Pumas en Estados Unidos
El puma está resurgiendo y recuperando terreno en Estados Unidos, y esa es una de las mejores noticias que podíamos tener en el ámbito ecológico y biológico. Las casusas de ello son el creciente número de presas disponibles y una mejor gestión del territorio, que han permitido ampliar su área de distribución y repoblar el Medio Oeste y su expansión por otros estados.
Especie en peligro de extinción desde 1973, este hermoso felino habitaba en 21 estados norteamericanos, de los que fue aniquilado principalmente por el abuso de la caza furtiva y por las dificultades de reproducción en un hábitat montañoso y de difícil acceso para los cuidadores de los diferentes programas de conservación.
Hoy tenemos pumas en su territorio de las Colinas Negras de Dakota, y también en algunos lugares de Canadá, Montana, California, Texas, Florida e incluso en Connecticut, adonde llegó un macho procedente de las Black Hills, en Dakota del Sur. Desde entonces, los testimonios de ciudadanos dan cuenta de la presencia de una colonia de pumas, posiblemente alentada por la abundante población de ciervos, conejos, pavos y mapaches, de los que podría alimentarse. También se han visto esporádicamente en años recientes en los bosques ribereños de los Grandes Lagos, en los montes Adirondack de Nueva York, en Maine, y en la meseta de Ozark.
Algunos de los lugares donde el puma está en plena expansión son la cordillera Bitterroot, en Montana, donde se disputa el territorio y las presas con los lobos grises, y el Área Recreativa Nacional de la Sierra de Santa Mónica (California), donde un macho adulto puede disponer de unos 500 kilómetros cuadrados de territorio. Desde aquí salió hace meses un joven macho que se instaló en Griffith Park, en Los Ángeles, donde dispone de 18 kilómetros cuadrados y donde ha logrado prosperar.
Es la penúltima hazaña de un superviviente nato cuya área de distribución abarca desde el sur de Argentina y Chile hasta el Yukón (Canadá). El puma concolor es uno de los grandes mamíferos que reina en las montañas de América del Norte, donde ha encontrado su hogar a salvo de disparos, trampas y venenos.
Hace dos siglos el puma se extendía por Estados Unidos de costa a costa, excepto Hawai, pero ya a principios del siglo XX los únicos pumas que quedaban se encontraban en las zonas más inalcanzables de las Montañas Rocosas, en la Cordillera del Pacífico y el Sudoeste. La subespecie de Florida siempre fue una excepción que sobrevivió en sus pantanos. En los 60 los estados del oeste dejaron de pagar recompensas a los cazadores de pumas y en 1972 se prohibió por ley el uso de veneno contra depredadores en las tierras federales y se sometió al puma como animal sujeto a una temporada de caza regulada. Desde entonces, y por primera vez en 300 años, su población empezó a crecer y hoy el retorno del puma es una realidad. Tanto que en los últimos 40 años los pumas se han expandido por los estados del oeste, se han desplazado hacia las Grandes Llanuras, creando nuevos grupos de población en los Missouri Breaks de Montana, en Dakota del Norte y Dakota del Sur, y de forma más reciente también en el oeste de Nebraska. Los avistamientos confirmados son ya más de 200 desde 1990 y constatan su presencia en casi todos los estados del Medio Oeste y las provincias canadienses colindantes.
Al puma concolor le va mejor que a otros grandes felinos actualmente y su recuperación total dependerá de que la sociedad aprenda a convivir y tolerar la presencia de este depredador audaz.
Cazador nocturno y hábil, el puma no es fácil de estudiar. Uno de los mejores proyectos de investigación es el Teton Cougar Project, un estudo de larga duración que tiene lugar en el Parque Nacional del Grand Teton, en Wyoming, gestionado desde su oficina de campo en Kelly, donde sus biólogos reciben los datos que envían los collares con GPS colocados a varios pumas, que les permiten seguir sus desplazamientos, y las fotografías que realizan las cámaras automáticas instaladas en los puntos donde los pumas han dado caza a sus presas.
Uno de los factores que está incidiendo en el comportamiento de los pumas es la expansión de los lobos en sus territorios. Hay pruebas y evidencias de ello en estudios realizados en el Parque Nacional Glacier y de Yellowstone, en Montana, y en las montañas Teton en Wyoming. La disputa entre ambos mamíferos sobre territorios y presas, ha forzado una mayor socialización de los pumas, que ahora forman pequeñas manadas como respuesta de defensa ante los ataques de los lobos.
La reincorporación de los lobos en Yellowstone y Teton, junto con la presencia de los pumas y los osos grizzllies, es uno de los fenómenos naturales más extraordinarios del mundo porque por primera vez los expertos tienen la oportunidad de estudiar la reconstitución de un ecosistema completo en América del Norte y su funcionamiento natural.
La gestión de la población de pumas a nivel nacional es uno de los retos más formidables que tenemos por delante. Ahora hay una gran disparidad en su tratamiento. Por ejemplo, en Dakota del Sur, se debate con frecuencia el aumento de la cuota de caza a alrededor de 100 ejemplares sobre una población estimada de 300; en Texas se permite dispararlo libremente y está clasificado como alimaña; y en California no se permite su caza desde 1972 y es el estado que más pumas tiene, una población que se sostiene por su abundancia de ciervos. Muchos expertos recomiendan una caza ajustada al índice natural de nacimientos, situada en un 14% anual, para mantener el equilibrio y evitar problemas con poblaciones humanas.
Lo que está fuera de toda duda es que el puma, como otros grandes mamíferos, tiene un papel fundamental en los ecosistemas para que mantengan un buen equilibrio. Esto es la mejor garantía de que seguirán libres y en estado salvaje. Los pumas deben conservarse y seguir presentes en los principales bosques nacionales y montañas, territorios donde antes habitaba y que sigue reclamando con una expansión natural y continuada.