Conflicto en el mar de China Meridional
Vivimos una época llena de riesgos y amenazas. Si usted es de los que piensa que el Daesh (Estado Islámico), la guerra de Siria, Al Qaeda, los talibanes, los hackers, etc, son las únicas amenazas, siento decirle que se equivoca. Porque hay más, muchas más.
Una de ellas mantiene en constante alerta a la comunidad de inteligencia y militar de Estados Unidos: la posibilidad real de un conflicto bélico en el mar de China Meridional, que reclama el régimen de Pekín. No es algo nuevo, pero sí preocupa cada vez más por las acciones que está adoptando China, encaminadas a recuperar tierras en el Mar de China Meridional, cuyo ritmo se ha acelerado.
La militarización de esta región sigue unas pautas peligrosas y su potencial puede derivar en cualquier momento en errores de cálculo que desaten un conflicto bélico entre las partes en litigio: China y los países limítrofes que también tienen sus derechos sobre estas tierras. En la práctica, y sobre hechos consumados, China reclama la soberanía sobre la totalidad del mar de China Meridional y está construyendo varias islas artificiales cerca del archipiélago de las islas Spratly para reforzar esta reivindicación; una circunstancia que ha provocado tensiones en sus relaciones con los países ribereños y con Estados Unidos. China utiliza dragas para convertir los arrecifes de baja altitud en grandes masas de tierra, habilitándoles para albergar pistas de aviones militares y otras instalaciones. No son imaginaciones, sino realidades verificadas por militares y agentes de inteligencia estadounidenses.
Ante esta perspectiva de guerra, cierta y real, que se mantiene en el filo de la navaja, lo lógico es mantener la presencia militar estadounidense en la zona, e incluso aumentarla. No sólo con el portaaviones USS Theodore Roosevelt, que ya navega en aguas del mar de China Meridional, acompañado del destructor USS Lassen, capaz de interceptar misiles teledirigidos, sino con nuevos barcos de guerra que refuercen nuestra posición en esta zona inestable y potencialmente peligrosa.
Es la única forma de lanzar un mensaje claro a China sin entrar en conflicto abierto. La libertad de operaciones de navegación en aquellas aguas que rodean al archipiélago de las islas Spratly es un recurso que Estados Unidos debe saber gestionar para pararle los pies a China. Nadie más lo hará, eso lo sabemos usted y yo. ¿Cuál es la buena noticia en todo esto? Que Estados Unidos está ejerciendo esta libertad de navegación, como ha hecho en otras ocasiones por todo el mundo, garantizando que a los expansionistas de turno no se les vayan las manos con las tierras que reclaman.
Y es que vivimos en un mundo lleno de sinvergüenzas a los que sigue siendo necesario plantar cara desde la libertad.