Ballenas jorobadas
La llegada de la primavera está llena de señales en la naturaleza que marcan una de las estaciones más bellas y que da lugar al inicio de la vida, ya que todo florece de nuevo y muchas especies se reproducen en las próximas semanas. Es una gran estación para ponerse a la tarea de reproducir nuevas criaturas y vida nueva.
Una de esas señales es el viaje anual que realizan las ballenas jorobadas desde el Atlántico norte hasta el Caribe (no son tontas estas ballenas ni nada…), concretamente se desplazan desde diciembre hasta el santuario de Mamíferos Marinos Banco de la Navidad, en Samaná, el área marina protegida más extensa de la República Dominicana y el primer santuario de mamíferos marinos del océano Atlántico. Un paraíso ballenero.
A finales del pasado febrero las ballenas jorobadas llegaron a este santuario, donde al no tener otra cosa que hacer, se dedican a flirtear y a aparearse con enorme entusiasmo. Una vida disipada durante unos meses en los que nacen las crías de ballena que garantizarán en el futuro que estos mamíferos sigan presentes en el océano y viajando cada año a la bahía de Samaná para aparearse y parir como han hecho durante siglos. Una de las razones de que viajen hasta aquel santuario marino son sus aguas cálidas. Y es que a la hora de aparearse y reproducirse, nada como unas aguas cálidas para hacer las cosas bien.
Hay que destacar que a su llegada a Samaná, las ballenas hembras se ven rodeadas de ballenas machos que pretenden hacerlas ojitos y algo más. Aquí es donde tiene lugar eso que se llama selección natural. Las ballenas machos, durante el acto de cortejo, llegan a cantar a través de sus soplidos. Un espectáculo asombroso. Lo que haga falta para impresionar a la ballena hembra. Y es que todo está descubierto y fluye natural en la naturaleza. Y en la vida humana también debe ser así. Sin ideologías de género ni otras tonterías.