Méritos en el sector editorial… ¿o diversidad editorial?
La tendencia hacia la tontería en la sociedad es imparable. Pasa en Estados Unidos, en España y China. O sea, en todas partes. Lo vemos con el manido tema de la diversidad. Diversidad racial, diversidad sexual, diversidad política, diversidad social… ¿Cómo no iba a haber una diversidad editorial? Estaba cantado, tenía que abrirse ese melón tarde o temprano. La tontería elevada al cubo.
No pierda detalle porque es un asunto divertido de la pura tontería y seriedad con que se tratan ahora estos asuntos. Se asocia diversidad con igualdad (que ya hay que ser tonto…) y se espeta aquello de que para ser moderno hay que ser muy diverso e igualitario. Que es como pretender que un pino sea como una sequoya. O un vencejo como un águila. ¿Me sigue, verdad? Sigamos con la tontería.
Dicen las pesadas de turno (porque son casi siempre mujeres y muy pesadas) que tiene que haber más diversidad, más negros, más latinos, más homosexuales, más lesbianas, más retrasados mentales, más gente con enfermedades rarísimas, más discapacitados… Que se note el bullicio, todo así, revuelto, más inmigrantes, más perroflautas, más colegas, más gente que no sabe distinguir entre bueno o malo… Total: ¡más diversidad!
Y esto aplicado al sector editorial también. Para ¿qué quiere escritores con méritos que saben escribir pudiendo tener una diversidad espectacular, incluyendo youtubers que venden por un tubo…(¿lo pilla?) ¡Por Dios! No está usted en la onda… Lo moderno es esa diversidad y por eso las chicas de turno piden que haya más mujeres en el sector editorial (¿más? Pero si ya está lleno y lo están estropeando, pensarán algunos con razón). Pues sí, quieren más diversidad, o sea, su “diversidad”, que consiste en que haya más mujeres (si puede haber algunas negritas o hindúes, o chinas… o lo que sea, mejor), más escritoras lesbianas, o si son bisexuales, tanto mejor, así dan ese enfoque morboso que tanto demanda la sociedad lectora. Y ya puestos, vamos a dar más diversidad a las editoriales y llenarlas (aún más) de mujeres en los puestos directivos para que puedan publicar sólo libros horteras para mujeres, llenos de sensibilidad femenina (snif…snif…), sobre temas femeninos y ofrezcan esa diversidad ideológica y de enfoque que de verdad los lectores se van a atragantar y a morir si no la tienen… Un no vivir por leer tanta diversidad.
No, no se trata de diversidad, se trata de poder pura y llanamente. De quien quiere controlar un sector entero (el editorial) para hacer y deshacer, para encumbrar o dilapidar autores, para proyectar sólo determinados libros, para conducir a la sociedad por un camino bajo la excusa de la diversidad que en realidad no es nada diversa.
Los méritos al margen de cualquier condición, ese viejo valor desechado y sepultado bajo la corrección política, es el gran sacrificado. Méritos de los escritores, de sus obras y la valía de los mismos, sin importar cuotas ni diversidades. Los méritos nos han proporcionado joyas universales de la literatura, escritores maravillosos y momentos irrepetibles. Y digo irrepetibles porque por este camino de la diversidad, sin importar los méritos, que ya muy pocos tenemos en cuenta en el sector editorial, se acaba lo de repetir buenas lecturas. Eso sí, a cambio va a tener una diversidad que va a alucinar en colores. Lo único por lo que me alegro de estos tiempos de tontería sin límites es porque así sólo entrarán en mi biblioteca, que ya está atestada de buenos libros, unos pocos más, los que verdaderamente lo merezcan por sus méritos.
Y a la diversidad que la vayan dando.