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Plan de reducción de impuestos

 El acuerdo bipartidista alcanzado en el Congreso y con el presidente Obama para mantener la reducción de impuestos hasta el año 2012, es la prueba más evidente del giro que ha realizado la Casa Blanca en sus políticas, necesario tras la victoria del Partido Republicano en las elecciones mid term, del pasado noviembre, en aras del consenso y de un crecimiento económico que es más necesario que nunca.
Este acuerdo será fundamental para lograr la expansión económica y recuperar empleo. Es importante porque la reducción de impuestos es el camino correcto, siempre lo ha sido, en contra de esas tesis socialdemócratas que sólo persiguen aumentar los tributos continuamente para financiar un gasto irresponsable y descontrolado que sólo conllevan paro y déficits.
El Congreso ha aprobado un plan de 858.000 millones de dólares en recortes tributarios hasta 2012 y una prolongación de trece meses para los subsidios de desempleo, con 277 votos a favor y 148 en contra, lo que supondrá una inyección directa de 600.000 millones de dólares en la economía. Además, según algunas estimaciones, podría propiciar un crecimiento económico de hasta un punto y creará más de dos millones de empleos.
Estos recortes de impuestos, aprobados durante la presidencia de George W. Bush en 2001 y 2003, vencían el 31 de diciembre, y sin esta extensión habríamos tenido un aumento impositivo a partir de enero de 2011 de unos 3.000 dólares anuales por familia aproximadamente. Que no era lo más deseado ni lo más indicado en las actuales circunstancias.


El voto final se produjo después de que fuera derrotada, 233-194, una enmienda del demócrata Earl Pomeroy, que establecía en 45 por ciento el impuesto a herencias superiores a los 3,5 millones de dólares, lo que hubiese limitado los recortes impositivos al patrimonio.
El plan de recortes se convierte así curiosamente, tras ser defendido a capa y espada por el anterior presidente Bush y por los republicanos, y denostado por Obama, en la gran herramienta para seguir impulsando la recuperación económica. En este sentido, la derrota de los demócratas en noviembre ha surtido un efecto positivo en el replanteamiento de las tesis de Obama, que ha sido lo suficientemente inteligente como para dar marcha atrás y llegar a un acuerdo en el tema.
Un acuerdo vital porque los recortes de impuestos hasta 2012 se extienden para todos los niveles salariales, lo que beneficiará a todos los segmentos sociales y dará nuevo impulso a la inversión, y que además incluye créditos fiscales para las familias y el aumento de los subsidios para dos millones de desempleados a 13 meses, lo que ofrece una red de protección necesaria en un momento especialmente duro.
El recorte también se extiende temporalmente a otros tipos de impuestos, incluidos los del Seguro Social y Medicare, a los que se descontará dos puntos porcentuales, así como el dos por ciento al impuesto de la nómina que pagan las empresas y deducciones fiscales para éstas del 100% en la compra de bienes de equipo.
Esta rebaja de impuestos afectará a unos 155 millones de estadounidenses, incluidas las rentas altas (los que ingresan más de 250.000 dólares), que algunos demócratas querían eliminar y que finalmente se mantendrán, beneficiando a miles de millonarios. Esta reducción de impuestos para ellos debería servir como acicate para que dediquen parte de ese dinero a nuevas inversiones y creación de empleo. No hacerlo sería comportarse egoístamente y dar argumentos para que los recortes les sean eliminados cuando corresponda.

El argumento más poderoso para reducir los impuestos es que son uno de los motores más importantes para incentivar la creación de empleo y dinamizar la economía. Los recortes impositivos benefician a todos los ciudadanos, y es importante que lo hagan. A las clases medias porque ellos son quienes sustentan el consumo nacional y la columna vertebral de la economía, pero también a los más ricos porque son ellos los que pueden crear nuevas oportunidades de crecimiento y prosperidad a través de la inversión, la creación de empresas, el impulso de negocios y el gasto.
Es evidente que este plan no es perfecto, pero sí un paso necesario hacia la recuperación económica, y así lo han entendido los ciudadanos, que lo apoyan en torno a un 59%, según datos de la NBC y el diario «The Wall Street Journal«; un 61 por ciento considera que la medida es un acuerdo «justo» entre la Casa Blanca y los republicanos, un 23 por ciento cree que el presidente Obama hizo muchas concesiones, mientras que un 10 por ciento cree que ese fue el caso de los republicanos.
Otro de los aspectos de la rebaja de impuestos es que beneficiará a alrededor de dos millones de familias hispanas.
La importancia de una tributación baja para la economía es esencial y hay datos significativos que evidencian esto. El hecho de que Estados Unidos aplique una tributación baja a nivel empresarial está en la base de que los extranjeros hayan realizado hasta ahora una inversión en este país de más de 12 trillones de dólares. Esto se ha logrado gracias a que el gobierno estadounidense habitualmente no cobra impuestos sobre ganancias de interés y capital recibidos por extranjeros que invierten en Estados Unidos y a las ágiles estructuras corporativas que se pueden constituir en estados como Delaware, Nevada, Florida, Nueva York o Wyoming, y que representan excelentes mecanismos para que los extranjeros puedan administrar sus inversiones de forma muy rentable y al mismo tiempo de canalizar inversiones para el país y potenciar negocios.

El peligro del plan de recorte de impuestos aprobado es la posibilidad de que siga aumentando el déficit en unos 900.000 millones de dólares en dos años, que podría alcanzar los 5 billones hasta 2020, lo que hará que se resienta la deuda de Estados Unidos, que gira en torno a 14 billones de dólares (10,5 billones de euros) actualmente. Tal y como se ha encargado de poner de relieve recientemente la Oficina Presupuestaria del Congreso de Estados Unidos (CBO).
La clave estará en los recortes presupuestarios que debe aplicar el gobierno federal para controlar el gasto público, que por ahora Obama no parece dispuesto a realizar, y que podrían provocar un aumento drástico del déficit y de la deuda pública.
La voz de alarma de la CBO está justificada porque si no se realizan recortes del gasto que acompañen la reducción de impuestos, estaríamos ante este escenario de enorme riesgo: con un déficit público en torno al 5,1% en 2020 y una deuda federal (sin contar las grandes agencias estatales) del 70% del PIB. Es decir, una situación fiscal insostenible a largo plazo. El gran riesgo de todo esto no son las rebajas de impuestos sino el gasto público incontrolado.
Ante este panorama serán determinantes las medidas que recomiende implementar la comisión fiscal que ha puesto en marcha el presidente Obama, y las que aporten desde el Congreso el Partido Republicano, para reducir el déficit hasta el 2,5% del PIB en 2015. Medidas que algunas de ellas serán impopulares, como la reducción de gasto público, los empleos federales, la eliminación de algunas deducciones fiscales, la subida de la edad de jubilación o los impuestos a la gasolina. Y que podrían ahorrar más de 4 billones de dólares para final de la década.
Lo esencial es algo básico y simple, que ha sido olvidado por parte del gobierno federal y de muchos ciudadanos. No podemos gastar más de lo que ingresamos y los políticos no deberían realizar promesas que no puedan cumplir.
Las buenas noticias son que un crecimiento económico vigoroso podría hacer cambiar estas expectativas. Por ejemplo, ese 4% de crecimiento económico para Estados Unidos en 2011 que pronostica Morgan Stanley tras la aprobación de la reducción de impuestos, representa una confianza en el futuro a la que debemos agarrarnos, como siempre se hizo en este país.
El tradicional optimismo americano también juega un papel decisivo en este proceso de recuperación.




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