Cristo transforma nuestra vida
La salvación es la promesa de Cristo, pero no es un camino fácil. El primer paso ya es costoso, siempre lo fue, pues implica aceptar a Cristo como el único Salvador, y ello en un entorno social nada favorable. Igual que en tiempos de los primeros cristianos, cuando los romanos y muchos judíos se reían abiertamente de Jesús, de sus creencias y sus seguidores.
Una vez que aceptas a Cristo como Salvador y camino de salvación, es habitual que la gente piense que ya todo lo demás será fácil. Pero no es así, tan sólo es el comienzo del camino que implica vivir la salvación, muchas veces difícil. Debemos entender que ser cristiano nos coloca en el camino de la salvación, pero también debemos vivir esa salvación, nos permite recibir a Cristo en nuestras vidas, pero también conlleva seguir a Cristo. El cristianismo nos concede la vida eterna tras la resurrección, pero es preciso saber usar ese don de la vida eterna que se nos concede a los creyentes. El mensaje de Jesús nos proporciona una nueva vida más allá de esta, pero hay que saber prepararse para vivir esa nueva vida, que no tendrá nada de material y sí mucho de espiritual.
Su mensaje de salvación no se hará realidad si no admitimos en nuestra vida a Cristo, si no aceptamos someternos a Jesús. En esta Semana Santa, y durante todo el año, nos preparamos para afrontar la vida eterna que nos aguarda y que dependerá de nuestra aceptación y consagración a la gracia de Dios. Cuando aceptamos a Cristo en nuestra vida, Él nos salva de la culpa, el pecado y la condenación, cuando lo aceptamos de corazón, nos proporciona el regalo divino de la salvación y la vida eterna. Aceptar a Cristo y entregarnos a Él nos regala la resurrección tras la muerte. Sólo si entregamos nuestra vida a Cristo podemos ser transformados.
La fe cristiana no es sólo conocimiento, pues Dios no quiere que haya diferencia entre lo que creemos y lo que hacemos, Ro. 6.1-4, 10-13. Debemos entregarnos a Dios no para experimentar sus misericordias, sino porque ya las hemos experimentado. Pablo nos lo recuerda en 2 Co 5.14,15. Dios está interesado en lo que hacemos con nuestra persona. El cuerpo es el medio para expresar la consagración de todo lo que somos. Tenemos la libertad de disponer de nosotros mismos a Dios. (1 Co. 6.13, 15, 19-20) y podemos elegir darnos como un regalo a Dios, pero depende de nosotros.
Dios puede tomar una vida de pecado, lavarla con la sangre de Cristo, y hacerla una bendición para la humanidad. Esto es la salvación y la consagración como cristianos. Si te preguntas por qué debemos consagrar nuestra vida a Cristo, la respuesta es sencilla y clarificadora: entregar nuestras vidas a Jesucristo implica ser transformados (Ro 12.2). La transformación que nos pide Cristo es la que procede de la expresión que utilizaba Pablo: methamorfosze (en griego), de donde viene metamorfosis, es decir un cambio radical, de adentro para fuera. No una simple reforma externa.
Cristo murió para liberarnos de este mundo. (Gá. 1.4) porque el mundo es un reino antagónico a Dios que gobierna a sus súbditos por medio de los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida (1 Jn. 2.16). Oró para que sus discípulos tuvieran protección del mundo y los exhortó a que no amaran al mundo porque quien renuncia a este mundo temporal gana la vida eterna.
Esta es la manera en que Cristo transforma nuestras vidas.
Pater Noster
01 Nos autem – Le migliori opere del Canto gregoriano
El Angelus (cantado y en latín)
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