Terrorismo en Boston
El ataque terrorista realizado durante la maratón de Boston ha permitido demostrar al país y al mundo el camino adecuado para combatir al terrorismo, que se resume en pocas palabras: caza al terrorista rápida y eficaz. Como la que han sentido sobre sus cabezas los dos hermanos chechenos Tamerlan y Dzhokhar Tsarnaev antes de caer.
Este ataque terrorista ha puesto en práctica muchos de los nuevos protocolos de seguridad, inteligencia y defensa que se han elaborado y puesto a punto desde el 11/S. Desde la recogida de pruebas in situ bajo estándares estrictos, pasando por una rápida coordinación entre las distintas agencias de inteligencia, el FBI y la policía, que ha funcionado correctamente, y el despliegue de fuerzas de asalto combinadas (policía, FBI, SWATS, Guardia Nacional, unidades de emergencias, fuerzas especiales, CIA, etc).
Por primera vez se ha canalizado de forma muy efectiva la colaboración ciudadana a través de redes sociales, llamadas telefónicas, imágenes de vídeo y móviles, cámaras de TV y de circuito cerrado de empresas y tiendas, así como testimonios personales. Una colaboración que ha sido esencial para avanzar en la investigación rápidamente, eliminar a Tamerlan y después capturar a Dzhokhar Tsarnaev.
Dentro de lo terrible que es un ataque terrorista, esta vez ha servido para demostrar que las fuerzas de seguridad, la inteligencia y la sociedad estadounidense han trabajo conjuntamente de una manera diligente y efectiva. El caso ha durado cinco días hasta su resolución, con toda la información transparente y actualizada al minuto, lo que representa un éxito para EE. UU y sus ciudadanos, que han tenido un comportamiento ejemplar estos días, demostrando unidad, firmeza y patriotismo auténtico.
Todavía nos queda por delante mucho trabajo de interrogatorio, investigación de campo, nuevas operaciones en marcha (algunas ya coordinadas con otros países) y análisis de información, así como sacar muchas otras conclusiones de lo sucedido, pero una de ellas ya está clara: la influencia peligrosa del islam radical, del yihadismo de Al Qaeda, y el fanatismo que siembran las mentes de jóvenes proclives a la manipulación ideológica y los conducen a cometer salvajadas de este tipo. El mensaje que han recibido quienes apuestan por la violencia extrema es que EE. UU no va a tolerar ni un ápice de terrorismo, ya sea de grupos organizados o de individuos «integrados» en la sociedad como ciudadanos modélicos que se radicalizan, y que sus responsables lo van a pagar con la vida o a un precio muy caro.
En este país los terroristas sólo tienen un camino: su eliminación. Que no sueñen con llegar a las instituciones democráticas como sucede en España. O con salir impunes de sus ataques. Aquí, somos de convicciones firmes y la lucha antiterrorista funciona y les va a golpear con toda la dureza posible. Por si no se habían enterado.
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