Semana Santa – Miércoles Santo
Padre de los cielos:
todos hemos vivido nuestros años de Nazaret:
hemos crecido en edad y sabiduría,
disfrutando del dulce calor y del secreto hogar.
Más tarde, un día pasamos todos por el Huerto de los Olivos,
el lugar del dolor y de las duras cruces.
Llega la hora de la prueba
en la que se hace tan difícil aceptar tu voluntad.
Quédate con nosotros en esa hora de angustia,
cuando nuestros amigos duermen y estamos solos.
Quédate en esos momentos
en que nuestra alma está triste hasta la muerte.
Envía tu ángel consolador
y enséñanos a decir como Jesús:
“Padre, hágase tu voluntad y no la mía”.
Godfried Danneels
Al fin rendido quisiera
poder decir cuando muera:
“Señor, ya no tengo nada
de cuanto tu amor me diera.
Todo lo dejé en la arada
en tiempo de sementera”.
José María Pemán
El Evangelio del Miércoles Santo continúa con la traición de Judas Iscariote, en este caso en relato de San Mateo:
Mateo 26,14-25
En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?». Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo. El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?». El contestó: «Id a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: “El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”». Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo: «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar», Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro: «Soy yo acaso, Señor?» El respondió: «El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido». Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: «Soy yo acaso, Maestro?». Él respondió: «Tú lo has dicho».
El silencio de Dios
La traición de Judas señala el punto de inflexión en la vida de Jesús que pasa de ser Maestro libre a convertirse, a los ojos de las autoridades y el vulgo, en un maldito que osó traspasar los límites de lo religiosa y políticamente correcto. La serenidad del Maestro ante estas circunstancias denota su madurez y el haber intuido que todo esto tenía que llegar porque así estaba establecido desde antiguo, porque ese era plan de Dios. A punto estaba de completarse su Pascua (opaso») personal, Y Dios parecía callar…
Contemplo la escena de la Última Cena en su crudo realismo y me estremezco. La sensibilidad no puede mantenerse inmune a esta terrible injusticia que se cernió sobre Ti, Maestro. Esta terrible historia de sufrimiento causada por la injusticia que sigue perpetuándose en nuestros días.
Dios es mi ayuda.
El Señor pone en labios del profeta una palabra de aliento y fortaleza para soportar los golpes de quienes le maltratan. «El me ha dado una lengua de iniciado para saber decir al abatido una palabra de aliento». En su persecución el Siervo de Yahvé siente que no tiene rival, porque Dios es su ayuda y nadie puede acusarlo culpable.
Mi momento está cerca. Deseo celebrar la Pascua con ustedes.
El evangelio nos anuncia ya de lleno la pasión del Siervo traicionado. Jesús manda hacer los preparativos de la Cena. Nadie lo puede detener en el deseo sincero de celebrar la Cena de1a despedida. «El Hijo del Hombre se va; pero ay de aquel que lo entrega!». Judas ya ha decidido ponerlo en manos de los sumos sacerdotes, aunque disimule compartiendo el pan que les ofrece Jesús. Entramos en el corazón de la Semana Santa.
Para Reflexionar:
· ¿Qué sentimiento brota en ti ante la actitud de Judas?
· ¿Te has sentido alguna vez Judas, con Cristo o con algún amigo?
· ¿Cómo puedes crecer en tu amistad con Jesús?
MATEO 26:14
Entonces uno de los doce, que se llamaba Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes,
26:15 y les dijo: ¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré? Y ellos le asignaron treinta piezas de plata.
26:16 Y desde entonces buscaba oportunidad para entregarle.
MARCOS
14:10 Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los principales sacerdotes para entregárselo.
14:11 Ellos, al oírlo, se alegraron, y prometieron darle dinero. Y Judas buscaba oportunidad para entregarle.
LUCAS
22:1 Estaba cerca la fiesta de los panes sin levadura, que se llama la pascua.
22:2 Y los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo matarle; porque temían al pueblo.
22:3 Y entró Satanás en Judas, por sobrenombre Iscariote, el cual era uno del número de los doce;
22:4 y éste fue y habló con los principales sacerdotes, y con los jefes de la guardia, de cómo se lo entregaría.
22:5 Ellos se alegraron, y convinieron en darle dinero.
22:6 Y él se comprometió, y buscaba una oportunidad para entregárselo a espaldas del pueblo.
