Desde algunos sectores de la comunidad de inteligencia y las fuerzas de seguridad estadounidenses venimos reclamando desde hace tiempo medidas drásticas en la guerra contra los grupos criminales organizados que se dedican al tráfico de animales, parte de cuyos ingresos se destinan a financiar actividades terroristas y de otro tipo.
El gobierno estadounidense ha dado un paso valiente en este sentido al poner en el punto de mira de nuestros objetivos estratégicos el desmantelamiento de la red Xaysavang, radicada en Laos y con filiales activas en Sudáfrica, Mozambique, Tailandia, Malasia, Vietnam y China, dedicada al infame tráfico de elefantes, rinocerontes y otros animales salvajes que son codiciados por su marfil, pieles, etc.

Los nuevos programas contra el crimen organizado transnacional se van a beneficiar del intercambio de inteligencia, unidades especializadas y herramientas que nos permitirán destruir este tipo de redes especialmente deleznables por el tipo de actividades que realizan y financian. De acuerdo a algunas estimaciones conservadoras el tráfico mundial de productos que provienen de la fauna salvaje genera entre 8.000 y 10.000 millones de dólares por año (créame, es mucho más), que a su vez financian otras actividades ilícitas como terrorismo, tráfico de armas, de drogas y de personas (principalmente mujeres destinadas a la prostitución). Únicamente el tráfico de marfil se ha duplicado desde 2007 y se ha más que triplicado en los últimos 15 años, impulsado principalmente por los mercados de Asia y Medio Oriente, donde los huesos de los animales son reducidos a polvo para ser utilizados en la medicina tradicional.

Una mayor implicación de Estados Unidos para combatir estos grupos criminales organizados, que incluirá la recompensa de importantes sumas de dinero a quienes colaboren y unidades operativas y de inteligencia sobre el terreno, permitirá cazar a los cazadores ilegales y a quienes se mueven en esta órbita criminal.