Los éxitos de Trump y las crisis de Biden
Las últimas semanas han sido reveladoras. Donald Trump ha expuesto de forma magnífica y transparente algunas de las mentiras de la Administración Biden, de los demócratas radicales de izquierda, los terroristas urbanos de BLM y Antifa, y la larga lista de fanáticos de ideología socialista y marxista que pululan por Estados Unidos y el mundo.
La primera revelación de Trump ha sido exponer la falsedad de que las políticas socialistas del gran gobierno no son gratuitas. Al final, todos los programas son financiados por los contribuyentes vía impuestos directos e indirectos. Es decir, que los ciudadanos pagan por ellos, aunque el gobierno haga creer que los billones de dólares salen de una chistera mágica o del culo de Kamala Harris. Es mentira. Salen de su cuenta corriente. Que lo sepa. Ninguno de los programas que quieren hacer los socialistas del régimen de Biden es gratis ni cuestan cero dólares, tal y como claman los demócratas y sus seguidores, que ya hasta se creen sus propias mentiras.
A los socialistas que se han apoderado del Partido Demócrata les gusta hablar de programas «gratuitos»: colegio comunitario gratuito, cuidado infantil gratuito, atención dental y oftalmológica gratuita para Medicare, vivienda pública gratuita, cupones de alimentos gratuitos, y un largo etcétera. No se dejen engañar. Todo eso sale de los contribuyentes y se paga muy caro en impuestos y en retroceso económico general. En realidad, es la ruina de un país. En España sabe bien esto porque los socialistas han destrozado el país económica y socialmente con sus políticas de ultra izquierda, y lo siguen hundiendo cada día.
Los medios hablan mucho de la pandemia del COVID, pero la auténtica pandemia es el socialismo, que ha infectado a todos los miembros electos del Partido Demócrata y de buena parte de la política y los gobiernos de todo el mundo. Es una fea, purulenta y peligrosa infección que persiste a pesar de la evidencia diaria de que el gran gobierno y las políticas socialistas no son eficientes ni eficaces, sino todo lo contrario.
El tiempo está poniendo en valor a la Administración Trump y sus éxitos frente a las calamidades y crisis de la Administración Biden. A nivel federal, considere la catástrofe fronteriza provocada por Biden, su desastrosa salida de Afganistán, su inflación récord desbocada, los agobiantes problemas de la cadena de suministro originados por sus políticas socialistas, la pérdida de prestigio e influencia mundial, etc. A nivel nacional, considere el colapso de las escuelas urbanas, el aumento vertiginoso de las tasas de homicidios en las ciudades gobernadas por los demócratas, los elevados impuestos, la pérdida de la independencia energética, la escasa creación de empleo, la pésima gestión del COVID con medidas absurdas y poco científicas, y el robo masivo del dinero de la compensación por desempleo.
Nos enfrentamos a un fanatismo ideológico dentro de la izquierda que pretende hacernos creer que un gobierno más grande que implemente políticas más socialistas creará un futuro mejor. Pobres ignorantes que desconocen que esas políticas ya han fracasado en otros países. El constante estribillo de la izquierda de la palabra «gratis» es un ejemplo clave de lo equivocada que está realmente la Administración socialista de Biden.
Trump acierta al lanzar un mensaje básico a los ciudadanos: ninguna de las cosas que quieren hacer los socialistas del gran gobierno son gratis. Hay que describirlas como lo que son: programas (muchos de ellos absurdos y productos de mentes idiotizadas) financiados por los contribuyentes. Así que recuerden, cuando recibe un almuerzo escolar «gratis», un contribuyente lo paga. Cuando recibe tratamiento «gratuito» a través de Medicaid, un contribuyente lo financia. Cuando vas a una escuela «gratuita» administrada por el gobierno, los contribuyentes financian el coste.
Cuando escuchen hablar de los locos programas socialistas, ya sean de Biden, Schumer, Pelosi, Sánchez o von der Leyen, corrijan la conversación cada vez que se utilice la palabra «gratis» e insistan en llamarlo «financiado por los contribuyentes con sus impuestos», que es lo que son realmente.
Si me preguntan que cómo es eso (para lo que hay que tener cara dura, pero los socialistas la tienen de hormigón), veamos este sistema que amañan cada día ante el estupor de algunos ciudadanos y la ignorancia de otros: los contribuyentes financian los programas gubernamentales tomando prestado, gravando el efectivo y gravando a través de la inflación. Los tres métodos implican sacar dinero de las cuentas corrientes de los ciudadanos, llevárselo para ellos y sus chiringuitos y reducir el nivel de vida de los trabajadores y las familias.
