Programas de aprendizaje de Trump
¿Rusia? ¿Estado Profundo? ¿Filtraciones? ¿Noticias falsas o sesgadas de los medios? El ciudadano se puede preguntar si todo eso ocupa y preocupa al Presidente Trump. La respuesta es nítida: apenas nada. Es buen material para tuitear y combatir esa cantidad de información falsa y bulos, pero poco más. La agenda de la Administración Trump está ocupada, y mucho, con una serie de iniciativas que ya han cambiado el perfil de la nación y la han vuelto a poner en el camino para lograr una América Grande Otra Vez, o sea, una América fuerte, con capacidad de liderazgo y competitiva que se diferencia de las demás naciones de forma clara.
En esa agenda plena de asuntos importantes, ocupa un lugar destacado un objetivo marcado en rojo por el Presidente Trump como prioritario: extender los progamas de aprendizaje laboral y capacitación profesional para los trabajadores, de forma que los norteamericanos estén en mejor disposición de aprovechar las inmensas oportunidades del nuevo entorno laboral. El aprendizaje es la “niña bonita” de Trump en sus políticas de empleo, y refleja la apuesta por un modelo que enseñe y forme a los trabajadores, que inculque habilidades profesionales para que sean más competitivos y los productos estadounidenses tengan más éxito en el mercado.
Al cuidar este aspecto formativo, el Presidente Trump abre una vía fundamental no sólo para lograr más empleados de calidad y profesionales, sino que aglutina a su alrededor a las clases trabajadoras, ofreciendo posibilidades y formación de alto nivel. Además, esto puede retornar en millones de votos de la clase trabajadora para Trump en 2020, más de los que ya votaron por él en 2016.
El Presidente Trump mantiene así su promesa a los norteamericanos para lograr una prosperidad real en los Estados Unidos, basada en políticas que incentiven la formación profesional y el éxito en el trabajo. Y lo está haciendo sin necesidad de tirar millones de dólares de los contribuyentes a la basura con subvenciones artificiales y estúpidas, como hacía la Administración Obama, impulsando programas de aprendizaje allí donde se necesiten realmente y donde haya sectores productivos de la economía que precisen de mayor formación y se comprometan a financiarlos y apoyarlos.
Los éxitos de una presidencia se labran en hechos cotidianos. El Presidente Trump tiene en los nuevos aprendices de Estados Unidos a esos trabajadores competitivos que marcarán la diferencia en muy poco tiempo. “Aprendizaje” es una de las palabras que Trump va a incluir en la historia de la presidencia norteamericana. No es una palabra grandilocuente y pomposa como “paz”, “democracia”, “tolerancia” o “igualdad”, pero es una palabra que encierra el éxito para las personas y para el país. Trump apuesta por el aprendizaje para millones de estadounidenses que, de esta forma, nunca quedarán atrás en el mercado de trabajo, algo que es tan importante como no dejar nunca atrás a un compañero en el campo de batalla o de la vida.
Es por políticas como ésta: formación y aprendizaje, por lo que la clase media trabajadora de este país se está pasando en masa a votar al Partido Republicano, según algunas encuestas, y por lo que se declaran votantes de Trump y de los candidatos en la línea política de Trump. Esto es una consecuencia social y política de largo alcance que pocos están sabiendo captar, pero que va a marcar la historia de los Estados Unidos a medio y largo plazo.
El Presidente Trump está determinado a promover planes para ayudar a las empresas norteamericanas a encontrar trabajadores cualificados o formarlos mediante programas de aprendizaje. Es la política del día a día que construye una presidencia exitosa. Trump está haciendo sus deberes para el país y los ciudadanos mientras los medios se dispersan en una nube de bulos y mentiras de la que tendrán que dar cuenta. Hoy por hoy, es Trump quien está trabajando por el empleo en los Estados Unidos, cuidando que se desarrolle nuestra fuerza laboral a su máxima capacidad.
Los medios, en su búsqueda de noticias rimbombantes, se embarcan en ficciones, mientras la realidad está pasando ahí fuera. Sucedió con la elección de Trump, inmiscuidos en sus delirios para llevar a la corrupta (y ahora muy alegre bebedora) Hillary Clinton a la Casa Blanca, y vuelve a suceder: perdidos en tramas rusas inexistentes mientras la presidencia de Trump avanza imparable al éxito y a la reelección.
Una de las primeras medidas acertadas de esta Administración es permitir que las agencias y departamentos del gobierno eliminen las regulaciones que impidan a los programas de capacitación y aprendizaje recomendar nuevas acciones ejecutivas para promover esos programas. La eliminación de burocracia federal, estatal y local permitirá agilizar los programas de aprendizaje y formación como no se ha hecho hasta ahora.
