Ghostwriters
Es el nombre con el que los americanos designan a los “escritores fantasmas” (traducido literalmente), que escriben para otras personas de forma anónima.
La labor callada de estos escritores es fundamental en los discursos de los candidatos a la Presidencia de los Estados Unidos. Todos los equipos cuentan con varios “ghostwriters”, que se dedican a plasmar por escrito las ideas y los mensajes que desean transmitir los candidatos. De la calidad de estos escritores fantasmas depende muchas veces que el candidato se muestre más o menos brillante en público.
Una de las claves es mantener el anonimato, de manera que esos discursos vibrantes y llenos de magia que en ocasiones nos regalan los candidatos presidenciales, se mimeticen con quien los pronuncie, de foma que esas palabras terminan siendo suyas, y el “ghostwriter” queda en la sombra.
Aunque en ocasiones termina filtrándose o sabiéndose la identidad de los escritores de los discursos más brillantes. Ulysses S. Grant (el Presidente tras la Guerra de Secesión) se sirvió de Mark Twain (autor de Las Aventuras de Tom Sawyer); Franklyn D. Roosevelt contó con los servicios de dos Premios Pulitzer: Archibald MacLeish y Robert Sherwood.
En el caso de John F. Kennedy, existe cierta unanimidad en que Theodore Sorensen fue el autor de algunas de sus más célebres frases. En cuanto a aquella que pronunció en el discurso para asumir la Presidencia:
“Así pues, compatriotas: pregúntense no lo que su país puede hacer por ustedes, sino lo que ustedes pueden hacer por su país. Conciudadanos del mundo: pregúntense no qué pueden hacer por ustedes los Estados Unidos de América, sino qué podremos hacer juntos por la libertad del hombre», Sorensen siempre negó su autoría, y lo que parece claro es que Kennedy tampoco fue su autor original. Podría ser, incluso, una réplica que le decía un profesor a Kennedy en el colegio, u obra de otro “ghostwriter” anónimo.
Harry Truman pronunció otra frase célebre, en 1945, posiblemente “cocinada” por sus ghostwriters: “Todos tenemos que reconocer –no importa cuán grande sea nuestra fuerza– que debemos negarnos la licencia de hacer siempre lo que deseamos”.
Peter Benchley, autor de la novela «Tiburón», en la que se basó la película de Steven Spielberg, redactó algunos de los discursos de Lyndon Jonson, y el periodista William Safire, columnista en The New York Times, redactó otros tantos discursos de Richard Nixon.
Mención especial merecen los discursos de Ronald Reagan, brillantes ejemplos de oratoria magistral, muchos de ellos llenos de creatividad y fuerza expresiva, a veces salpicados de frases de viejas películas que recordaba. Peggy Noonan fue la escritora de algunos de ellos, o co-escritora, ya que a Reagan le gustaba escribirlos o esbozarlos personalmente muchas veces. Cualquiera de esos discursos, con una calidad literaria enorme, cumplió su objetivo de llegar a millones de personas en su momento, y aún hoy esas palabras perviven por la belleza y talento con que fueron escritas.
Peggy Noonan también actuó como “ghostwriter” del Presidente George H.W. Bush (senior), y fue contratada para asesorar a los guionistas de la célebre serie de televisión “The West Wing” (“El Ala Oeste de la Casa Blanca”), serie de extraordinaria calidad y muy recomendable.
George W. Bush también ha contado estos años con un excelente equipo de ghostwriters, David Frum, Mickey Herskowitz, Karen Hughes, Mike Gerson, Christopher Buckley, y William McGurn, entre ellos, aunque no los únicos, y algunos de sus más brillantes discursos, con toques espirituales, místicos, idealistas, de fortaleza moral, y esperanza en el futuro del país, fueron redactados por ellos y por escritores anónimos que supieron plasmar en palabras, con su inestimable ayuda, sus ideas, proyectos, y sentido del patriotismo. Como en estas declaraciones:
“Los americanos son un pueblo resuelto, que ha superado cada prueba a la que lo han enfrentado los siglos. Estados Unidos de América es una nación fuerte, y honorable en el uso de su poder. Ejercemos el poder sin conquista y hacemos sacrificios por la libertad de extranjeros desconocidos.
