La crisis financiera
Los mercados internacionales llevan un tiempo alborotados y la crisis económica se ha extendido a todo el mundo, poniendo de relieve en cada país las flaquezas de cada uno. EE.UU, líder económico mundial y centro neurálgico del capitalismo global, está limpiando su economía de elementos indeseables (hipotecas subprime, bancarrotas, y activos financieros basura) y esto ha provocado que el resto del mundo, dependiente completamente de la economía americana, se haya cogido un resfriado monumental.
La burbuja inmobiliaria ha hecho “crash”, estamos en plena recesión crediticia, con los precios del petróleo por las nubes, la economía desacelerando, el paro aumentando, y la inflación en escalada libre. Así que la crisis económica se extiende a galope tendido. Su demoledor impacto ha hecho tambalear las instituciones expuestas a los riesgos hipotecarios y crediticios de alto riesgo.
El gigantesco rescate lanzado por la Administración Bush el 20 de septiembre pone de manifiesto la magnitud del problema. Primero fueron planes para auxiliar a Fannie Mae y Freddie Mac, que tienen los títulos de la mitad de la deuda hipotecaria de EE.UU, una cifra superior a los 11 billones de dólares, después llegó la crisis de liquidez de la aseguradora American International Group, y por último el mega plan gubernamental de 700.000 millones de dólares para comprar los activos basura en posesión de los bancos, emitir deuda para financiar las operaciones, y volver a venderlos. El plan contempla también la prohibición temporal de operar en las Bolsas a unas 800 empresas que se dedican a “ventas a corto o descubierto” (short selling) y las garantías del Tesoro a las inversiones en fondos mutuos del mercado monetario. De momento, las ayudas financieras anunciadas podrían superar los 1,8 billones de dólares aproximadamente, a falta de nuevas condiciones y detalles, que se irán conociendo próximamente, cuando se produzca el acuerdo bipartidista.
¿Realmente es necesaria esta intervención? Bush, quien tiene toda la información necesaria (al contrario de quienes opinan alegremente), asesorado por los expertos que monitorizan la crisis desde primera línea, y que sigue siendo el presidente de EE.UU (para disgusto de algunos y satisfacción de otros), lo ha dicho alto y claro:
«Nuestro sistema de libre empresa se basa en la convicción de que el gobierno federal debe intervenir en el mercado sólo cuando es necesario».
Y esta vez lo es, dado el enorme problema. Recuerde: las ayudas concedidas hasta ahora a instituciones financieras y propietarios de viviendas, con motivo de la crisis hipotecaria, ascienden ya a 630.000 millones de euros, cuatro billones de dólares se han evaporado de Wall Street, 350.000 al menos han dejado de engordar las carteras de inversión por efecto de las minusvalías, miles de empleos perdidos, quiebras de los bancos de inversión, y cuatro millones de viviendas han sido embargados en EE.UU. Por citar sólo unos datos relevantes.
Algunos especialistas hablaban incluso ya de black swan o colapso total del sistema.
Los bancos de inversión como Lehman Brothers, en bancarrota y comprado por Barclays Bank, o Goldman Sachs y Morgan Stanley, han sido objeto del juego del mercado y el riesgo. Unas veces ganaron, y mucho, y ahora les ha tocado perder.
Esto no significa que sea el fin de los EE.UU, el neoliberalismo o el capitalismo, como pregonan con insistencia y manifiesta ignorancia los sectores de siempre. Ya hubo otras crisis en el pasado: la Gran Depresión del 29 (infinitivamente más desastrosa, con cientos de bancos en quiebra, la gente perdiendo todo cuanto tenía, un desempleo del 25% y un desgarro social de costa a costa); la crisis financiera asiática de finales de los 90; la quiebra de las empresas .com en esta década de 2000, que pinchó la burbuja tecnológica y pulverizó billones de dólares en el Nasdaq; o la crisis bursátil de octubre del 87, con los bonos basura de Michael Milken, cuando las bolsas del mundo se colapsaron y cayeron en caída libre; sólo Wall Street perdió entonces el 22,6 % de su valor, o sea, 500 billones de dólares.
Así que, por favor, “analistas” de diverso pelaje que salen por doquier, dejen de dar la brasa con el tema.
El mercado hubiera podido encargarse del actual problema hipotecario, cierto, entonces ¿A qué intervenir? ¿Por qué un gobierno como el de Bush, defensor del libre mercado realiza semejante rescate financiero? Se preguntan los lumbreras liberales y hasta los “expertos” e “iluminados” progresistas.
Las respuestas no son fáciles ni sencillas, pero sinteticemos: los riesgos de esta situación descontrolada podría terminar por contaminar al resto de la economía sana; de hecho, ya ha provocado enormes turbulencias financieras, pérdidas colosales, y una crisis galopante que se extiende y aún tiene recorrido hasta que depure los excesos y la codicia de los últimos años.
Los que andan clamando como posesos que EE.UU ha abrazado el socialismo por intervenir en el mercado, están tan equivocados como los que niegan que este rescate vaya a ser efectivo o necesario, o los progresistas que claman desgañitándose que la Administración Bush también recurre a las nacionalizaciones para resolver el problema y que es el fin del libre mercado.
Para empezar, el anuncio del plan de Bush ha supuesto una medida de confianza que todos los mercados bursátiles han agradecido. Eso es evidente. Se hacía necesario un claro liderazgo en este tema y el plan anti crisis marca ese liderazgo. Porque dice alto y claro que el gobierno norteamericano se va a tomar en serio la gestión de esos fondos basura que contaminan y distorsionan los mercados financieros. Con éstos controlados, el dinero volverá a circular con normalidad y confianza por los mercados internacionales. Una confianza que se trasladará a las plazas bursátiles, a la calle y los ciudadanos.
