Irving Kristol, un intelectual del sentido común
El pasado viernes, 18 de septiembre, murió Irving Kristol, a los 89 años, como consecuencia de un cáncer de pulmón. Era conocido como el padre del neoconservadurismo norteamericano. Pocos fuera de Estados Unidos conocen bien a este auténtico intelectual del sentido común, que ha sabido divulgar los conceptos de pensamiento e ideología de una enorme mayoría de norteamericanos.
Posiblemente si lee esto desde fuera de Estados Unidos, incluso tendrá referencias negativas de este pensador, que es sin duda uno de los más importantes que ha habido. La razón es simple. Su ideología neoconservadora, a la que llegó tras un paso por el socialismo y descubrir sus fallos y peligros, ha sido vilipendiada muchas veces y lo es aún hoy más por quienes reniegan de la pluralidad de ideas y prefieren un único pensamiento de carácter socialista y que no discrepe.
Nació en 1920 en Brooklyn, Nueva York, en el seno de una humilde familia judía, estudió en la Universidad New York City College, y participó en la Segunda Guerra Mundial como miembro del ejército. Después se casó con la historiadora Gertrude Himmelfarb, y trabajó como escritor de artículos, editor, redactor, director de diversas publicaciones y revistas (Commentary, Encounter..) dirigió el Comité Americano de la Libertad Cultural y, sobre todo, desarrolló una intensa vida intelectual, que lo mantuvo al frente de una de las corrientes de pensamiento más importantes, el neoconservadurismo, que contribuyó a las decisiones políticas en este país de la mano de algunos destacados políticos, militares, economistas, o intelectuales.
En 1953 se hizo cargo de la revista Encounter, que destacó por su impecable calidad intelectual y de diseño, por colaboraciones destacadas de personajes como Isaiah Berlin, Evelyn Waugh, W.H. Auden, Mary McCarthy, James Baldwin, entre otros, y porque recibía financiación camuflada de la CIA. Por supuesto, esto se supo mucho después y no sólo no le quita mérito sino que pone de manifiesto quiénes luchan realmente por Estados Unidos a todos los niveles.
En 1958 se puso al frente de Reporter y ya en 1965 fundó la revista The Public Interest, desde la que impulsó el estudio de las políticas del Estado de Bienestar que puso en marcha la Administración del Presidente Johnson, conocidas como la Gran Sociedad. Ya en esa época denunció, junto a otros destacados intelectuales, el riesgo de la excesiva dependencia de un Gran Gobierno, a través de las políticas de subvención y amiguismos, y apostó con firmeza por el sistema capitalista y los incentivos del libre mercado para conseguir el desarrollo económico. En 1985 completó su proyecto de pensamiento divulgador con la revista The National Interest, que también acogió colaboraciones de excepcional valía, como las de Francis Fukuyama o Samuel P. Huntington.
En torno a la publicación The Public Interest y The National Interest consiguió reunir un elenco de intelectuales de primera fila, que han participado en la política norteamericana de forma esencial y decisiva, y han mantenido abierto un frente intelectual de enorme valor, del cual han salido ideas que han permitido el progreso y el liderazgo de Estados Unidos.
La calidad de los colaboradores de The Public Interest y de sus lectores, convierten a Irving Kristol en uno de los grandes del pensamiento de las últimas seis décadas, al margen de corrientes ideológicas. Precisamente otra de las figuras que contribuyó a la renovación del conservadurismo americano, junto a Kristol, también falleció el año pasado, William F. Buckley. Ambos, además de Norman Podhoretz, forjaron la renovación del Partido Republicano, bajo el liderazgo indiscutible y esencial de Ronald Reagan. Quizá sea la Revolución Conservadora que protagonizó Reagan en los ochenta, de la que Kristol y Buckley formaron parte, y que George W. Bush amplió durante su presidencia, la que buena parte de los intelectuales detestan y por la que se tacha habitualmente a estos pensadores de sectarios o extremistas. Nada más lejos de la realidad. Cualquiera que conozca la historia real de estos personajes, más allá de la caricatura y la manipulación que realizan algunos medios, sabe que su viaje intelectual es amplio y va mucho más allá que unas pocas decisiones, con un contenido en ideas que siguen siendo esenciales para Estados Unidos, y que en realidad nacen del sentido común y conectan con el pueblo más que ningunas otras, como lo hicieran en su tiempo las ideas de Jefferson, Washington, y los Padres Fundadores.