Tal y como Trump no se cansa de repetir, los préstamos para programas públicos son un impuesto de futuro. Mientras que las empresas piden prestado para realizar inversiones, lo que aumenta los ingresos y se auto liquida porque invierten en una mayor producción y obtienen mayores ganancias, con lo que luego saldan la deuda sin reclamar más a los prestatarios, el gobierno pide prestado, gasta dinero en bienes y servicios actuales y no tiene nada que devolver para pagar la deuda, excepto los dólares de impuestos futuros. De modo que tarde o temprano, tendrá que bajar su nivel de vida para pagar la colosal deuda del régimen de Biden.
Por si eso fuera poco, que no lo es, cuando las tasas de interés suben, el coste de pagar intereses se vuelve tan grande que domina y absorbe el presupuesto. Debido al efecto compuesto de los intereses sobre la deuda, los Padres Fundadores, y la mayoría de las generaciones que los siguieron, tuvieron una abierta hostilidad hacia el gasto deficitario y la gran acumulación de deuda pública.
Las terribles e ineficaces políticas de gasto y despilfarro de los demócratas están perjudicando a los trabajadores estadounidenses. La alternativa tradicional a los préstamos es aumentar los impuestos. De modo que no es casualidad que el proyecto de ley de la Administración Biden de más de 3.5 billones de dólares tenga adjunto un aumento de impuestos de 3 billones de dólares. Eso que se vea, de forma oculta mucho más.
El presidente Trump contribuyó a que la economía creciera de forma saludable con el mayor recorte de impuestos de la historia y un extraordinario programa de modernización regulatoria que aceleró la creación de empleo y aumentó el salario neto. Por el contrario, Biden está aplastando la economía con el mayor aumento de impuestos de la historia y una cascada de trámites burocráticos regulatorios que destruyen el empleo y la inversión. El resultado será una economía mucho más pequeña y de crecimiento más lento, menos puestos de trabajo y menos salario neto.
De nuevo Trump alerta sobre otra realidad: es posible que el verdadero impacto para los estadounidenses no sea en forma de impuestos directos, sino que vendrán de los impuestos indirectos y sobre su poder adquisitivo a través de una inflación devastadora. De hecho, ya lo estamos experimentando.
En Estados Unidos, todo el mundo ya sabe que los trabajadores están pagando el alto precio por aplicar políticas socialistas. Así, las ganancias por hora promedio reales aumentaron un 0,2% en septiembre, pero han bajado un 0,8% desde hace un año. Las ganancias por hora reales han bajado un 1,9% desde enero, cuando Biden fue puesto en la Casa Blanca vía fraude electoral. La promesa de Biden de aumentar los impuestos sólo a las personas que ganan más de 400.000 dólares al año ha quedado olvidada y desmentida por los hechos. Toda persona que compra gasolina o gasóleo para calefacción paga más. Cualquiera que encienda la calefacción de gas o encienda la luz paga más. Cualquiera que coma, paga más. Cualquiera que utilice papel higiénico o jabón, paga más. Y los ciudadanos tenemos la necesidad de hacer todo eso.
Los costes de energía aumentaron un 24,8% en el último año, y esto afecta a todos los estadounidenses sin importar sus ingresos. Un regalo de Biden y su banda de defraudadores electorales. La inflación de Biden te grava a la mínima que te mueves.
Como informó The Wall Street Journal, que no es precisamente pro Trump: «los precios de la carne de res aumentaron un 17,6% en los últimos 12 meses, y el pescado fresco y los mariscos aumentaron un 10,7%». Y así todo.
La próxima vez que escuche a un socialista o sus portavoces y palmeros en los medios de comunicación, usar la palabra «gratis», recuerde lo dicho anteriormente, tuerza el gesto e interrumpa y diga aquello de: «¿No se refiere a financiado por los contribuyentes?» Ya verá cómo la gente de repente se vuelve mucho menos partidaria de la toma de poder por parte de los socialistas y optan por políticas conservadoras sensatas.
De momento, la hipocresía galopante de la izquierda ha dejado a Estados Unidos en un escenario de pesadilla. Lo vemos con claridad con el tema del virus chino, las vacunas, la mascarilla, o de manifestación pública, que deja situaciones de injusticia a todos los niveles con la doble vara de medir de la Administración Biden y sus jueces aliados en el sistema judicial.
Con Trump teníamos un país libre, ahora tenemos un régimen tiránico que encarcela por manifestarse frente al Capitolio, por criticar a los mandos militares que traicionan a su país o por disputar con argumentos sólidos la narrativa oficial sobre el COVID. En suma, que persigue a los críticos como si fueran criminales y premia a los auténticos criminales.