Mientras en Europa aún se debate qué hacer, EE.UU toma la iniciativa y adopta medidas para solucionar el problema.
Ahora bien, esa normalización dependerá también de que se implemente un adecuado plan de rescate, de su correcta gestión y el alcance del mismo, que no debe convertirse en una intervención continua en la economía. Los que andan vociferando por ahí que EE.UU nacionaliza y no sé qué más historias sobre que la economía americana está en bancarrota, el fin del libre mercado y otras idioteces por el estilo, deben saber que esta situación es grave, por supuesto, pero no el fin del capitalismo americano (tranquilos, podrán seguir despotricando contra EE.UU después de esta crisis o denunciando otras crisis futuras); deben saber que el gigantesco tamaño de la economía americana y su formidable capacidad de generar riqueza puede absorber estas pérdidas y revertir la situación para volver a generar optimismo y crecimiento económico. Sobre todo si, tras sanear el sistema, se deja al libre mercado que genere nuevas oportunidades económicas, como se ha hecho en EE.UU siempre.
La clave estará en gestionar bien esta intervención y en parar la misma en el momento apropiado para que las fuerzas del libre mercado dejen prosperar la economía americana. Es un difícil equilibrio porque el plan va a necesitar también del libre mercado para funcionar plenamente. Pero hacerlo es factible.
Recordemos que durante la década de lo 30 la Corporación Financiera para la Reconstrucción, puesta en marcha por la Administración de Herbert Hoover, ya capeó y gestionó las inversiones durante la Gran Depresión.
En 1989 hubo un rescate similar de la deuda hipotecaria de 1043 bancos y cajas de ahorros de créditos regionales, estimado en 400.000 millones de dólares, en suspensión de pagos tras el estallido de otra burbuja inmobiliaria, a través de la Resolution Trust Corporation (RTC), que también costó en principio dinero del contribuyente, aunque la gestión realizada después logró recuperar la mitad de ese dinero. Todos sabemos que la mayoría de los bancos implicados cerraron, pero el sistema de libre mercado siguió funcionando después de aquello.
Ahora volverá a pasar lo mismo, pero es preciso saber que el saneamiento económico será necesario.
¿Esto significa que está bien lo que ha pasado? Pues no, oiga, ni mucho menos.
La cultura del endeudamiento, un sistema financiero poco capitalizado, el altísimo nivel de endeudamiento de la gente y el consumo desenfrenado por encima de las propias posibilidades, está en la base del problema, conjuntamente con un sistema bancario borracho de ganancias a cualquier precio, abusando de la ingeniería financiera basada en la deuda, ciertos ejecutivos y directivos buscando el máximo beneficio con productos financieros cada vez más arriesgados, y algunos reguladores financieros, como las agencias de rating y los bancos centrales que, por lo visto, estaban de vacaciones, tomando copas, o vaya usted a saber qué….cuando pasó el desmadre padre. En realidad algunos de ellos conocían el desmadre, tanto que participaban de él.
El Estado va a tener que intervenir en alguna medida para poner orden, como medida excepcional. La forma y el alcance en que se gestione esa intervención, así como la cantidad de dinero que se inyecte al mercado, es la clave de todo el meollo. Porque es lógico que el sistema se proteja y salvaguarde de los riesgos de los “excesos económicos” o “activos tóxicos” para impedir una infección masiva del sistema, pero también lo es que el contribuyente responsable no tenga por qué pagar el coste íntegro de las locuras de quienes vivieron por encima de sus posibilidades y de la avaricia de los bancos, los ejecutivos acostumbrados a ganar dinero fácil sin esfuerzo y grandes apalancamientos (leverage), y la connivencia de algunos de los que trabajan en el sistema regulador y supervisor.
La correcta gestión de este plan y la vuelta al mercado libre lo antes posible son las claves para que el gobierno, los bancos y los contribuyentes puedan ganar o disminuir las pérdidas en vez de llevarse un batacazo monumental o abrir las puertas a una crisis aún mayor.
Los que piensen que sólo EE.UU va a soportar los efectos de esa tormenta financiera, se equivocan totalmente. España, con ligeras variaciones, tiene el mismo problema de burbuja inmobiliaria, hipotecas subprime y crisis económica (llámenlas hipotecas por el 120% superior del valor del inmueble financiado, créditos de riesgo, créditos sindicatos a inmobiliarias, ratios de capital dañados por las bajas bursátiles, morosidad creciente, fuentes de financiación sin efectivo, tasaciones artificiales, un déficit por cuenta corriente que supera el 10% del PIB, corrupción, ineficiencia, poca competitividad, elevada deuda de los hogares, etc, etc), y que todo esto aflore es cuestión de tiempo y forma. En modo alguno España va a quedar ajena a esta crisis, por más que el inútil gobierno socialista de Zapatero, ineficaz y poco competente, manipule la información en provecho propio (echando la culpa a EE.UU o Bush de todo; como siempre, nada nuevo en ese lodazal ideológico del socialismo español) y aportando poco o nada para resolver los problemas económicos españoles. Por lo demás, nada sorprendente viniendo del amigo de “joyas” como Chávez, Castro y Ahmadineyad; el tipo que no se levantó al paso de la bandera de EE.UU, y que, en justicia, bien lo está pagando y lo pagará.
Queda aún mucha crisis hasta llegar al final del túnel y ver la luz de un nuevo crecimiento económico, próspero y saludable. La solución, como siempre, llegará de los propios EE.UU. Y en esa solución tendrá mucho que decir el próximo presidente, ya sea Obama o McCain, como ya se está viendo en este final de campaña electoral. Precisamente, ha sido el candidato Republicano quien ha colocado, con sus últimas iniciativas, el interés del país por encima de coyunturas electorales.