JUAN
11:45 Entonces muchos de los judíos que habían venido para acompañar a María, y vieron lo que hizo Jesús, creyeron en él.
11:46 Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les dijeron lo que Jesús había hecho.
11:47 Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron el concilio, y dijeron: ¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchas señales.
11:48 Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación.
11:49 Entonces Caifás, uno de ellos, sumo sacerdote aquel año, les dijo: Vosotros no sabéis nada;
11:50 ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca.
11:51 Esto no lo dijo por sí mismo, sino que como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación;
11:52 y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos.
11:53 Así que, desde aquel día acordaron matarle.
11:54 Por tanto, Jesús ya no andaba abiertamente entre los judíos, sino que se alejó de allí a la región contigua al desierto, a una ciudad llamada Efraín; y se quedó allí con sus discípulos.
11:55 Y estaba cerca la pascua de los judíos; y muchos subieron de aquella región a Jerusalén antes de la pascua, para purificarse.
11:56 Y buscaban a Jesús, y estando ellos en el templo, se preguntaban unos a otros: ¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta?
11:57 Y los principales sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno supiese dónde estaba, lo manifestase, para que le prendiesen.
El Miércoles Santo es también el día en el que se reúne el Sanedrín, el tribunal supremo religioso judío, encabezado por Caifás, el sumo sacerdote Saduceo, que juzga y condena a Jesús a morir en la cruz.
Evangelio según San Mateo 26:3,57
26.1. Y sucedió que, cuando acabó Jesús todos estos discursos, dijo a sus discípulos:
26.2. Ya sabéis que dentro de dos días es la Pascua; y el Hijo del hombre va a ser entregado para ser crucificado.
26.3. Entonces los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron en el palacio del Sumo Sacerdote, llamado Caifás;
26.4. y resolvieron prender a Jesús con engaño y darle muerte.
26.5. Decían sin embargo: Durante la fiesta no, para que no haya alboroto en el pueblo.
26.6. Hallándose Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso,
26.7. se acercó a él una mujer que traía un frasco de alabastro, con perfume muy caro, y lo derramó sobre su cabeza mientras estaba a la mesa.
26.8. Al ver esto los discípulos se indignaron y dijeron: ¿Para qué este despilfarro?
26.9. Se podía haber vendido a buen precio y habérselo dado a los pobres.
26.10. Mas Jesús, dándose cuenta, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? Pues una «obra buena» ha hecho conmigo.
26.11. Porque pobres tendréis siempre con vosotros, pero a mí no me tendréis siempre.
26.12. Y al derramar ella este ungüento sobre mi cuerpo, en vista de mi sepultura lo ha hecho.
26.13. Yo os aseguro: dondequiera que se proclame esta Buena Nueva, en el mundo entero, se hablará también de lo que ésta ha hecho para memoria suya.
26.14. Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes,
26.15. y les dijo: ¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré? Ellos le asignaron treinta monedas de plata.
26.16. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregarle.
26.17. El primer día de los Azimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: ¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer el cordero de Pascua?
26.18. El les dijo: Id a la ciudad, a casa de fulano, y decidle: «El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos.»
26.19. Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua.
26.20. Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce.
26.21. Y mientras comían, dijo: Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará.
26.22. Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: ¿Acaso soy yo, Señor?
26.23. El respondió: El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará.
26.24. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!
26.25. Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: ¿Soy yo acaso, Rabbí? Dícele: Sí, tú lo has dicho.
26.26. Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: Tomad, comed, éste es mi cuerpo.
26.27. Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: Bebed de ella todos,
26.28. porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los pecados.
26.29. Y os digo que desde ahora no beberé de este producto de la vid hasta el día aquel en que lo beba con vosotros, nuevo, en el Reino de mi Padre.
26.30. Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos.
26.31. Entonces les dice Jesús: Todos vosotros vais a escandalizaros de mí esta noche, porque está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño .
26.32. Mas después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea.
26.33. Pedro intervino y le dijo: Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré.
26.34. Jesús le dijo: Yo te aseguro: esta misma noche, antes que el gallo cante, me habrás negado tres veces.
26.35. Dícele Pedro: Aunque tenga que morir contigo, yo no te negaré. Y lo mismo dijeron también todos los discípulos.
26.36. Entonces va Jesús con ellos a una propiedad llamada Getsemaní, y dice a los discípulos: Sentaos aquí, mientras voy allá a orar.
