Navidad
“Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. Y esto os será por señal: hallaréis al niño envuelto en pañales, echado en un pesebre. Y repentinamente fué con el ángel una multitud de los ejércitos celestiales, que alababan a Dios, y decían: Gloria en las alturas a Dios, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres”. (Luke (Lucas) 2:11-14)
Un año más es Navidad, un tiempo para la alegría y la adoración por el niño que nos fue enviado. La verdadera alegría en esta fecha no pasa por hacer grandes comidas ni excesos de ningún tipo, ni en beber ni en comportarse de forma falsa. A menudo la gente confunde el «gozo» que nos enseña la Biblia en la celebración de Navidad con «fiestas» sociales, creyendo que el sentido de la Navidad se conoce a través de la diversión y por beber unas copas de más. Una gran equivocación, que va en aumento, junto con la pérdida del auéntico sentido de la Navidad.
En la Biblia podemos ver que el gozo por estas fechas está relacionado con algo sagrado y sublime, como es el nacimiento del Hijo de Dios, que nos dio a Emanuel, “Dios con nosotros”.
Debemos alegrarnos y celebrar en Navidad, que es en esencia una fiesta cristiana (no lo olvidemos), que ha nacido aquél que traerá salvación y libertad a los oprimidos, los pecadores, y a sanar a los quebrantados de corazón. Jesús viene a este mundo para traer salvación a los corazones angustiados por el pecado.
En su tiempo, el nacimiento de Jesús fue motivo de alegría y también de adoración, ya que vieron en él al niño rey. La palabra adorar, de origen griego “Proskuneo”, siginifica reverencia, reconocimiento, veneración y adoración. Es la palabra empleada para postrarse ante un rey o reyes. Los Reyes Magos, que fueron a adorar al niño tras su nacimiento, reconocieron que era “El Rey de Reyes y Señor de Señores”, el enviado y esperado Mesías, que traería salvación a su pueblo. Así lo expresaron las Escrituras:
– Reverencia porque él es santo (Lc. 1:35)
– Reconocimiento porque él es Señor (Fil. 2:9-11)
– Regalos porque él es soberano (1ª Ti. 6:15)
El deseo de Dios es que tú llegues a creer en todo lo que Jesús hizo allí en el Calvario por tu pecado, por mi pecado. En aquella lejana Navidad lo que más tristeza llevó al corazón de Dios, fue ver a un pueblo, al pueblo de su promesa, de su pacto, darle las espaldas a aquel que vino a dar su vida por ellos. Juan 1:12 dice: “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”.
Solamente los magos y unos pastores que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño, se interesaron por ver al niño del pesebre y unos a otros comenzaron a decir: tenemos que ver lo que ha sucedido en Belén, tenemos que ver a Jesús y así lo hicieron (Lc. 2:8-12, 15-18).
Hoy, como entonces, sólo unos pocos sabrán ver el auténtico sentido de esta fecha y nacimiento que marca a toda la Humanidad.
Jesús nació y vino a este mundo para darle a la gente la verdadera libertad, tal como el mismo Señor lo declaró en su misión y ministerio: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos«. (Lc. 4:17-20).
“Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es” (v. 20).