El fenómeno de las Young Adult Novels (novelas para jóvenes adultos) es uno de los más impactantes a nivel de ventas y seguidores en muchas décadas. El boom de autores, novelas y películas basadas en este tipo de libros ha arrasado las listas de ventas y roto todas las taquillas de cine.
Pero ¿es esto positivo? ¿Aporta algo de interés? Sin duda, hay un puñado de buenas novelas en este segmento, pero también tiene su lado negativo. Las editoriales apuestan por las YA novels porque saben que venden entre un público mayoritariamente femenino y cuyas edades comprenden en el 55% de los casos a lectoras de más de 18 años y en un 28% entre 30 y 44 años.
La cuestión es que son novelas prefabricadas para ese consumo, que aportan bien poco, pero que las grandes editoriales y medios de comunicación intentan vender a toda la población, hasta el punto de que colapsan todas las listas de ventas de libros y de cine, alterando profundamente la percepción de lo que es comercial actualmente y de lo que interesa socialmente.

No hay novela de YA que no tenga su heroína increíblemente irreal y promueva valores supuestamente modernos y feministas, pero que en realidad son un rediseño social para favorecer ciertas tendencias de moda: minorías raciales, costumbres sexuales, el rol de la mujer, del hombre, o las historias que se cuentan, alejadas de la realidad y edulcoradas con nuevos paradigmas sociales que tratan de imponer un nuevo orden basado en el lema: todos somos guays, pero si somos mujeres a la última o minorías cañeras, aún más.
La banalidad de los temas que tratan muchas de estas novelas para Young Adults se extienden como una mancha de aceite, de manera que la horda de lectoras que consume este tipo de libros se mueven entre las distopías más alucinantes, los vampiros sexys, los hombres lobos con cuerpo musculado, enfermedades terminales o raras, suicidios, autoflagelos, amoríos, heroínas de dura pose, etc. Historias muy flojitas empaquetadas para lectoras impresionables que se exponen en los medios como el no va más de la moderna literatura comercial. Para vomitar o liarse a tiros.
El problema es que ese público lector fuerza a producir más y más de ese tipo de YA novels y películas, saturando el mercado y quitando espacio y oportunidades a mejores obras con mejores historias.
El fenómeno de las novelas para jóvenes adultos es tal que hasta lectores talluditos ya se pierden en sus páginas sin rubor, rebajando su nivel de exigencia literaria, y alimentando nuevos títulos cada vez más prescindibles y fabricados con fórmulas artificiales para que triunfen en las listas o las taquillas de todo el mundo, uniformizando unas tendencias y practicando ingeniería social vía literatura de ocio.

El asunto ha llegado a tales límites que las fans (me refiero a en todo momento a ellas porque son mayoritariamente mujeres las que leen estos libros…y algún chaval crecido en esta época en la que le han lavado la cabeza con ideas idiotas), se reúnen en simposios y hasta tratan de influir en los escritores para que escriban nuevas continuaciones de sus sagas favoritas o influir en lo que hacen sus personajes, si deben aparecer o desaparecer, etc. George R. R. Martin, el autor de Juego de Tronos, harto de estas presiones, ya se ha enfrentado abiertamente a esos lectores plastas para mandarles a la mierda. Muy bien hecho, George. Con un par.
Parece que la sociedad, empeñada en no envejecer a toda costa, se agarrara al fenómeno de las YA novels para perpetuar una adolescencia eterna y artificial. El peligro es que eclipse o margine obras con más mensajes que aportar y de más valía, favoreciendo un mercado del libro en el que este tipo de historias, muchas veces auténticas tonterías, extienda su presencia más allá del segmento social juvenil, como ya está sucediendo. Libros y películas para jóvenes adultos que alimentan un ocio alejado de la realidad y que fomenta un determinado orden social impuesto por gente que va de enrollada y moderna. Miedo me da saber lo que leen.