El Reino de Dios
La Palabra de Jesús nos acerca al Reino de Dios y lo hace realidad aquí y ahora. El Reino de Dios está entre nosotros porque Jesús ya ha venido a la tierra y nos ha dejado su presencia (Mateo 26,26 – 28; Marcos 14,22 – 24; Lucas 22,19 – 20). Jesús, con sus enseñanzas y lecciones, pone el cielo entre nosotros, hace realidad el reino de los cielos. Pero es una realidad que sólo se puede vivir si admitimos su Palabra y nos alimentamos espiritualmente de ella a través de la oración, el estudio y la meditación. Así es como se abre ante los creyentes la promesa del reino de los cielos, donde se hace realidad diaria aquí en la tierra la esperanza, el amor, la alegría y la paz. Para hacerlo realidad es preciso que la Palabra anide profundamente en el corazón de cada persona, de manera que ilumine su interior y haga posible ese reino en toda su plenitud.
Los fariseos esperaban un Reino de Dios en la tierra, un reino político que pondría fin a la dominación romana con un poder y signos extraordinarios. Ellos proclamaban que si Jesús era de verdad el Mesías, ¿cuándo iba a empezar su Reino? La respuesta de Jesús a aquellos fariseos (Lucas 17,20 – 25), como ahora a los escépticos, deja perplejos a quien lo escucha: El Reino de Dios no viene con espectáculo, estaba ya entre ellos. Está entre nosotros. Jesús advierte que no se trata de un reino de ejércitos, de emperadores, de palacios, etc. sino que es algo mucho más sutil, menos notorio. Es un gobierno sobre los corazones, cuya ley es la caridad y Cristo es el soberano.
Sus preceptos guían una conducta auténtica ante la vida, sus mandatos son estimulantes y nos hacen crecer espiritualmente y como seres humanos. Su Palabra ilumina a la gente que la escucha, a toda clase de gente, sencilla o más instruida, sin distinción, porque Jesús llegaba a toda la gente que deseaba escucharle con el corazón. Algo tan difícil en tiempos de los romanos como ahora, en tiempos de los escépticos, los hipócritas, los descreídos y los cínicos.
Cuando Jesús reina en nuestra alma nos abrimos a Él para que haga lo que quiera con nosotros. Pero Él sólo entra y se queda a vivir si encuentra un alma limpia, sin pecado, o un alma redimida, porque un alma en pecado es un lugar inhabitable para Dios, que nos aleja de Él. Por eso el pecado, en su concepción más amplia, es nuestro enemigo. ¡Qué diferente sería el mundo si todos estuvieran en gracia con Dios! ¡Qué diferentes serían las cosas si los países y las personas adoptaran realmente el mandamiento de la caridad universal y el amor al prójimo! Jesús nos proporcionó las herramientas y la sabiduría para extender el reino de los cielos en la tierra. Y para eso es necesario empezar por nuestro corazón y nuestra casa.
Más de dos mil años después sigue siendo una minoría la que ha comprendido el mensaje y la Palabra. Escucharla en estos días nos acerca a ese Reino de Dios que no es de este mundo pero que bien podemos traerlo también a nuestras vidas de la mano de sus enseñanzas.
Canta Juan pablo II Padre nuestro
Canto Gregoriano CREDO IN UNUM DEUM, Schola Gregoriana Mediolanensis
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