26.37. Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia.
26.38. Entonces les dice: Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo.
26.39. Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú.
26.40. Viene entonces donde los discípulos y los encuentra dormidos; y dice a Pedro: ¿Conque no habéis podido velar una hora conmigo?
26.41. Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil.
26.42. Y alejándose de nuevo, por segunda vez oró así: Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, hágase tu voluntad.
26.43. Volvió otra vez y los encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados.
26.44. Los dejó y se fue a orar por tercera vez, repitiendo las mismas palabras.
26.45. Viene entonces donde los discípulos y les dice: Ahora ya podéis dormir y descansar. Mirad, ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de pecadores.
26.46. ¡Levantaos!, ¡vámonos! Mirad que el que me va a entregar está cerca.
26.47. Todavía estaba hablando, cuando llegó Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo numeroso con espadas y palos, de parte de los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo.
26.48. El que le iba a entregar les había dado esta señal: Aquel a quien yo dé un beso, ése es; prendedle.
26.49. Y al instante se acercó a Jesús y le dijo: ¡Salve, Rabbí!, y le dio un beso.
26.50. Jesús le dijo: Amigo, ¡a lo que estás aquí! Entonces aquéllos se acercaron, echaron mano a Jesús y le prendieron.
26.51. En esto, uno de los que estaban con Jesús echó mano a su espada, la sacó e, hiriendo al siervo del Sumo Sacerdote, le llevó la oreja.
26.52. Dícele entonces Jesús: Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que empuñen espada, a espada perecerán.
26.53. ¿O piensas que no puedo yo rogar a mi Padre, que pondría al punto a mi disposición más de doce legiones de ángeles?
26.54. Mas, ¿cómo se cumplirían las Escrituras de que así debe suceder?
26.55. En aquel momento dijo Jesús a la gente: ¿Como contra un salteador habéis salido a prenderme con espadas y palos? Todos los días me sentaba en el Templo para enseñar, y no me detuvisteis.
26.56. Pero todo esto ha sucedido para que se cumplan las Escrituras de los profetas. Entonces los discípulos le abandonaron todos y huyeron.
26.57. Los que prendieron a Jesús le llevaron ante el Sumo Sacerdote Caifás, donde se habían reunido los escribas y los ancianos.
26.58. Pedro le iba siguiendo de lejos hasta el palacio del Sumo Sacerdote; y, entrando dentro, se sentó con los criados para ver el final.
26.59. Los sumos sacerdotes y el Sanedrín entero andaban buscando un falso testimonio contra Jesús con ánimo de darle muerte,
26.60. y no lo encontraron, a pesar de que se presentaron muchos falsos testigos. Al fin se presentaron dos,
26.61. que dijeron: Este dijo: Yo puedo destruir el Santuario de Dios, y en tres días edificarlo.
26.62. Entonces, se levantó el Sumo Sacerdote y le dijo: ¿No respondes nada? ¿Qué es lo que éstos atestiguan contra ti?
26.63. Pero Jesús seguía callado. El Sumo Sacerdote le dijo: Yo te conjuro por Dios vivo que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios.
26.64. Dícele Jesús: Sí, tú lo has dicho. Y yo os declaro que a partir de ahora veréis al hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo.
26.65. Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestidos y dijo: ¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia.
26.66. ¿Qué os parece? Respondieron ellos diciendo: Es reo de muerte.
26.67. Entonces se pusieron a escupirle en la cara y a abofetearle; y otros a golpearle,
26.68. diciendo: Adivínanos, Cristo. ¿Quién es el que te ha pegado?
26.69. Pedro, entretanto, estaba sentado fuera en el patio; y una criada se acercó a él y le dijo: También tú estabas con Jesús el Galileo.
26.70. Pero él lo negó delante de todos: No sé qué dices.
26.71. Cuando salía al portal, le vio otra criada y dijo a los que estaban allí: Este estaba con Jesús el Nazareno.
26.72. Y de nuevo lo negó con juramento: ¡Yo no conozco a ese hombre!
26.73. Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: ¡Ciertamente, tú también eres de ellos, pues además tu misma habla te descubre!
26.74. Entonces él se puso a echar imprecaciones y a jurar: ¡Yo no conozco a ese hombre! Inmediatamente cantó un gallo.
26.75. Y Pedro se acordó de aquello que le había dicho Jesús: Antes que el gallo cante, me habrás negado tres veces. Y, saliendo fuera, rompió a llorar amargamente.
