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Panorama literario actual

El panorama literario actual es un caótico mar de títulos, con grandes joyas literarias escondidas y un montón de mierda en forma de letras. Tal cual, sin paños calientes. Jamás hubo tantas opciones para leer, pero eso mismo ha potenciado también la aparición en el mercado de libros prescindibles. No me refiero únicamente a libros de autores autoeditados en Amazon y plataformas similares, sino también a libros publicados por grandes y pequeñas editoriales, muchas de ellas con prestigio y años de experiencia en el sector editorial. La situación es mala en lo que respecta a los considerados best sellers, libros de entretenimiento y ocio, pero aún es peor en la considerada por algunos esnobs y sectarios literarios como literatura de calidad.
Veamos la cuestión porque aquí hay chicha donde hincar el diente. En el segmento de best sellers encontramos un aluvión de libros que responden a las modas que se han impuesto en los últimos años: históricos, policiacos, chick-lit, y eróticos. Todos ellos con predominio de protagonistas femeninas enfocadas al público lector ídem. El resultado: el noventa por ciento de esos títulos los puede reunir, apilar y encender una gran hoguera con ellos que le caliente en invierno. La pérdida no será gran cosa y el calor siempre se agradece.
Muy pocos de esos best sellers se pueden salvar de la quema (literaria y literalmente hablando), ya que una gran mayoría de ellos no valen ni el papel en el que están escritos. O el ebook.

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En el segmento de literatura de calidad (por usar el término de los críticos literarios a los que se les hace la boca agua y el culo gaseosa al hablar de estas cosas), el asunto está incluso peor. No es que falte la calidad que se le presupone, que falta clamorosamente, sino que además son truños insoportables de lectura tortuosa. Ríase usted de las técnicas de interrogación extremas de la CIA (que no llegan a torturas por mucho que se empeñe tanto blandengue y moñas que hay por ahí suelto). Leer uno de estos libros sí que es una tortura dura. Salvo excepcionales excepciones, puede usted hacer otra hoguera con estos rollos infumables cuando se agote la anterior. Quizá nos sirva para pasar el invierno…y el próximo.
Y nos quedamos con esos pocos libros que realmente merece la pena leer. Si los cuenta, verá que la industria editorial está gastando montones de dinero para publicar y promocionar miles de títulos cuando sólo unos pocos son de imprescindible lectura o muy recomendables. No es de extrañar, pues, que esté inmersa en una crisis del copón. Dirá usted, y con razón, que hay que ser tonto del haba para dilapidar tanto dinero en tanta basura literaria. Pues lo son. No le quepa duda.
El mundo editorial sufre una crisis, cierto, amplia y global: de modelo de negocio, que ha pulverizado el tradicional basado en las librerías, y obligado a cambiar las tiradas de ejemplares, su distribución y modo de venta; de estrategia comercial y de promoción, adaptándose a un mundo de nuevas tecnologías, canales de venta, y competencia cultural con otros productos (DVDs, videojuegos…); de crisis económica del consumidor y de los medios de comunicación, que ha reducido todo: la exposición de los libros en los periódicos y revistas, y las ventas de ejemplares; de consumo cultural, en el que muchos de los lectores piratean más que compran, con la consiguiente reducción de beneficios y empobrecimiento de toda la industria editorial.

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La poca calidad de los libros actuales en general es un síntoma evidente del empobrecimiento cultural de algunas sociedades, como la española, que ha perdido el gusto literario en muchos de sus lectores. En Estados Unidos también podemos detectar ese proceso de empobrecimiento cultural en algunos sectores sociales, pero las dimensiones de este mercado hacen posible todavía que salgan muy buenos libros, de calidad, de los que merecen leerse. Algo que en España cada vez es más difícil de encontrar porque los que mandan en la industria editorial uniformizan las tendencias y emboban a la gente (recuerde el viejo dicho: un bobo emboba a cientos, si le dan lugar y tiempo). Olvídese de las críticas hechas a la medida por los medios afines a las editoriales, de los blogs actualizados por mujeres que no ven más allá del último libro de su saga favorita, de la autora de moda o de los que se recomiendan unas a otras con cegata miopía de lectoras con prejuicios y poco bagaje cultural todavía); olvídese de los libros que promocionan los medios de comunicación y las grandes editoriales como la “novela del año” o de la “década” o del “siglo”. Y olvídese del autor/a mediático guapo y sexy que además escribe que te caes de espaldas.
Si quita el marketing, la propaganda y la tontería femenina que tanto abunda ahora en el mundillo literario, no le quedan más que unos pocos libros actuales de calidad. De los escritos con pasión y talento a raudales. Saber identificarlos y elegirlos es una de las tareas que todo buen lector debe aplicarse hoy día si quiere leer algo digno y no perder el tiempo con basurillas literarias y otras inmundicias.

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Los clásicos que a todos nos gustan: Dickens, Twain, Johnson, Steinbeck, Jones, Mellville, Poe, Hall…Fueron todos best sellers en su día, pero best sellers de calidad que aún hoy sorprenden y gusta leer. De los best sellers actuales sólo un puñado bien pequeño serán clásicos en un futuro. Desde luego no muchos de los que hoy pueden encontrar en las listas más populares.
La precariedad que encontramos en tantos aspectos de la vida: laboral, salarial, relaciones sociales, familiares, íntimas, empobrecimiento de la calidad en productos, fabricación, etc, también tiene su reflejo en el panorama literario. Los gustos han decaído, la formación cultural de los lectores ha bajado a niveles subterráneos, la calidad de los libros también, el sector editorial se va al garete, y la gente deja de leer buenos libros (salvo algunos pocos), o deja de leer y se pasa a la rumba o el pasodoble (es un decir).
Es el panorama literario actual. Bienvenido al siglo XXI. Donde encontrar un buen libro será como encontrar un tesoro.

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