Es cierto que hay una gran cantidad y variedad de especies en vías de extinción en todo el mundo. Es decir, se encuentran en franco retroceso y algunas están desapareciendo o quedan muy pocos ejemplares, empobreciendo alarmantemente los ecosistemas donde habitan.
A menudo nos fijamos sólo en aquellas especies que nos llaman más la atención, sobre todo los grandes mamíferos o aves. Pero en el ámbito acuático hay muchas especies que se encuentran en un estado crítico. Casos como la ballena azul, la ballena gris, la ballena de Groenlandia, la ballena Sei, el tiburón Cailón (oceánico, pariente del tiburón blanco), el tiburón Mielga (de pequeño tamaño, de costa), los manatíes, la anguila, el cangrejo bayoneta, la ballena jorobada, la ballena cachalote, la ballena de aleta, los pingüinos, el pez guayacón, el pez Moly de Vela, y otros muchos más.

La explotación pesquera, la contaminación, los desechos de las industrias que son arrojados al mar, y los accidentes marítimos (superpetroleros, cargueros, etc), están contribuyendo a mermar los recursos oceánicos y destruyendo ecosistemas marinos de una forma brutal. La reducción de coral, por ejemplo, es de una gravedad enorme, pero pasa desapercibida entre el aluvión de noticias.

Este impacto y deterioro medioambiental ya está repercutiendo en los propios seres humanos. Que seamos capaces de corregir la extinción que afecta a los mares, está por ver, pero de ello dependerá nuestra calidad de vida en apenas unos años y el equilibrio ecológico del planeta entero.