Trump, el Congreso y los tribunales
En la semana que celebramos la Navidad y la alegría por el nacimiento de Jesús, nos llena de esperanza que el triunfo de Trump en las elecciones pueda abrirse camino entre el fraude y la corrupción que rodean a Biden y los demócratas.
Los últimos días ha quedado en evidencia que la confirmación de Joe Biden como presidente electo es el resultado de un fraude electoral de dimensiones colosales. Los nuevos datos y hallazgos que han salido a la luz han revelado el engaño demócrata. Las pruebas, sólidas como el acero de Pennsylvania, reflejan que las elecciones fueron robadas al presidente Trump, el legítimo ganador. El análisis de los patrones de votación en los estados en disputa no deja lugar a dudas, como tampoco las enormes irregularidades detectadas, que incluyen papeletas marcadas incorrectamente, campañas ilegales en las urnas y desvíos de votos para Biden en las máquinas de votación que utilizaron el software Dominion y Smartmatic.
Si el Congreso no corrige la certificación realizada por el Colegio Electoral, que ha certificado votos ilegales, sentaría un precedente peligroso para futuras elecciones y esta nación correría el riesgo muy real de no volver a tener elecciones presidenciales justas ni limpias. Nos jugamos, pues, mucho más que un segundo mandato de Trump.
Una elección contingente en la Cámara de Representantes podría certificar finalmente a Trump como el justo ganador de las elecciones. Es una estrategia constitucional en la que el presidente ha empeñado sus esfuerzos en estas semanas, movilizando a senadores y representantes republicanos para lograr que el 6 de enero se abra paso la verdad y se certifique su reelección.
El congresista por Alabama, Mo Brooks, el senador también por Alabama Tommy Tuberville, y los congresistas Andy Biggs y Marjorie Taylor Green, son algunas de las personalidades en vanguardia de esta estrategia para movilizar al Congreso y objetar los votos fraudulentos de los estados en disputa. Ellos, y más de un centenar de congresistas, desafiarán las votaciones del Colegio Electoral el 6 de enero para forzar una elección contingente.
Conviene recordar que la 12th enmienda de la constitución concede al vicepresidente Mike Pence pleno poder para rechazar a los electores en disputa y aceptar a los electores de Trump.
En las contiendas de las elecciones presidenciales, el Congreso tiene un papel superior al Tribunal Supremo, cualquier tribunal federal o cualquier tribunal estatal en virtud de esta misma 12ª enmienda de la constitución. El Congreso está facultado para certificar las presentaciones de votos de los colegios electorales, o no. Es el proceso constitucional correcto y también el camino para reconocer la victoria de Trump en estas elecciones. El Congreso es el árbitro final de quién gana las contiendas presidenciales, no el Tribunal Supremo, aunque en este caso puede tener un papel determinante en el proceso, habida cuenta de que hay demandas en curso con pruebas y evidencias del fraude. Los fundadores de EE. UU no querían que jueces no electos tomaran este tipo de decisiones, por eso dejaron la última palabra en manos del Congreso.
De forma paralela, Trump tiene abiertos otros caminos legales y constitucionales para impedir que el fraude demócrata se consolide. A este efecto, está coordinando una nueva estrategia de Rudy Giuliani y la abogada Sidney Powell para centrar las demandas en las máquinas de votación fraudulentas y las auditorías de las mismas, las cuales están demostrando cómo alteraron los resultados en miles de votos para favorecer a Biden.
En estos días, Trump decidirá si nombra a Sidney Powell como abogada especial para investigar las acusaciones de fraude electoral.
En otro ángulo de la estrategia de Trump, aparece el general Michael Flynn, que coordina los esfuerzos con unidades de inteligencia y el Pentágono para poner a punto medidas excepcionales, como activar la Ley de Insurección y la repetición de las elecciones en los estados donde fueron corrompidas.
Este es el telón de fondo que tenemos cuando afrontamos la Navidad de 2020. Los que estamos en conocimiento veraz de lo que ha sucedido y está sucediendo, nos encontramos en una posición privilegiada en la que podemos explicar a la gente lo convincente que es la evidencia del fraude y de la victoria de Trump para que pueda superar ese mantra de los medios de comunicación centrados en noticias manipuladas y de las proclamas de los demócratas socialistas que siguen gritando «no hay fraude, no hay fraude”, cacareando como gallinas y lo traidores que son a la nación y sus fundamentos constitucionales. Una vez hechas las comprobaciones e investigaciones pertinentes, la conclusión lógica y racional es que ha habido un fraude electoral masivo y un robo electoral en un grado nunca antes visto en la historia de los Estados Unidos.
El 6 de enero, el Congreso pasará lista a esos estados que han permitido el fraude y certificado resultados corrompidos con votos ilegales. Ese pase de lista de los estados estará presidido por el vicepresidente Mike Pence en una sesión conjunta del Congreso, momento en el que cada estado presentará sus supuestos votos del Colegio Electoral.
Los republicanos del Congreso tienen el derecho absoluto de objetar y rechazar esas presentaciones estatales de votos del Colegio Electoral al considerar que no son dignos de confianza. El primer requisito es que tenga un miembro de la Cámara y un senador que presenten conjuntamente esa objeción. Trump ya los tiene.
Existe cierta competencia sobre quién puede oponerse a qué estados. Luego, se necesita un senador, y si eso sucede, se desencadena un debate de dos horas para cada estado al que se objeta, seguido de una votación en la Cámara y una votación en el Senado sobre si aceptar o rechazar las declaraciones electorales de ese estado en particular que se ha objetado.
La pregunta que se plantea es simple: ¿habrá senadores y representantes que estén dispuestos a defender nuestro país y el sistema electoral, que es la base de cualquier república, para luchar contra este fraude electoral? Sí, los habrá y estarán dispuestos, aunque haya otros traidores del caucus republicano que aboguen por la rendición y quieran decir: “Así es. Lo robaron en forma justa y directa. Estamos en desventaja. No vamos a pelear”.
Los leales a Trump no creemos en la rendición. Creemos en luchar por Estados Unidos y por defender la Constitución y un proceso electoral limpio. Y vamos a luchar hasta el final. A lo largo de la historia de este país, una y otra vez, los estadounidenses patriotas se han mantenido firmes y lucharon por su país. ¡Eso es lo que tenemos que hacer ahora y lo que vamos a hacer!