que anticipa la nuestra, la de los creyentes.
En estos días celebramos la Semana Santa, es decir la última semana de Cristo en la tierra, cuya Resurrección nos recuerda que los hombres fuimos creados para vivir eternamente junto a Dios. Que no es un mal recordatorio, ¿verdad? Eso sí, olvídese de dispersarse en otras historias, de folklore turístico y céntrese en la oración y la reflexión.