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La Obesidad en Estados Unidos

Como es conocido por todos desde hace tiempo, la obesidad representa uno de los problemas más preocupantes de las sociedades occidentales, y en concreto en Estados Unidos tiene un carácter alarmante. Lo es porque la obesidad afecta a la salud de los individuos de una forma directa.
Los hábitos de vida y alimenticios están en la base de muchos de los problemas de obesidad en este país y de otros, que ven cómo la obesidad gana terreno de forma incesante. Es especialmente preocupante su incidencia en la infancia y adolescencia, ya que condena a millones de niños y niñas a ser adultos gordos, con consecuencias fatales para su salud.
A menudo los responsables políticos y de salud pública relegan esta problemática para enfocarse en otros asuntos. Cuando hablamos de educación y valores, la obesidad queda al margen demasiadas veces, a pesar de los muchos problemas que provoca, incluidos enormes gastos médicos derivados de la atención por problemas de salud relacionados con la obesidad.
Estados Unidos necesita afrontar con seriedad este problema, partiendo de una educación firme desde la infancia en los hábitos de vida, que deberían contemplar ejercicio regular y una dieta sana y equilibrada, basada en el consuno de verduras, frutas y pescado. Unos hábitos que se deberían extender también a la población adulta, y que entran dentro de la responsabilidad individual de cada uno.

Según las estadísticas gubernamentales, el índice de obesidad en Estados Unidos se ha mantenido estable durante unos cinco años, entre el período 2000 y 2008. Las campañas de concienciación y fomento de hábitos de vida saludables son sin duda responsables de ello. Sin embargo, de acuerdo a las estadísticas más recientes, dos tercios de los adultos y casi un tercio de los niños padecen exceso de peso, sin mejoras significativas.
Los datos nos señalan que estamos a un paso de lograr el control sobre el problema de la obesidad, pero aún no hemos llegado a ese punto de inflexión. Conseguirlo también debe ser una prioridad nacional y un objetivo de primer orden en todas las sociedades occidentales. Aunque no sea una cuestión que acapare titulares de prensa ni espacio en los informativos de TV, estamos ante un problema que afecta muy directamente a la salud de las personas y con consecuencias sociales evidentes, que podemos y debemos controlar. Los datos nos sirven para ver la realidad: un 34 por ciento de los adultos son obesos, el 17 por ciento de los niños son obesos también, y un 10 por ciento de los bebés están gordos y rollizos.

Las estadísticas de la CDC, basados en sondeos de salud que se realizan cada dos años, publicadas en el Journal of the American Medical Association, no dejan lugar a dudas. Estados Unidos, paradigma de las sociedades avanzadas, es también paradigma de las sociedades con más gordos. Pero no es un problema exclusivo de este país. Cada vez más en otros países la gente engorda sin control, un proceso que aumenta con el acceso a comida de baja calidad, con la adopción de hábitos de vida sedentarios, poco regulares, y mala alimentación. Un problema que se incrementa con la costumbre de ir a comer a restaurantes con frecuencia, donde se pierde el control y se suele comer más, y la pereza para hacer ejercicio físico.
Las estadísticas publicadas señalan que un 68% de los adultos son excesivamente gordos y han arrojado prácticamente el mismo peso en los últimos tres sondeos realizados.
Por razas, los adultos negros tienen los mayores índices de obesidad, seguidos por los hispanos y los blancos. Posiblemente influidos por factores como los hábitos alimenticios y el escaso acceso a alimentación de calidad, por ejemplo en los comedores de las escuelas o en casas donde no está presente la madre por razones de trabajo u otras. Aquí vemos claramente la importancia de la presencia materna. También porque la gastronomía rica en calorías ocupa un papel importante en la cultura negra e hispana.

