Semana Santa – Domingo de Ramos
La Semana Santa tiene dos partes esenciales:
1- El final de la Cuaresma
Domingo de Ramos, Lunes, Martes y Miércoles Santo
2- El Triduo Pascual
Jueves, Viernes y Sábado. Este es el tiempo más importante para la Iglesia en todo el año, y también una época para reflexionar, orar, y cultivar la espiritualidad personal, alejándonos de las prisas y la vorágine consumista.
Durante siglos ha sido tradicional la representación de la Pasión y Resurrección del Señor, comenzando por la procesión del domingo de ramos hasta llegar al punto álgido, tras la semana de pasión: la crucifixión en Viernes Santo, y la resurrección. Estas dramatizaciones se han complementado con otros actos piadosos, como las visitas a las iglesias y monumentos, escuchar el sermón “De las 7 palabras”, el Vía Crucis, las procesiones, y la vigilia pascual, entre otros.
Domingo 28: Domingo de Ramos
Jesús de María, Cordero santo
Pues miro vuestra sangre, mirad mi llanto
Bien sé, Pastor divino, ¡Ay, si los clavos vuestro
llegaran a mí tanto
que estáis subido en alto que clavaran al vuestro
para llamar con silbos mi corazón ingrato!
tan perdido ganado.
Ya os oigo, Pastor mío, ¡Ay si vuestra corona,
Ya voy a vuestro pasto, al menos por un rato,
Pues como vos os dais, pasara a mi cabeza
ningún pastor se ha dado. Y os diera algún descanso.
Lope de Vega
Se acercan los días de la Pasión salvadora y la gloriosa Resurrección,
en los cuales quedará aniquilado el orgullo
de nuestro antiguo enemigo y consumada nuestra redención.
Únicamente en Cristo descansa nuestra salvación;
que por él suba hasta ti, Padre, como aroma de santidad,
el sacrificio de nuestras acciones.
Más que pan, sea nuestro alimento tu Palabra;
que nuestras almas, inficionadas por las pasiones terrenas
se purifiquen con la medicina del ayuno,
y que las mortificaciones corporales
produzcan la resurrección de nuestras almas.
Liturgia ambrosiana
Isaías, 50,4-7
Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me abrió el oído. Y yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.
Salmo 21
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Filipenses 2,6-11
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Lucas 19:30-31
«Id a la aldea de enfrente; al entrar, encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo aquí. Si alguien os pregunta: «¿Por qué lo desatáis?», contestadle: «El Señor lo necesita».
Zacarías 9:9
“Alégrate ciudad de sion: grita de júbilo, Jerusalén; mira a tu rey que esta llegando: justo, victorioso, humilde, cabalgando un burro, una cría de burra.
Lucas, 23, 1-49
C. En aquel tiempo, se levantó toda la asamblea (o sea, sumos sacerdotes y escribas,) y llevaron a Jesús a presencia de Pilato. Y se pusieron a acusarlo, diciendo: M. «Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey». C. Pilato preguntó a Jesús: O. «Eres tú el rey de los judíos?». C. El le contestó: X«Tú lo dices». C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente: O.«No encuentro ninguna culpa en este hombre». C. Ellos insistían con más fuerza, diciendo: M. «Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí». C. Pilato, al oírlo, preguntó si era galileo; y, al enterarse que era de la jurisdicción de Herodes, se lo remitió. Herodes estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días, Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento; pues hacía bastante tiempo que quería verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. Le hizo un interrogatorio bastante largo; pero él no le contestó ni palabra. Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con ahínco. Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él; y, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes se llevaban muy mal. Pilato, convocando a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, les dijo: O. «Me habéis traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de vosotros, y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas que le imputáis; ni Herodes tampoco, porque nos lo ha remitido: ya veis que nada digno de muerte se le ha probado. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré”. C. Por la fiesta tenía que soltarles a uno. Ellos vociferaron en masa, diciendo: M. «Fuera ése. Suéltanos a Barrabás». C. A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio. Pilato volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús. Pero ellos seguían gritando: M. «Crucifícalo, crucifícalo!». C. Él les dijo por tercera vez: O. «Pues, ¿qué mal ha hecho éste? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte. Así es que le daré un escarmiento y lo soltaré». C. Ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo el griterío. Pilato decidió que se cumpliera su petición: soltó al que le pedían (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su arbitrio. Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús. Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se daban golpes y lanzaban lamentos por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: X«Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: “Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado’: Entonces empezarán a decirles a los montes: “Desplomaos sobre nosotros’: y a las colinas: ‘Sepultadnos”; porque, si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?». C. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él. Y, cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: X «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». C.Y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte. El pueblo estaba mirando. Las autoridades le hacían muecas, diciendo: M. «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido». C. Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: M. «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo». C. Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Este es el rey de los judíos». Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: O. «No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». C. Pero el otro le increpaba: O. «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada». C.Y decía: O. «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». C. Jesús le respondió: X «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso». C. Era ya eso de mediodía, y vinieron las tinieblas sobre toda la región, hasta la media tarde; porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: X «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu». C.Y, dicho esto, expiró. C. El centurión, al ver lo que pasaba, daba gloria a Dios, diciendo: O. «Realmente, este hombre era justo». C. Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, habiendo visto lo que ocurría, se volvía dándose golpes de pecho. Todos sus conocidos se mantenían a distancia, y lo mismo las mujeres que lo habían seguido desde Galilea y que estaban mirando.
