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El estado de la Unión

El Congreso, reunido en pleno, escuchó en la noche del 28 de enero, el séptimo y último discurso sobre el estado de la Unión del Presidente George W. Bush. Sus ejes vertebradores han sido la economía y la guerra de Iraq, sin olvidar temas tan espinosos como la amenaza del régimen iraní, la inmigración, la educación, y la sanidad.

Ha sido un discurso realista sobre los problemas que afrontamos en Estados Unidos y las medidas que es preciso aplicar para hacerlos frente.
El Presidente Bush ha puesto la perspectiva adecuada en cuanto al tema económico, poniendo el acento en la “preocupación” que existe sobre la economía del país y la necesidad de que el Congreso apruebe un plan de reactivación y estímulo económico que evitará la recesión y pemitirá un “futuro próspero”, estimado en 150.000 millones de dólares. Este paquete incluye medidas acertadas como incentivos fiscales a empresas y la rebaja a los contribuyentes por un monto de entre 300 y 800 dólares. Medidas que pueden contribuir a establecer una política que aleje la recesión, aunque por sí solas no sean suficientes. Su valor real puede ir más allá del económico, ciertamente limitado, al proporcionar seguridad y esperanza al mercado.
Haciendo gala de visión, el presidente Bush ha acertado al definir que “a largo plazo, los estadounidenses pueden estar confiados en nuestros crecimiento económico”.
Acierta al diagnosticar el problema en su justa medida y al confiar en la buena salud de la economía y la iniciativa privada norteamericana como verdaderos baluartes de la recuperación.

El otro gran tema que ha centrado su discurso, ha sido la guerra antiterrorista y el despliegue militar en Iraq, con la solicitud de otros 70.000 millones de dólares para financiar la intervención en Iraq y Afganistán.
Con una coherencia que ha mantenido a lo largo de toda su presidencia, aun en los momentos más difíciles, ha vuelto a defender su política de seguridad y defensa, que ha mantenido a los EE.UU libre de ataques terroristas desde hace siete años. Algo que no debemos olvidar al valorar sus decisiones de mantener la guerra en ambos teatros de operaciones.
Sus palabras resumen su firme postura: “hemos luchado contra los extremistas y los terroristas. Seguiremos en la ofensiva, mantendremos la presión y aplicaremos la Justicia a los enemigos de EE.UU”.
Con su defensa del incremento de tropas en Iraq, iniciado en enero de 2007, recoge los frutos de una estrategia victoriosa que apoyó, políticamente, casi en solitario, y a la que ahora todos se apuntan. Este aumento es lo que “ha permitido resultados inimaginables hace un año”, y afirmó con toda la razón del mundo que “algunos pueden negar que el incremento de tropas esté dando resultados, pero entre los terroristas no hay dudas. Al Qaeda está en retirada en Iraq y este enemigo será derrotado”.
Palabras acertadas que reflejan lo que está sucediendo en Iraq y Afganistán, pero que los grandes medios de comunicación no trasladan con la misma vehemencia que sus críticas a esos conflictos. Un éxito para Bush y una derrota para aquellos que negaron, desde algunos ámbitos, el apoyo a una estrategia antiterrorista que se ha demostrado acertada. Especialmente importantes han sido las palabras del Presidente Bush al afrimar que “el pueblo iraquí percibe que ha ocurrido algo espectacular. Quienes temían que EE.UU se preparaba para abandonarles, han visto a nuestras tropas entrar en algunos sectores despejándolos de terroristas y quedándose para asegurar que el enemigo no regrese”.
Compromiso y lealtad de las tropas norteamericanas, y de un Presidente que no ha huido ante las dificultades y los ataques sin piedad que ha recibido en estos ocho años.
Pero los resultados le dan la victoria y la razón.

Con la misma firmeza, ha señalado al régimen de Irán como una seria amenaza, reafirmándose en la advertencia que ya se le ha hecho repetidamente para que cese en sus aspiraciones nucleares y de apoyo a grupos terroristas. En este sentido, expresó con claridad meridiana que “Irán está financiando y entrenando a los grupos militantes en Iraq, apoyando a los terroristas de Hezbolá en el Líbabo y apoyando los esfuerzos de Hamas por sabotear la paz en Tierra Santa”. Con igual firmeza manifestó que su advertencia no va a dirigida al pueblo iraní, del que “respetamos sus tradiciones y su historia y esperamos ver el día en que tengan libertad”. Y advirtió al régimen totalitario iraní: “Suspended la opresión en vuestro país y dejad de apoyar el terrorismo en el extranjero”.

Se puede decir más alto, pero no más claro. ¿Cuántas advertencias son precisas antes de tomar una medida enérgica y definitiva para derribar el régimen ayatollah? Porque el tiempo corre y es preciso hacer frente a la amenaza iraní.

El Presidente Bush, sensibilizado desde siempre, con el problema inmigratorio, ha declarado en este discurso que “la inmigración ilegal es un problema complicado, pero que puede resolverse”. Es simple, pero es cierto. Debemos huir de las posiciones radicales para hacer frente al tema de la inmigración y los desafíos que plantea, desde planteamientos de seguridad, pero también humanitarios y en coherencia con la tradición y la historia de este país.
Los otros temas a los que ha hecho referencia, han sido la sanidad y la educación, completando así el panorama que preocupa y ocupa a lo que resta de su presidencia, y que son las cuestiones más candentes para el futuro.

El Presidente Bush ha puesto de manifiesto los problemas que afrontamos con realismo y algunas de las soluciones que podemos ir tomando. A veces pudiera parecer que sólo importan las elecciones presidenciales en curso, pero realmente hay muchos temas de los que ocuparnos. George W. Bush nos lo ha recordado desde esa Tribuna de la Libertad que es el Congreso de los EE.UU, en cuya colina ha pronunciado su último y brillante discurso del Estado de la Unión.

Consultar discurso original aquí: http://http//www.whitehouse.gov/news/releases/2008/01/20080128-13.html


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