Entre los niños de 2 a 19 años, un 32 por ciento eran demasiado pesados, un índice que casi no ha variado. Pero hay un dato preocupante: la mayoría de los niños obesos eran extremadamente obesos y la proporción de niños extremadamente obesos de 6 a 19 años ha aumentado paulatinamente, del 9 por ciento al 15% en el período 1999-2000. Es muy preocupante comprobar que no disminuyan los muchachos obesos, y que en cambio parecen haber engordado aún más. Porque esto puede reflejar una preocupante tendencia futura.
Los hábitos sedentarios, los refrescos, los videojuegos, la TV, la alimentación de mala calidad, la bollería industrial, una deficiente educación gastronómica y alimenticia, y no hacer ejercicio regularmente, son algunas de las principales causas que están detrás de la obesidad y que nos alertan sobre la necesidad de seguir trabajando en la promoción de hábitos de vida saludables que eviten la expansión de la obesidad.
Actualmente, este problema típico de las sociedades avanzadas, se extiende por numerosos países y entre capas de la población más joven, de forma que cada vez más a menudo podemos ver niños y niñas con exceso de peso y problemas de salud relacionados. Así como una población adulta más gorda y fondona. Lo negativo de ello no es el aspecto estético sino los problemas de salud que la obesidad ocasiona y su incidencia en los sistemas y costes de salud públicos, al adquirir características de epidemia.

Afrontar la obesidad debe ser una cuestión de tanto interés como cualquier otra de las que se encuentra en el centro de la atención ciudadana o gubernamental. Por esta razón, toda campaña contra la obesidad, ya sea desde el gobierno o desde iniciativas privadas, debe ser acogida con entusiasmo y apoyo. Campañas que deben incidir en consejos saludables, como hábitos de alimentación basados en frutas y verduras, programas de educación física en escuelas y para adultos, y hábitos de compra en mercados orgánicos y ecológicos, o bien en supermercados de calidad, en particular en ciudades y barrios de bajos ingresos, o en áreas suburbanas de alto nivel adquisitivo, donde a veces la calidad deseable tampoco llega, y ni siquiera los consumidores son conscientes de ello porque creen que los altos costes implican calidad.
La obesidad, esa “epidemia” que afecta a las sociedades modernas, debe ser erradicada, y Estados Unidos, con su inmensa capacidad para liderar y crear ejemplo, debe ponerse a la cabeza de este problema, que sólo en este país afecta a dos de cada tres personas.
Estados Unidos gasta más de 150.000 millones de dólares al año a causa del problema de la obesidad y las complicaciones que se derivan de ella, como la diabetes tipo 2, que podría afectar a una de cada tres personas nacidas en el año 2000, según los Centros para Control y Prevención de Enfermedades, problemas cardíacos, que provocarán 400.000 muertes en 2010, endocrinos, y otras enfermedades crónicas y cerebrovasculares. Es un coste que se ha duplicado desde 1998 y supera a los gastos por cáncer, lo que refleja la gravedad de este tema.

La revista «Stroke», de la Asociación Americana del Corazón, vincula también a la obesidad una mayor predisposición a sufrir un infarto o una hemorragia cerebral.
La obesidad representa, pues, un desafío extraordinario a la sociedad y a las personas, y necesitamos respuestas, pero no sólo del gobierno sino también de cada ciudadano, de cada empresa y comunidad. Sólo con la implicación activa de la iniciativa privada y personal podremos resolver este problema.
Nada conseguiremos si los padres y madres que deben cuidar del peso adecuado de sus hijos no hacen nada al respecto o consienten hábitos poco sanos tanto en alimentación o en el ejercicio. O si esos adultos que deben velar por su peso y salud, no toman conciencia de sus propios hábitos.
Este problema, que a veces se ve sólo como norteamericano, en realidad lo es internacional, actualmente ya hay 1.000 millones de personas obesas, y se estima que para el año 2015 alrededor de 1.500 millones de adultos en el mundo tendrán sobrepeso, lo que representa un elevado 25 por ciento de la población mundial. Candidatos todos ellos a “engordar” (nunca mejor dicho) esas previsiones de 18 millones de muertos al año en todo el mundo por problemas cardiovasculares, relacionados con el exceso de peso y el tabaco.

