La conspiración iraní
La desarticulación efectuada por los servicios de Inteligencia estadounidenses de una presunta conspiración iraní para atentar contra la Embajada de Israel y matar al embajador de Arabia Saudí en Washington, Adel al Jubeir, tiene una trascendencia mayor de lo que es percibido por la opinión pública, en tanto que estos planes eran respaldados por elementos del régimen iraní.
La conspiración ha sido desbaratada en la fase más temprana de planificación y pone de relieve la amenaza real y objetiva que representa el régimen iraní, que sigue sometiendo a su pueblo a una dictadura férrea y una represión brutal. La operación fue organizada por la ‘Fuerza Al Quds’, una sección de los Guardianes de la Revolución iraníes, que ya ha realizado otras acciones terroristas en el pasado.
Estos hechos deben servir para endurecer la política de sanciones económicas contra el régimen iraní y hacernos plantear la intervención militar como última medida. Estados Unidos y el mundo occidental no pueden permitir este tipo de acciones de corte terrorista impulsado desde un estado y para ello necesitamos lanzar un mensaje claro que diga a las autoridades iraníes que estos comportamientos no serán aceptados.
En la operación el ciudadano Manssor Arbabsiar, vinculado a los organismos de seguridad de Irán y otros grupos terroristas, ha sido arrestado, sospechoso de planear el asesinato del embajador saudí. Es un paso más en la escalada de Irán, que sigue adelante con sus programas de desarrollo nuclear y de apoyo a actividades terroristas. Por ahora, mantiene sus planes de enriquecer la pureza del uranio del 3,5 % al 20 %, acercándose al estándar necesario para fabricar bombas atómicas, y ya ha realizado varias pruebas con cabezas nucleares para misiles y experimentos con explosiones sincronizadas de «alto nivel», lo que indica claramente su intención de usar la energía nuclear en programas militares.
Con estas perspectivas, se hace preciso aumentar la presión contra el régimen iraní y buscar el cambio, que beneficiaría a todo el país. En este sentido, las nuevas sanciones impuestas a la Fuerza Al Quds de los Guardianes de la Revolución iraní, un cuerpo militar especial del régimen islamista, y a una compañía aérea privada iraní acusada de darles apoyo, son las medidas oportunas.
La penetración iraní en América Latina, de la mano de su aliado Hugo Chávez, nos presenta un escenario inquietante. A esas alturas, Irán ya ha establecido centros culturales en 16 países latinoamericanos y mantiene 10 embajadas. Muchas de sus actividades tienen una orientación militar o contra los intereses norteamericanos, y esto es lo preocupante porque se plantea el uso de la región como una posible plataforma para actividades terroristas o de apoyo a grupos subversivos.
De hecho, este complot fue descubierto en territorio mexicano, cuando Manssor Arbabsiar, un ciudadano iraní-norteamericano, intentó contratar el servicio de un grupo de narcotraficantes, los Zetas, para que ejecutara los atentados y asesinara al embajador saudí.
Esto nos recuerda que Irán debe seguir estando en el objetivo de la política exterior estadounidense, sin que bajemos la guardia.