A las puertas de la ciudad santa
En Ramos recordamos la entrada «triunfal» de Jesús en la ciudad santa de Jerusalén, a través de esa actitud, de por sí muy elocuente, de cabalgar a lomos de un pollino, la tradicional «borriquita» de las procesiones. Ha llegado el momento de la verdad. Jesús lo sabía, y nosotros/as nos disponemos a presenciar la escena crucial sintiéndola, haciéndola nuestra. Quien quiera, que venga, hoy «subimos» a Jerusalén.
¡Grita de alegría, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey: justo Él y victorioso, humilde y montado en un asno.
Zacarías 9, 9.
¡HOSANNA AL HIJO DE DAVID!
Lo recibiremos con aclamaciones y, en viernes santo, lo despediremos en el silencio más absoluto. Le cantaremos ¡Hosanna al Hijo de David! y, en el Gólgota, le gritaremos: ¡Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz!
Alfombraremos aquí su camino con olivo y palmas y más adelante, en cualquier esquina, le negaremos como al eterno desconocido
Hoy, en los aledaños de nuestras ciudades y calles, seremos su pueblo mañana nos convertiremos en aquellos que nunca con El estuvimos. Con las palmas y ramos lo acogemos como promesa esperada y por fin cumplida y, cuando sea ajusticiado, asistiremos cómplices con nuestra sordina.
En este día, Señor, te alabamos con gritos el Jueves, seremos presos del sueño, muertos por el cansancio. Ahora, Señor, entonamos que ¡nadie hay tan grande como Tú! y, ante los poderosos, fingiremos no conocerte
En este momento, Jesús, más que nunca, las piedras corren el riesgo de gritar tu nombre: hay demasiado cristiano callado multitud de amigos tuyos que, viven, como si no lo fueran miles de palmas sostenidas por la mano pero no cosidas ni arrancadas desde el corazón.
En este momento, en el pórtico de la Semana Santa, infinidad de fan salen a la calle para vitorear lo que, tal vez, ni de lejos ni de cerca conocen: ¿Por qué va a morir Jesús? ¿Por quién? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¡Alabemos al Señor! ¡Claro que si! ¡Vitoreemos su nombre! ¡Y con tambores y trompetas brillantes!
Pero, eso sí, luego…a continuación: no apaguemos nuestras voces: somos su voz no escondamos nuestra vida cristiana: somos su cuerpo no neguemos su presencia: somos su afirmación no ocultemos su Evangelio: somos su expresión.
«Cuando se acercaban a Jerusalén, junto a Betfagé y a Betania, frente al monte de los Olivos, Jesús envió dos de sus discípulos, y les dijo: entrad en la aldea que está enfrente de nosotros, y luego que entréis en ella, hallareis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado; desatadlo y traedlo. Y si alguien os dijere: ¿Por qué hacéis eso? decir que el Señor lo necesita, y que luego lo devolverá. Fueron, y hallaron el pollino atado afuera a la puerta, en el recodo del camino, y lo desataron. Y unos de los que estaban ahí les dijeron: ¿Qué hacen desatando el pollino? Ellos entonces les dijeron como Jesús había mandado; y los dejaron ir. Y trajeron el pollino a Jesús, y echaron sobre él sus mantos, y se sentó sobre él. También muchos tendían sus mantos por el camino, y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían por el camino. Y los que iban delante y los que venían detrás daban voces, diciendo: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene! ¡Hosanna en las alturas! Y entró Jesús en Jerusalén, y en el templo; y habiendo mirado alrededor todas las cosas, como ya anochecía, se fue a Betania con los doce» (Mateo 21, 1-11).
El pescador de hombres – Hermana Glenda y Martin Valverde
Hermana Glenda – Dios, tu eres mi Dios
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