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Fábulas de Ésopo – La cabra y el asno

Algunas de las lecciones y enseñanzas más valiosas de la vida, las encontramos en las famosas fábulas de Ésopo, que conviene recordar por todo lo que de sentido común nos aportan. Ésopo se cree que vivió entre el 620 y el 560 antes de Cristo y que fue un esclavo liberado de Frigia. Fue un fabulista griego, que relató fábulas personificándolas en animales y que fueron transmitidas en forma oral.
Se supone que no dejó textos escritos y poco se sabe de él, incluso durante algunas épocas se lo tomó por un personaje legendario. Sus relatos cortos con personajes en su mayoría de la fauna, dejaron una enseñanza o moraleja explícita o implícita que aún hoy es una fuente de sabiduría y sentido común.
Estas fábulas eran auténticas alegorías morales, que hoy más que nunca merecen la pena rescatar. Fueron recreadas en verso por el poeta griego Babrio aproximadamente en el siglo II antes de Cristo y el poeta romano Fedro las reescribió en latín en el siglo primero de la era cristiana.
Las fábulas que conocemos hoy en día son versiones que se han reconstruido con las reescritas posteriormente al fabulista griego. Ésopo ha inspirado e influido en escritores que han desarrollado este tipo de literatura, como Jean de La Fontaine en Francia, en el Siglo XVII, y Félix María de Samaniego, en España en el Siglo XVIII.
Recuperar estas fábulas significa recuperar valores que siguen demostrando su valía a través del tiempo para guiar nuestras vidas y hacernos mejor personas. Auténticas lecciones de vida.

La Cabra y el Asno

Una cabra y un asno comían al mismo tiempo en el establo. La cabra empezó a envidiar al asno porque creía que él estaba mejor alimentado, y le dijo: «Entre la noria y la carga, tu vida sí que es un tormento inacabable. Finge un ataque y déjate caer en un foso para que te den unas vacaciones».Tomó el asno el consejo, y dejándose caer se lastimó todo el cuerpo. Viéndolo el amo, llamó al veterinario y le pidió un remedio para el pobre. Prescribió el curandero que necesitaba una infusión con el pulmón de una cabra, pues era muy efectivo para devolver el vigor. Para ello entonces degollaron a la cabra y así curar al asno.
En todo plan de maldad, la víctima principal siempre es su propio creador.




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