Tenemos un arma de destrucción masiva en nuestras sociedades opulentas, pero nadie parece darse cuenta de ello ni por enterado. Y mientras tanto sigue aumentando la obesidad en el mundo y afectando a partes iguales a hombres y mujeres, de lo que da cuenta el dato de que las muertes por enfermedades cardíacas se haya igualado en las últimas cuatro décadas, según señala la Organización Mundial de la Salud (OMS). De acuerdo a sus cálculos, en torno a 200.000 vidas se podrían salvar eliminando los factores de riesgo que afectan al corazón, entre los que destacan la obesidad y el tabaco. Precisamente el tabaco también aumenta los riesgos de sufrir sobrepeso a largo plazo, según han demostrado algunos recientes estudios científicos.
Desde la década de los 90 se han frenado las tasas de fallecimientos por enfermedades relacionadas con la obesidad, y han repuntado de forma alarmante por el aumento de diabetes y tensión arterial entre las mujeres, originados por una creciente obesidad.
Por si todo ello no fuera suficiente para considerar la obesidad un problema de primer orden y plantear medidas, afrontamos la relación cada vez más clara entre obesidad y cáncer, de acuerdo a los estudios publicados en la revista científica “Cell”, que confirman que el sobrepeso actúa como un promotor de tumores. El exceso de kilos elevaría el riesgo de cáncer en general y en particular el de hígado, un tumor donde el peligro se multiplicaría casi por cinco. Según “Cell”, sólo en Estados Unidos la obesidad podría estar detrás de 90.000 muertes al año por cáncer.

De la enorme gravedad de este problema nos apuntan también los datos que proceden de un país como España, donde tradicionalmente la dieta mediterránea ha mantenido a raya la obesidad. Sin embargo, en los últimos 20 años, la obesidad infantil se ha triplicado y ya afecta al 14 por ciento de la población y al 17 por ciento de los adultos, según el Centro de Investigación Biomédica en Red sobre Obesidad y Nutrición. Una responsabilidad directa de los padres y su consentimiento de hábitos poco o nada saludables, en línea con ese relajamiento de costumbres que tanto favorecen los gobiernos socialistas y los individuos que van olvidando sus responsabilidades. Además, están aumentando los casos de obesidad mórbida de manera alarmante, afectando a uno de cada cuatro ciudadanos obesos. También en España la población afectada de diabetes tipo 2, con altos niveles de glucosa, se sitúa entre un 6 y un 12 por ciento, el 18 por ciento en mayores de 65 años, y más del 20 por ciento entre los mayores de 75 años. Esta población afectada por la diabetes producida por la obesidad ve reducida su esperanza de vida en 8 años, como han concluido recientemente en el Hospital Universitario de Salamanca.
Asimismo, el gasto asociado a la obesidad en España supera los 2,5 millones de euros anuales, un coste elevado que satura aún más el ya saturado y desbordado sistema sanitario español.
La obesidad, esa epidemia silenciosa, alcanza un coste social y económico muy elevado, que no podemos esconder, ni asumir, ni olvidar. Así, una persona con obesidad moderada vive una media de tres años menos que una persona sana, y un obeso mórbido una media de 10 años menos. En cuanto al gasto médico de atender a un obeso es un 36% mayor que el de una persona que no lo es. Según un estudio realizado por la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad, se calcula que los gastos provocados por esta patología superan los 2.500 millones de euros cada año. En Estados Unidos la obesidad cuesta al sistema sanitario unos 61.000 millones de euros, casi el 10% del coste en atención médica en el país.
Es el momento de afrontar con urgencia los problemas de la obesidad, que sólo en Estados Unidos afecta a 75 millones de personas y que ha convertido a España en uno de los líderes de la obesidad infantil; un triste liderazgo.
La educación de los adultos está en la base de la obesidad y también los valores y los hábitos de vida que se han ido perdiendo, muchas veces derivados de gobiernos, individuos, y sistemas que no favorecen la cultura de la salud. Esa comodidad que muchos encuentran en hábitos de vida que conducen a la obesidad, deben ser desterrados.
Si las madres actuales ya no hacen bocadillos sanos para sus hijos, sustituyéndolos por bollos industriales y hamburguesas, y no se cocinan alimentos sanos, entonces la obesidad seguirá “engordando”, provocando enfermedades y gastos médicos, y matando a millones de personas en todo el mundo.




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