En el caso de Kristol un viaje que comenzó en el ámbito del Partido Demócrata y que le llevó a ser un claro defensor de la herencia política del presidente Harry Truman.
Como escritor, en 1979 publicó Confessions of a True, Self-Confessed Neoconservative y en 1999 Neoconservatism: The Autobiography of an Idea, en los que da cuenta del poder revolucionario de las ideas y su proceso de aprendizaje de la dura realidad, que confrontó con sus iniciales creencias socialistas.
Uno de los grandes aciertos de Irving Kristol fue hacer hincapié en los valores y en proponer una alternativa intelectual sólida y bien estructurada a la deriva de un sector ideológico izquierdista, que perdió el rumbo, y que en buena parte aún no lo ha encontrado.
Esa batalla de ideas, que ganó sobradamente Kristol y los neconservadores, y que siguen ganando en la práctica, están en la explicación de ese odio casi patológico a esta corriente intelectual, por su influencia y por la brillantez de unas ideas que se han demostrado más eficaces y relevantes para Estados Unidos que otras corrientes de pensamiento.
Una batalla de ideas siempre es positiva cuando se trata de trabajar lo mejor posible por el país, porque cada idea, no importa de qué ámbito proceda, contribuye al progreso de todos. Por eso resulta detestable y empobrecedor el actual clima de debate ideológico, en el que la defensa de las ideas termina recayendo con frecuencia en el insulto, el desprecio, y el no reconocimiento a los logros del rival. Lo vemos por parte de todos y desde todas las tendencias ideológicas, con un enfrentamiento radical que envenena las relaciones e impiden la necesaria colaboración entre todos para seguir avanzando de la mano de las mejores ideas posibles.
Para ayudar a continuar esta labor de pensamiento tan importante, como ya hicieran los clásicos en su tiempo (Aristóteles, Platón, Sócrates, Epícteto, Tucídedes, Marco Aurelio…), contamos con su hijo, William Kristol, uno de los directores del influyente semanario conservador The Weekly Standard. Pero no es el único, son numerosos los intelectuales, sin importar las ideologías, dispuestos a dar la batalla de las ideas para mejorar los Estados Unidos, manteniendo al país en la elite del pensamiento moderno.
Irving Kristol fue uno de esos personajes que enriquecieron la cultura de Estados Unidos de forma vital. Para agradecer y reconocer esa labor de años y trabajo intenso, el presidente George W. Bush le concedió en 2002 la Medalla Presidencial de la Libertad, con este comentario: «Un pensador de amplio alcance cuyos escritos han ayudado a transformar el paisaje político de Estados Unidos«.
Pocas palabras pueden resumir su figura como las que han expresado los directores de The Weekly Standard: “Su sabiduría, ingenio, buen humor y generosidad de espíritu hicieron de él un amigo y mentor de varias generaciones de pensadores y servidores públicos«.
De su influencia ideológica decisiva no hay dudas, y ya en 1999 el comentarista liberal Eric Alteman afirmó con clarividencia: “Más que cualquiera que esté vivo, quizá, a Irving Kristol puede atribuirse el mérito de haber revertido la dirección de la cultura política estadounidense«.
Su contribución a la cultura y el pensamiento norteamericano es su gran legado, una herencia viva en ideas, conceptos, y planteamientos intelectuales que seguirán marcando la vida de este país y del mundo a través de sus herederos ideológicos.