Más educación, más competitividad
En años recientes se ha hecho imperativo potenciar la educación como el elemento clave para mejorar en competitividad a nivel local y global. No es extraño que muchas de las mejores iniciativas en Estados Unidos vayan por ese camino. La mejora de la educación es una preocupación de la sociedad en su conjunto, sin importar la ideología, por eso también el presidente Barack Obama está centrando su atención en el tema, que sabe puede rendirle buenos frutos electorales. Y porque el país necesita con urgencia acelerar inversiones y mejorar en educación, en especial la mejora en matemáticas, ciencias, tecnología e ingenierías, se presenta como crucial para impulsar el liderazgo de los Estados Unidos en la feroz competencia global que se ha desatado con la entrada en escena de países que están en pleno crecimiento y expansión.
Conseguir esa sustancial mejora pasa necesariamente por la entrada del sector privado y la iniciativa empresarial en proyectos de educación, por eso el presidente Obama está realizando un gran esfuerzo de comunicación y cooperación para implicar al mercado y las empresas en ese desafío que supone colocar la educación del país entre las mejores del mundo. Entre estos esfuerzos encontramos la visita que realizó recientemente a la empresa Intel Corp., a las afueras de Portland, Oregón, donde elogió a la compañía por su compromiso de $200 millones durante 10 años para promover la educación en matemáticas y ciencias, y la puso de ejemplo de cómo el sector corporativo puede ganar dinero mientras contribuye a la construcción del país con estas palabras: «Compañías como Intel muestran que podemos competir, eso en lugar de sólo ser una nación que compra lo que se fabrica en el extranjero, podemos fabricar artículos en Estados Unidos y venderlos en el mundo (…) Ganar esta competencia depende del ingenio y la creatividad de nuestro sector privado. Pero también dependerá de lo que hagamos como nación para convertir a Estados Unidos en el mejor lugar de la tierra para hacer negocios».
Y ésa es la clave precisamente, Estados Unidos siempre ha sido líder en oportunidades de educación y de negocios. El reto es conservar esa cultura, potenciar si cabe aún más y favorecer las políticas que han convertido a este país en la gran superpotencia mundial.
Es importante que el presidente haya asumido esta cuestión en su agenda porque nos encontramos en el momento clave para reforzar la educación y el ámbito empresarial, que van a ser determinantes en el futuro a nivel global.
La mejora del sistema educativo de este país es la herramienta esencial para mantener la ventaja competitiva que aún tenemos respecto a otros países y es la piedra angular de toda política que desee reforzar al país de cara al exterior en el mundo actual.
Así, en los próximos 10 años casi la mitad de todos los nuevos puestos de trabajo que se crearán van a requerir una educación por encima de la escuela secundaria y muchos necesitarán conocimientos en matemáticas y ciencias. Para competir con finlandeses, chinos, indios, coreanos o alemanes, los estadounidenses vamos a necesitar mejorar aún más en todas esas materias y aumentar las tasas de graduación.
En este sentido haríamos bien en tomar nota de las conclusiones de la Evaluación Nacional del Progreso Educativo, del Departamento de Educación, que señala sin ambages las carencias y los segmentos de educación donde necesitamos mejorar.
Es cierto que programas federales como “Race to the Top”, puesto en marcha por el gobierno de Obama, pretende subir los estándares académicos, al igual que la Administración también está intentando que la universidad sea más accesible y pretende revitalizar los centros terciarios comunitarios (community colleges), pero únicamente con la participación activa del sector privado y empresarial podremos desarrollar estos objetivos plenamente. El presidente Obama parece haberlo comprendido y por eso sus esfuerzos apuntan en esta dirección. Algunos dirían que la cercanía de las elecciones le obliga a estos planteamientos, pero si es así, bienvenido sea el cambio porque el país no puede permitirse perder ni un minuto en batallas ideológicas.