Los americanos son un pueblo libre, que sabe que la libertad es el derecho y el futuro de cada nación…
Esta nación pelea contra su voluntad… Buscamos la paz; luchamos por la paz; pero a veces la paz tiene que ser defendida. Un futuro de terribles y constantes amenazas, no es en absoluto la paz. La adversidad ha revelado, al mundo y a nosotros mismos, el carácter de nuestro país”.
«Cuando contemplo a los miembros de las fuerzas militares de los Estados Unidos, veo lo mejor de nuestro país… Nosotros estamos comprometidos con la libertad«.
El trabajo que hay detrás y la calidad literaria de algunos de esos discursos, más allá del contenido político, sobrevivirá en el tiempo y su eco llevará la voz del presidente Bush mucho más allá de una época en la que ninguno de nosotros vivirá para verlo. Es el milagro de los speeches brillantes, redactados con creatividad artística. Palabras como estas:
“La necesidad es grande. Pero hay poder, sin igual poder, en la bondad, el idealismo y la fe del pueblo norteamericano”.
O estas otras: “Este ideal de América es la esperanza de toda la humanidad…. Esa esperanza todavía alumbra nuestro camino. Y la luz resplandece en las tinieblas. Y las tinieblas no prevalecen contra ella”.
“Nuestra responsabilidad con la historia ya está clara: contestar estos ataques y librar al mundo del mal”.
«Esta nación es pacífica, pero feroz cuando se la provoca a la ira».
“De nuevo, esta nación y nuestros amigos somos lo único que se interpone entre un mundo en paz y un mundo de caos y alarma constante. De nuevo, somos llamados a defender la seguridad de nuestro pueblo y las esperanzas de toda la humanidad. Y aceptamos esta responsabilidad…”
No ha sido el único Presidente que ha recurrido en ocasiones a un lenguaje religioso o bíblico. Abraham Lincoln, que destacaba por su concisión y elocuencia, lo empleaba a menudo, llamando al Norte y al Sur al arrepentimiento y la contrición. Y Thomas Jefferson fue quien pronunció una frase inmortal: “Tiemblo por mi país cuando reflexiono que Dios es justo”.
Actualmente, el político que está despertando admiración y entusiasmo, Barack Obama, además de ser él mismo un buen escritor, tiene una buena plantilla de “ghostwriters”, entre los que podemos encontrar nombres como Adam Frankel, Ben Rhodes, Robert Gibbs, y, sobre todo, al poeta Jon Favreau, 26 años, licenciado en Ciencias Políticas, y que ya trabajó en la campaña de John Kerry en 2004. Su toque literario le ha aportado un indudable lirismo al discurso político de Obama, que ya ha recibido comparaciones con la prosa usada por John F. Kennedy. Lo vemos claramente en frases como esta:
“Sí, podemos. Fue lo que susurraron los esclavos y abolicionistas mientras abrían un camino hacia la libertad a través de la más negra de las noches”.
Jon Favreau no es el único escritor fantasma que está contribuyendo con su talento a embellecer y dotar de expresividad los discursos de los candidatos. Hay varios ejemplos destacados entre las filas de los equipos de John McCain, Mitt Romney, Mike Huckabee, o el propio Barack Obama. Un trabajo anónimo que sin duda beneficia al objetivo de comunicar mejor los mensajes de los candidatos.
No cabe duda de que algunos de esos “ghostwriters” estarán muy pronto redactando los discursos del próximo Presidente de los Estados Unidos, dejando oír su “voz” para siempre, más allá de nuestro tiempo.
Como ya hiciera en tiempos Séneca, autor de algunos de los discursos de Nerón, el talento literario volverá a ser puente entre la creatividad, las ideas y la comunicación.
Las palabras vuelven a tomar protagonismo y nos recuerdan su poder para mover a la gente, transformar la sociedad, y dejar una huella imperecedera en la Historia, más allá del tiempo y las fronteras.
Por su enorme fuerza, simbolismo, y expresividad, en el más clásico estilo americano, merece escuchar el discurso que ofreció Barack Obama tras su victoria en los caucus de Iowa (en versión original y con subtítulos en español):