Evangelio según San JuanJuan 18:13-14
1. Dicho esto, pasó Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, en el que entraron él y sus discípulos.
2. Pero también Judas, el que le entregaba, conocía el sitio, porque Jesús se había reunido allí muchas veces con sus discípulos.
3. Judas, pues, llega allí con la cohorte y los guardias enviados por los sumos sacerdotes y fariseos, con linternas, antorchas y armas.
4. Jesús, que sabía todo lo que le iba a suceder, se adelanta y les pregunta: «¿A quién buscáis?»
5. Le contestaron: «A Jesús el Nazareno.» Díceles: «Yo soy.» Judas, el que le entregaba, estaba también con ellos.
6. Cuando les dijo: «Yo soy», retrocedieron y cayeron en tierra.
7. Les preguntó de nuevo: «¿A quién buscáis?» Le contestaron: «A Jesús el Nazareno».
8. Respondió Jesús: «Ya os he dicho que yo soy; así que si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos.»
9. Así se cumpliría lo que había dicho: «De los que me has dado, no he perdido a ninguno.»
10. Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le cortó la oreja derecha. El siervo se llamaba Malco.
11. Jesús dijo a Pedro: «Vuelve la espada a la vaina. La copa que me ha dado el Padre, ¿no la voy a beber?»
12. Entonces la cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, le ataron
13. y le llevaron primero a casa de Anás, pues era suero de Caifás, el Sumo Sacerdote de aquel año.
14. Caifás era el que aconsejó a los judíos que convenía que muriera un solo hombre por el pueblo.
15. Seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Este discípulo era conocido del Sumo Sacerdote y entró con Jesús en el atrio del Sumo Sacerdote,
16. mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Entonces salió el otro discípulo, el conocido del Sumo Sacerdote, habló a la portera e hizo pasar a Pedro.
17. La muchacha portera dice a Pedro: «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?» Dice él: «No lo soy.»
18. Los siervos y los guardias tenían unas brasas encendidas porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos calentándose.
19. El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su doctrina.
20. Jesús le respondió: «He hablado abiertamente ante todo el mundo; he enseñado siempre en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he hablado nada a ocultas.
21. ¿Por qué me preguntas? Pregunta a los que me han oído lo que les he hablado; ellos saben lo que he dicho.»
22. Apenas dijo esto, uno de los guardias que allí estaba, dio una bofetada a Jesús, diciendo: «¿Así contestas al Sumo Sacerdote?»
23. Jesús le respondió: «Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?»
24. Anás entonces le envió atado al Sumo Sacerdote Caifás.
25. Estaba allí Simón Pedro calentándose y le dijeron: «¿No eres tú también de sus discípulos?» El lo negó diciendo: «No lo soy.»
26. Uno de los siervos del Sumo Sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dice: «¿No te vi yo en el huerto con él?»
27. Pedró volvió a negar, y al instante cantó un gallo.
28. De la casa de Caifás llevan a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse y poder así comer la Pascua.
29. Salió entonces Pilato fuera donde ellos y dijo: «¿Qué acusación traéis contra este hombre?»
30. Ellos le respondieron: «Si éste no fuera un malhechor, no te lo habríamos entregado.»
31. Pilato replicó: «Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra Ley.» Los judíos replicaron: «Nosotros no podemos dar muerte a nadie.»
32. Así se cumpliría lo que había dicho Jesús cuando indicó de qué muerte iba a morir.
33. Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el Rey de los judíos?»
34. Respondió Jesús: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?»
35. Pilato respondió: «¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?»
36. Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí.»
37. Entonces Pilato le dijo: «¿Luego tú eres Rey?» Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.»
38. Le dice Pilato: «¿Qué es la verdad?» Y, dicho esto, volvió a salir donde los judíos y les dijo: «Yo no encuentro ningún delito en él.
39. Pero es costumbre entre vosotros que os ponga en libertad a uno por la Pascua. ¿Queréis, pues, que os ponga en libertad al Rey de los judíos?»
40. Ellos volvieron a gritar diciendo: «¡A ése, no; a Barrabás!» Barrabás era un salteador.
Tengo sed de ti – Hermana Glenda
El señor es mi luz – Hermana Glenda
Hermana Glenda – Alianza De Amor Entre Tu Y Yo
Hermana Glenda Agua Viva