Con las nuevas políticas socialistas del régimen de Biden, Estados Unidos ha perdido gran parte de sus libertades y la garantía de igualdad de trato ante la ley. Se imponen cuotas raciales, feminazis y discriminan a los trabajadores que se niegan a vacunarse, ponerse mascarilla o declaran sus posturas ideológicas contrarias al régimen de Biden. Esto es justicia desigual y contradice el principio central de nuestro sistema legal y de nuestro país, que es que todos somos ciudadanos y todos somos iguales ante la ley. No se trata de lo que crees, se trata de lo que haces. No tiene nada que ver con por quién votas. Nada que ver con a quién escucha en la radio, el periódico que lee o a quién ve en la televisión. Tiene que ver con violar la ley. Pero eso ya no es lo que se tiene en cuenta.
Pretenden encarcelar a quienes se manifestaron el 6 de enero, pero los grupos de feminazis que asaltaron los edificios del Senado durante las audiencias de Kavanaugh están libres como las pájaras o lagartas. Tampoco fueron encarcelados los autodenominados ambientalistas que allanaron un edificio federal en Washington hace poco. Ni los terroristas urbanos negros de BLM ni los idiotizados de Antifa que destrozaron y quemaron las ciudades y monumentos hace unos meses.
El régimen de Biden y sus medios aliados en el fraude electoral llama insurrectos a los manifestantes del 6 de enero porque la mayoría son patriotas que votaron a Trump, pero a todos los demás que provocan algaradas y destrozos día sí y día también se les pasa la mano por el lomo porque son votantes de Biden. Esta es la nueva realidad de esta Administración totalitaria, déspota y vendida a los intereses extranjeros. Esto es lo que sucede cuando la aplicación de la ley se vuelve partidista, como sucede ahora. Este es un escenario de pesadilla, un sistema socialista que lo juzga sobre la base de a quién vota y que lo discriminará si vota a Trump o a candidatos MAGA.
Trump pone el foco de atención sobre algo extremadamente grave: Estados Unidos se ha vuelto una vez más segregado, pero no entre negros y blancos, sino entre vacunados y no vacunados, libres de COVID o infectados, con mascarilla o sin mascarilla. La narrativa oficial censura la verdad y crea divisiones sociales sin base ninguna. El régimen socialista de Biden utiliza esa narrativa para poner al país contra sí mismo, a negros frente a blancos, a vacunados contra no vacunados, progres contra conservadores.
No hay ninguna razón por la que un virus deba destrozar los Estados Unidos. El COVID debería habernos unido si los demócratas socialistas no lo hubieran utilizado y lo utilizaran aún políticamente. El sufrimiento compartido a menudo consigue eso, unirnos; Pearl Harbor y el 11 de septiembre lo hicieron. El odio a Trump y el socialismo radical evitaron que sucediera lo mismo con el virus chino porque desde el principio los demagogos, como Biden y muchos otros políticos y medios, han utilizado este virus como un martillo para romper los lazos que unen a los estadounidenses entre sí.
Recordemos cómo durante la campaña presidencial, Biden, decía en repetidas ocasiones y siempre con la cara muy seria, aquello de que todos los estadounidenses que murieron por COVID murieron debido a la negligencia de Donald Trump. Sólo mire los datos, dijo Biden. Pero no hubo datos falsos y, sin embargo, ningún funcionario de salud pública contradijo a Biden. Ahora, Biden nos está diciendo que la única razón por la que la gente sigue muriendo de COVID ahora es porque los estadounidenses obstinados, en su mayoría de clase trabajadora, no se someten a sus mandamientos de vacunas obligatorias. De nuevo utiliza el tema para dividir, aunque sabe que eso es una gran mentira. Sólo los no vacunados están muriendo, afirma Biden. Y, sin embargo, al mismo tiempo, nos dice que los no vacunados de alguna manera amenazan la vida de los vacunados. No es lógico. Es ridículo. No tiene ningún sentido. Es absurdo y es mentira, también los vacunados se pueden infectar y morir, como ha sucedido con el ex secretario de defensa, Colin Powell. Y aún así, un porcentaje de la población aterrorizada y cagada de miedo por las mentiras de los medios y los políticos demócratas y socialistas lo creen.
Entre tanta división forzada por las nefastas políticas socialistas, hay esperanza. Lo cual ya es un milagro en sí mismo. Trump se ha centrado en seguir apoyando a las comunidades por todo el país, entre ellas, la hispana, cuyo empuje, creatividad y emprendimiento están detrás de su rápido crecimiento en poder adquisitivo, cifrado en 1,7 billones de dólares de acuerdo a un informe de la Universidad de Georgia, algo que está impulsando la economía. Otros datos apuntalan la importancia de este sector demográfico: en 2020, el censo señaló un repunte nacional drástico, con los hispanos representando más de la mitad del crecimiento de la población. Una de las razones clave por las que el poder adquisitivo está aumentando es porque se están formando más empresas de propiedad hispana. Justo lo que promueve Trump con entusiasmo.
Conforme los hispanos prosperan en este país, valoran mucho más las políticas conservadoras de Trump, políticas que funcionan, políticas de América First que priorizan a los trabajadores estadounidenses.