Semana Santa – Martes Santo
Pues que Yo perdí la vida,
hombre, por amor a ti,
¿tú qué perderás por mí,
hombre de mí tan amado,
que tan caro te compré
con sangre de mi costado,
que a tu causa derramé?
Y con todo, eso me fue
dulce por amor a ti:
¿tú qué perderás por mí?
Por sacarte de prisiones
nací entre dos animales,
y por remediar tus males
padecí entre dos ladrones.
Mis trabajos y aflicciones
y mi vida doy por ti:
¿tú qué perderás por mí?
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¿Por qué llevan al pastor
fatigado?
Por amor de su ganado.
A Jesús nuestro pastor
y nuestra luz,
llevan a tomar la cruz
por cayado.
Por amor de su ganado.
Por sacar a sus ovejas
de prisiones
es llevado entre sayones
maniatado.
Por amor de su ganado.
Anónimo
Nuestro Señor fue quebrantado por la muerte, pero él, a su vez,
la quebrantó, pasando por ella como si fuera un camino.
Salió cargado con la cruz, como la muerte deseaba,
pero desde la cruz gritó, llamando a los muertos a la resurrección.
El admirable hijo del carpintero llevó su cruz
a las moradas de la muerte que todo lo devoraban,
y condujo así a todo el género humano a la mansión de la vida.
Y la humanidad entera, que a causa de un árbol
había sido precipitada en el abismo inferior,
por otro árbol, el de la cruz, alcanzó la mansión de la vida.
En el árbol en que se había injertado un esqueje de muerte amarga,
se injertó luego otro esqueje de vida feliz,
para que confesemos que Cristo es Señor de toda la creación.
San Efrén
En el Evangelio del Martes Santo, Jesús anticipa a sus discípulos la traición de Judas y las Negaciones de San Pedro:
Juan 13,21-33.36-38
En aquel tiempo, Jesús, profundamente conmovido, dijo: «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar». Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía. Uno de ellos, el que Jesús tanto amaba, estaba reclinado a la mesa junto a su pecho. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía. Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó: «Señor, ¿quién es?». Le contestó Jesús: «Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado». Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo: «Lo que tienes que hacer hazlo en seguida». Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche. Cuando salió, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros: “Donde yo voy, vosotros no podéis ir”». Simón Pedro le dijo: «Señor, ¿adónde vas?». Jesús le respondió: «Adonde yo voy no me puedes acompañar ahora, me acompañarás más tarde». Pedro replicó: «Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti». Jesús le contestó: «¿Con que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces».
No todo es lo que parece
Durante la celebración de la Última Cena se produce un desencuentro profundo entre el Maestro y uno de sus discípulos, aquel que le iba a traicionar y entregar en manos de quienes estaban ya agazapados como alimañas, aguardando a dar el golpe mortal. Otro instante de tensión se produjo cuando Jesús frenó el impulso excesivamente optimista de Pedro, que en breve iba a negar conocerle. Esta es la historia de quien se entrega por completo a la causa del bien sin contar siquiera con el apoyo de aquellos que habían sido depositarios de sus enseñanzas. El desagradecimiento es muy vivaz.
Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra – Isaías 49, 1-6
Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos: Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo: «Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso.» Mientras yo pensaba: «En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas», en realidad mi derecho lo llevaba el Señor, mi salario lo tenía mi Dios. Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel -tanto me honró el Señor, y mi Dios fue mi fuerza-: «Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.»
Dios elige a Isaías, lo llama por su nombre y lo destina para que sea luz de las naciones y así su salvación alcance hasta el confín de la tierra. Dios le ha dado la Palabra como espada afilada para que siembre derecho y justicia. De él dice el Señor: «Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso». La obra de Dios se proyecta indefectiblemente como obra de salvación.
Ahora es glorificado el Hijo del Hombre.
Jesús es este Siervo, cuya luz alumbra a todo hombre que viene a este mundo. Hoy entra en la tragedia final de su vida con la traición de uno de los suyos. Todo el texto se escribe con una tensión enorme. Por eso Jesús exclama: «Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él». Su luz, ahora oscurecida, pronto volverá a alumbrar hasta los confines de la tierra.
Para Reflexionar:
· ¿Cómo vives la llamada de Dios en tu corazón?
· ¿Tu vida es luz de Cristo en tu casa y entre tus amigos?
· ¿Te toca vivir alguna traición? ¿Cómo la estás viviendo?
Hermana Glenda_Angelus_»A solas con Maria».
hermana glenda — no juzges
HERMANA GLENDA ENSEÑAME A ORAR
Se que no me dejaras – Hermana Glenda
HERMANA GLENDA SI CONOCIERAS COMO TE AMO
hermana glenda – porque tengo miedo
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