El carbón en Estados Unidos
A nivel energético se está produciendo una auténtica nueva revolución en los Estados Unidos. El petróleo, el gas y las energías renovables han colocado al sector tradicional del carbón en una situación de crisis. Lo vemos crudamente en una de las zonas donde más fuerza ha tenido este sector, que ha sido el pilar fundamental de la economía durante décadas, las mismas en las que Montana y Wyoming vieron extraer millones de toneladas de carbón, enterradas en capas de hasta 20 metros de alto bajo la superficie y las montañas Rocosas de ambos estados. Precisamente la cuenca del río Powder, 65.000 kilómetros cuadrados (25.000 millas) que rodea a Sheridan, ha sido el centro carbonífero de este país. Las gigantescas minas de esta región producen casi medio millón de toneladas de carbón al año, que es una cantidad mucho mayor que las que producen las montañas del centro-occidente o de los montes Apalaches. Durante años la minería del carbón significó la prosperidad de la cuenca del río Powder, donde se producía la mayor cantidad de carbón de Montana y Wyoming. Una situación que ha entrado en crisis sólo en meses recientes.
La situación actual ha derivado en una disminución alarmante de trabajadores en los últimos tiempos y es tan grave que ya está afectando incluso a las minas como la de Decker. Los datos lo reflejan claramente. Al menos 300 empleos se han perdido en las minas de carbón desde Montana hasta Wyoming desde inicios de 2012, según las cifras de la Agencia de Seguridad y Salud en la Minería de Estados Unidos. Los mineros de Decker perdieron sus empleos debido a una disputa sobre los puertos del oeste del país, que sirven de punto de exportación para los mercados asiáticos.
Curiosamente este desempleo de los mineros en Montana y Wyoming se está produciendo en uno de los momentos en los que la demanda mundial del carbón está creciendo debido a la enorme demanda de las economías asiáticas, donde el carbón reemplazará a los hidrocarburos como la principal fuente de energía mundial en los próximos cuatro años. La única excepción será Estados Unidos, donde la demanda nacional de carbón disminuye ante el aumento de la producción del gas natural y el petróleo. La consecuencia es una grave crisis económica en las zonas productoras que antes dependían de esa industria.
Los despidos en Decker redujeron casi a la mitad la plantilla de la mina y han dejado en la calle a mineros que ganaban unos 30 dólares la hora y vivían muy bien en una región donde el carbón era la principal fuente de ingresos. Todo esto ha cambiado, pero el auge del gas no es la única razón. El año pasado, el copropietario de Decker, la empresa australiana Ambre Energy, proyectaba aumentar la extracción y exportar millones de toneladas de carbón al año a países como Corea del Sur, un reflejo de la situación del mercado actual en el que las empresas apuntan fuera de nuestras fronteras debido a la escasa demanda interna. Sin embargo, los planes de Ambre de desarrollar puertos en la costa occidental se vieron frenados por trabas burocráticas que obligaron a la compañía a postergar sus planes. Otras empresas grandes, como Arch Coal, Inc. y Peabody Energy, sufren problemas logísticos similares que están afectando directamente al sector del carbón norteamericano. A pesar de ello, cierta cantidad de carbón de esta región se está exportando a través las instalaciones de la costa oeste que ya existen. La situación es que éstos ya están saturados y es preciso invertir y ampliar la infraestructura para potenciar la industria minera, que es perfectamente viable si cuenta con los recursos y los medios para continuar su actividad con altos niveles de competitividad en los mercados de energía.
Desbloquear este asunto para aumentar las exportaciones es vital para salvar la cuenca del río Powder, en Sheridan, toda la industria minera de Montana, Wyoming y el resto de cuencas carboníferas del país, y con ello miles de empleos de los mineros. Lograr esto pasa por desarrollar los puertos en los estados de Washington y Oregón, entre otros, lo que permitiría que Estados Unidos pueda atender en condiciones competitivas la demanda mundial de carbón.
Estos planes de inversión son fundamentales para salvar los empleos del sector minero en zonas donde no hay muchas más opciones de trabajo, pero es que además son inversiones estratégicas en un sector vital de la energía, como el del carbón, que aún tiene mucho que decir.
Cierto que algunos de esos trabajadores pueden reengancharse en empleos de las minas de cinc en Alaska, de oro en Nevada o en el pujante sector petrolero y del gas esquisto en Dakota del Norte, pero no deberíamos abandonar las cuencas mineras del país, que han sido, son y serán un pilar esencial de la economía, vertebradores sociales y un ancla de población en zonas aisladas. Ya en el pasado hubo otras crisis, por ejemplo, al norte de Sheridan, a orillas del río Tongue, lo atestiguan las ruinas de poblados que dependían del carbón, como Monarch, Kleenburn y Acme, que tuvieron su auge en la década de 1920. Su declive no fue reparado hasta que vinieron Decker y otras compañías décadas más tarde. Hoy afrontamos otra crisis, pero no debemos abandonar a su suerte a las gentes que viven del carbón.
Tras ser fundada en 1972, Decker creció hasta tener centenares de obreros que producían 10 millones de toneladas de carbón al año, un volumen que produjo durante sus dos primeras décadas a la perfección. La producción este año será menos de la tercera parte de esa cifra. Lo importante en todo esto es que la mina, como otras muchas, sigue siendo viable y la solución es encontrar clientes para ese carbón y hacer posible la venta rápida del mismo, su exportación, llegada al mercado nacional en condiciones de competitividad, etc.
Hoy, el sector del carbón necesita planes realistas e inteligentes para superar la coyuntura y seguir desempeñando un papel importante. No está sentenciado ni mucho menos y veremos un nuevo auge de las minas de la mano de la tecnología y la eficacia en la gestión y la explotación minera.