Se trata de un esfuerzo sin precedentes para que más trabajadores estadounidenses se integren en la economía con nuevas habilidades y capacitaciones profesionales. La afirmación de Trump: “Hay millones de buenos trabajos que conducen a excelentes carreras y empleos que no requieren un título de cuatro años” es totalmente acertada y abre las puertas del mercado de trabajo a millones de personas a las que se les ha cerrado la puerta del mercado laboral y robado sus sueños y sus vidas. Con Trump esos trabajadores estarán capacitados para entrar al mercado y competir con sus mejores destrezas.
Todos los especialistas económicos y laborales están de acuerdo en que vivimos una época de escasez de profesionales con habilidades específicas. Sí, hay millones de titulados universitarios que no saben hacer nada, o muy poco, y eso está en la base de la pérdida de competitividad nacional. Recuperar esas habilidades es un objetivo nacional para el Presidente Trump, que ya se ha arremangado para promover una educación y capacitación profesional pagada sin necesidad de un título universitario. Es una política acertada para hacer frente a los desafíos de sectores concretos de la economía: industria, tecnología, informática, comunicaciones, defensa, etc, con dificultades para encontrar trabajadores cualificados.
La visita que realizó la semana pasada el Presidente Trump a Wisconsin, en compañía del Gobernador republicano Scott Walker (que se presenta a un tercer mandado), para impulsar el aprendizaje, no fue casualidad. Para aquellos que todavía se mantienen en babia con respecto a lo que sucede en Estados Unidos, Wisconsin fue el primer estado del país que aprobó una ley para crear los programas de capacitación en 1911. Unos 11.000 adultos y 3.500 estudiantes de secundaria participan actualmente en programas de aprendizaje supervisados por este estado del medio oeste, que además Trump ganó en las elecciones sacándolo de las garras demócratas. La participación de adultos en programas de aprendizaje en Wisconsin ha aumentado un 6 por ciento desde 2015, en los que participan alrededor de 2.400 empresas o empleadores. El programa del Gobernador Scott Walker, Wisconsin Fast Forward, ha proporcionado más de $19 millones en subvenciones a empresas locales que apoyan a más de 18,000 trabajadores. También ha proporcionado $35,4 millones a los distritos escolares y colegios técnicos para reducir las listas de espera en los campos de alta demanda, así como ofrece capacitación en habilidades laborales para personas con discapacidades, incluyendo veteranos discapacitados. La tasa de desempleo del estado es de 3,2 por ciento, la más baja desde el año 2.000, pero también es fiel reflejo de lo que pasa a nivel nacional con el empleo: hay unas 100.000 plazas de trabajo abiertas en distintos sectores, que incluyen agricultura, producción industrial, tecnología de la información y cuidado de la salud, construcción y servicios, que están vacantes por falta de gente capacitada. Ése es el reto real de la presidencia Trump, no Rusia ni el hatajo de periodistas mentirosos de los medios progresistas.
Otro apunte revelador: el salario anual promedio de aquellos ciudadanos que han completado los programas de capacitación y aprendizaje fue de 67.600 dólares aproximadamente en 2015. Empleos de calidad en la base de una clase media próspera.
El presidente Trump se enfoca, pues, en los problemas reales del país e impulsa un sistema de capacitación más fuerte para que los trabajadores ocupen millones de empleos vacantes que hay ahora en el mercado laboral. Trump adora la palabra de “aprendiz”, reconocido por él mismo, (“I love the name apprentice”), y pretende que cada escuela secundaria y empresa en Estados Unidos ofrezcan oportunidades de formación práctica. Los planes del Presidente para lograr que compañías privadas y universidades se asocien para pagar el costo de la capacitación profesional es la mejor noticia positiva en mucho tiempo. Y pocos han sabido darla. Esos programas de aprendizaje son las claves para el éxito en la vida. Y lo demás que cuentan por ahí en los medios son milongas que no conducen a nada.
El desafío para el Presidente Trump es aumentar los aprendices que completan sus programas de aprendizaje de varios años e incorporarlos al mercado de trabajo, dado que esos índices se han mantenido muy bajos hasta ahora. Así, de los 146 millones de empleos en los Estados Unidos, alrededor del 0,35 por ciento, o algo más de medio millón, fueron ocupados por aprendices activos en 2016. Y menos de 50.000 personas, incluyendo 11.104 en las Fuerzas Armadas, completó su aprendizaje en 2016. Incrementar sustancialmente esos porcentajes es el camino para lograr que el aprendizaje y la cualificación profesional se conviertan en herramientas para aprovechar todo el potencial de empleo en Estados Unidos, para incrementar la contratación de estadounidenses y elevar la competitividad de los productos y servicios norteamericanos. En este sentido, la secretaria de Educación, Betsy DeVos, está trabajando muy bien para asegurar que nuestros trabajadores estén bien entrenados para los trabajos técnicos cualificados que hoy y en el futuro impulsarán a los Estados Unidos.