Hombres viriles
Vivimos tiempos revueltos, ya lo saben ustedes. Los medios de comunicación, los lobbies, los políticos, las empresas y las sociedades en general apuestan por determinados modelos sociales y a ellos se entregan con afán desmedido. Como si no hubiera un pasado, una historia, unas tradiciones, unos roles bien definidos y una cultura desarrollada durante siglos.
De repente, todo el mundo es estupendo y por arte de birlibirloque ya no hay malos, sinvergüenzas, degenerados, maricas, calzonazos, blandengues… porque todos tienes problemas y hay una causa que lo explica. Incluso más de una. Es la nueva psicología moderna pasada por la batidora ultrafeminista. Lo que mola, ya sabe, ya se lo he explicado en otro artículo, es la mezclilla, el totum revolotum, lo multiculti… ya sea racial, cultural, sexual o lo que se le ocurra.
Y en este desmontaje social en el que se embarcan sociedades de todas partes con alegre ignorancia de lo que encontrarán, pero confiadas en su ignorancia de que será mejor que lo tenemos, hay un ataque que ya es de manual y brilla con brillo propio. Con fulgor. Hiere los ojos. Es el ataque furibundo contra todo lo que sea y represente la masculinidad viril. O sea, al hombre macho de toda la vida. El ataque (me lo ha adivinado inteligente lector) viene, sobre todo, de un lado lado femenino de la sociedad. Puntualicemos, sí: de una parte del sector. Estas mujeres quieren derribar el perfil del hombre viril para sustituirlo por una copia descafeinada, feminizada, suave, light, apacible y domesticada. El nuevo hombre moldeable en manos de las mujeres. Pura plastilina en vez de barro duro. Aunque la mayoría de ellas sigan prefiriendo que aquello esté duro. O sea, el barro… Ya me entiende.
En fin, que lo que potencian es un calzonazos de marca mayor. El blandengue que se deja manipular, que se arrodilla ante los criterios políticamente correctos, que se pone el primero en las manifestaciones pro igualdad, que está hecho un cocinillas y se arruga ante una mujer a las primeras de cambio. Plastilina.
En la sociedad que quieren moldear estas mujeres feminazis el hombre viril que exuda masculinidad no tiene cabida porque les quita espacio y protagonismo, porque pone en evidencia lo absurdo e inadecuado de muchos planteamientos ultra feministas y porque su modelo de hombre (educado, viril, que sabe respetar a una mujer de verdad, pero también combatir a las feministas radicales y mujeres que se arriman al movimiento por lo que puedan sacar), que tiene agallas para plantar cara a los desmanes femeninos, las injusticias que se cometen en aras de la discriminación positiva, que sabe ser cortés con una dama al cederle el paso o ayudarla con el equipaje, que sabe flirtear con galantería sin caer en lo soez ni en lo fácil, que tiene muy claro sus roles en la vida, lo que puede hacer y lo que no le conviene, que es duro cuando debe serlo y cariñoso cuando es menester, que tiene valor para dar sus opiniones en libertad, que sabe partirle la cara a un cretino tanto como acunar a un bebé o emocionarse, empuñar un arma tanto como negociar durante una reunión de trabajo, que es intrépido, seguro de sí mismo, tierno, sin caer en la mariconería ni en ser un moñas total… En suma, que es un hombre viril que exuda masculinidad. Es una lástima que las feministas y ciertas mujeres se empeñen en derribar ese icono de virilidad (porque no lo van a conseguir), y porque es precisamente ese tipo de hombre el que más puede aportarles en la vida en todos los aspectos. Barro duro.
El problema que tienen estas mujeres, porque es un problemón, es que no conocen bien a los hombres viriles, perdidas como están entre hombrecillos débiles a los que manejan como quieren. No saben que el hombre viril es un hombre versátil que sabe ser competitivo y duro, pero también afectuoso en una medida distinta a la mujer, pero complementaria a ésta.
Algunas mujeres están empeñadas en que los hombres abandonen sus roles tradicionales y en ese camino los amariconan a base de bien. Así, sin medias tintas. Por eso cuando ven a un hombre viril, ven machismo por todas partes. No es machismo, chicas, es masculinidad viril. Una virilidad sobre la que se están arrojando todo tipo de ideas preconcebidas y clichés negativos para que no resulte popular ser viril. Ni un modelo a seguir. Pero lo es, para disgusto de algunas y satisfacción de otras tantas que sí saben apreciar a un buen macho.
Todo está montado para apoyar al hombre light y moldeable, al calzonazos, al que se amolda a todo con tal de no llevar la contraria. El macho de toda la vida debe luchar contra esta situación, y debe hacerlo desde una masculinidad inteligente, seductora, apropiada en cada momento y, sí, por supuesto, viril, un comportamiento basado en los roles tradicionales del hombre. No por ser macho, se es violento y agresivo de forma descontrolada, como piensan algunas mujeres y feministas para denigrar este modelo individual, que en realidad tiene más que ver con fortaleza, seguridad, inteligencia, honestidad, confianza, generosidad, liderazgo, astucia, cortesía, nobleza, valor, comprensión, sentido del humor, buena forma física y emocional, empatía, compasión, lealtad, y equilibrio. Éstas sí son las características propias de una masculinidad viril y no la imagen que se intenta divulgar de forma errónea y manipulada por parte de las feministas, feminazis, progresistas y algunos medios afines para desprestigiar y destruir la forma genuina de ser de los hombres viriles.
Les dejo con una galería de imágenes de algunos hombres viriles de todas las épocas. Y no pongo más porque ya se hacen una idea, ¿verdad? Pues eso.