Directrices para la Inteligencia estadounidense
Vivimos tiempos complejos y difíciles y la comunidad de Inteligencia estadounidense está inmersa en una serie de transformaciones y mejoras vitales. Entre ellas, las nuevas directrices para la Inteligencia militar, que opera bajo la autoridad de la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA), con el objetivo de coordinar con la CIA en mayor medida los trabajos que se realizan. Se pretende así integrar la inteligencia que se consigue por ambas vías y potenciar las sinergias para identificar riesgos, amenazas y averiguar qué representa un peligro para EE. UU en regiones conflictivas en las que el país tiene intereses, tales como Asia, Latinoamérica, Oriente Medio…
Una de las conclusiones efectuadas desde la Dirección Nacional de Inteligencia es que la DIA ha desarrollado un notable trabajo, de gran efectividad, en los últimos años, centrado sobre todo en el suministro de inteligencia a sus oficiales en zonas de combate, pero ha llegado el momento de extender esos esfuerzos y ampliar los objetivos más allá de los teatros de guerra. Esto implica una mayor atención a escenarios en riesgo y una mayor recolección y distribución de aportación de inteligencia global, que debe ser compartida eficazmente con otras agencias de Inteligencia.
Con la entrada en escena de la nueva agencia de Inteligencia, que orgánicamente depende del Pentágono, la DIA y la CIA, la infraestructura estadounidense da un salto para integrar y optimizar la inteligencia recopilada en múltiples fuentes. Se amplía así el radio de alcance de la comunidad de Inteligencia, que llegará a todo el mundo con más medios, recursos y personal, y no sólo en zonas de conflicto. Se trata de prever, anticipar y prevenir eficazmente escenarios que pueden derivar en amenazas creíbles. No necesariamente amenazas directas al territorio nacional de Estados Unidos, pero sí amenazas que podrían desestabilizar nuestras necesidades geopolíticas y económicas. Por eso, escenarios como el Lejano Oriente, Europa, África, la Triple Frontera (la frontera tripartita compartida por argentinos, brasileños y paraguayos), o Asia, cobran un mayor protagonismo en las salas de reuniones, análisis y planificación de inteligencia y estrategia militar.
Durante años muchos hemos defendido la necesidad de aprobar unas directrices que renueven las capacidades de inteligencia, entre ellas: reconstruir las capacidades analíticas de la CIA; transformar el servicio clandestino en base a una nueva estructura de capacidades de inteligencia humana; potenciar programas idiomáticos más amplios y fuertes, con estándares de calidad altos e incentivos económicos; renovar el reclutamiento de oficiales de operaciones exteriores con especial atención a la diversidad de estos, de manera que puedan integrarse mejor en ciudades y países extranjeros; asegurar una relación más directa y rápida entre la recolección humana de información y la inteligencia electrónica de señales, a un nivel operativo; mayor énfasis en un mejor equilibrio entre las operaciones unilaterales y de enlace.
Todo esto es un punto de partida, pero las directrices deberían ampliarse más, por ejemplo: mayor liderazgo en la dirección y ejecución de operaciones paramilitares, bien sean clandestinas, oficiales o encubiertas, con enlace directo con el Pentágono, que debería hacer sus propios deberes con la aprobación de nuevas capacidades en materia de entrenamiento, dirección y ejecución de operaciones desde el Comando Especial de Operaciones (Special Operations Command), acabando con disputas jurisdiccionales y ampliando la cooperación interagencias.
Esto permitiría reducir considerablemente los márgenes de error en las operaciones llevadas a cabo con información recopilada en múltiples fuentes, ya sean humanas o técnicas, lo que redundaría en último término en mayor cumplimiento de los objetivos tácticos y un mejor aprovechamiento de los recursos propios.
La revolución que marcan las nuevas directrices en marcha en la comunidad de Inteligencia, redefinen la postura de Estados Unidos frente al mundo, con mayor énfasis en operatividad, pero también revalorizando el trabajo realizado por las fuentes de inteligencia humana (HUMINT), sin restar ni un ápice a los poderosos recursos tecnológicos, pero concediendo mayor valor a estos por su precisión y capacidades de análisis.