Es más cierto que nunca que si queremos ser competitivos globalmente con nuestras empresas, industrias y puestos de trabajo, debemos empezar por ganar esa competencia en el nivel educativo.
No es un cliché aquello de que tener la mejor formación y la mejor mano de obra cualificada en el mundo nos permitirá seguir liderando la economía y los avances, sólo así podremos garantizar que los próximos Microsoft, Google, Yahoo, Facebook o Intel nacerán en Estados Unidos, contraten trabajadores estadounidenses y lideren los mercados a nivel mundial.
La reciente gira del presidente Obama por la costa oeste del país, donde se encuentran gran parte de las mayores empresas tecnológicas del mundo, ha servido para poner la atención en la promoción de estas políticas de incentivo a la innovación del sector privado, que es la pieza esencial para impulsar la prosperidad y la competitividad de la economía estadounidense, en la que tienen un papel central las nuevas tecnologías, la informática, Internet y el entorno digital.
Por eso su reunión a puerta cerrada en la localidad de Woodside, a las afueras de San Francisco, con los máximos representantes de Silicon Valley durante una cena de dos horas y media, en la que estuvieron presentes los principales empresarios de la industria tecnológica: Steve Jobs, de Apple, Mark Zuckerberg, de Facebook, Eric Schmidt, responsable ejecutivo de Google, Carol Bartz, presidenta de Yahoo, Larry Ellison de Oracle, Reed Hastings de Netflix, Dick Costolo de Twitter, John Chambers, presidente y gerente de Cisco Systems; Art Levinson, presidente de Genentech, y John Hennessy, rector de la Universidad de Stanford, ha sido importante para incentivar medidas que potencien el liderazgo estadounidense, para trabajar juntos e invertir en innovación y promover la creación de empleo desde el sector privado, que es el que tiene la llave del crecimiento económico.
Si los presupuestos del presidente Obama contienen muchas partidas que se pueden cuestionar, y desde luego que las hay, los planes presupuestarios en los que aparece un aumento sustancial de los incentivos a la investigación y el desarrollo, por un total de 148.000 millones de dólares, además de 80.000 millones de dólares para programas federales de tecnología de información y un 4 por ciento de aumento para las partidas destinadas a educación, por un valor de 77.400 millones de dólares, con el objetivo de duplicar las exportaciones americanas en el plazo de cinco años y aumentar la calidad de la educación, no están entre esos gastos criticables. Porque la I+D+I va a ser clave para alcanzar mayores cotas de competitividad y creación de empleo, al igual que la reforma del actual sistema de patentes o el aumento de acceso inalámbrico a internet de alta velocidad, retos que se deben afrontar sin partidismos y con responsabilidad nacional.
Ante un mundo cada vez más competitivo, que exige mucho más a todos los países para crecer económicamente, el compromiso de las grandes corporaciones estadounidenses con los objetivos del país, es fundamental; un compromiso que pasa por mayores inversiones y creación de empleo de calidad por parte de las empresas y de una fiscalidad aceptable y eliminación de barreras gubernamentales al comercio por parte del gobierno.
La industria tecnológica, que ha sabido llevar al liderazgo mundial a Estados Unidos en este terreno y crear empleo cuando se destruye en otras áreas, debe seguir impulsando el crecimiento y creando oportunidades de riqueza para el país y para la gente.
Con este escenario por delante, la creación en enero pasado, por orden presidencial, del Consejo Presidencial sobre Empleos y Competitividad, dirigido por Jeffrey Immelt, jefe ejecutivo de General Electric, y del que forma parte Paul Otellini, responsable ejecutivo de Intel, entre otros, es una forma de empujar iniciativas en la dirección correcta que necesita el país, en coordinación con el sector privado y dejando atrás el excesivo intervencionismo gubernamental que conllevó la crisis económica.
Estos esfuerzos se han incrementado notablemente desde que el Partido Republicano ganara las elecciones legislativas de noviembre pasado y son decisivos para colocar al país de nuevo en la senda del crecimiento y la prosperidad.