El águila calva estadounidense
Una de las historias de éxito de la recuperación de un animal en vías de extinción ha sido indudablemente la del águila calva estadounidense, que es además el emblemático símbolo nacional de Estados Unidos. Durante la década de los 60 estuvo a punto de desaparecer, pero gracias a los programas de repoblación y conservación cuenta hoy con una población en aumento. Lugares como Alaska y Florida son dos de los lugares donde encontramos núcleos de población más extensos.
Actualmente, se calcula que el águila calva, que es conocida también como águila americana o águila de cabeza blanca, cuenta hoy en día con 1.457 nidos activos en Florida, lo que representa un incremento del 9% respecto a los nidos que había en 2008, cuando la Comisión para la Conservación de la Pesca y Fauna (FWC) de Florida y el Centro Audubon implantaron un plan de recuperación de esta especie. Ahora, la población de águilas calvas en el estado de Florida se mantiene estable con una población adulta de unos 3.000 ejemplares. Una noticia extraordinaria que pone de relieve que las cosas se están haciendo muy bien. Estos datos cobran más importancia si los contrastamos con el número de nidos que había en 1973, cuando sólo se contabilizaron 88. Un avance muy considerable.
El águila calva (Haliaeetus leucocephalus) es extremadamente vulnerable a la cercanía del ser humano y estuvo a punto de desaparecer hacia 1963, cuando se contaron apenas 417 parejas en todo el país. Tras estos años aplicando los programas de repoblación hemos asistido a una recuperación muy significativa, especialmente en Florida, que es uno de los primeros estados en conservación de nidos activos de esta rapaz, por detrás de Alaska. Precisamente el extremo sureste del país, en Florida, es uno de los lugares favoritos del águila americana para criar.
Por todo ello ahora no sólo es el símbolo del país sino también del éxito de los programas de conservación y repoblación que se han puesto en marcha en Estados Unidos.
Una de las claves de este asombroso éxito ha sido en gran parte la detección de las potenciales amenazas que sufren estas aves y sus nidos, y evitarlos. Si bien, aún queda mucho trabajo por hacer en este sentido. Por ejemplo, el uso del peligroso pesticida DDT (hoy ya prohibido) fue una de las principales causas del declive del águila, que debilitaba y hacía que se rompiese la cáscara de los huevos bajo el peso de los ejemplares adultos que los incubaban.
Aunque el águila calva ha dejado de figurar en la lista de especies amenazadas, se encuentra protegida por la ley, de manera que es ilegal alimentarla o perturbarla y tampoco está permitido tener un ejemplar, sus plumas, nidos o huevos.
La rigurosidad y máxima profesionalidad en la conservación y la repoblación han sido esenciales para recuperar la especie y que hoy podamos disfrutar de esta águila de enorme belleza. Un éxito que debería trasladarse a otros programas de conservación de águilas en otros países que tienen especies muy amenazas, como el cóndor en Chile o el águila imperial en España, que no terminan de consolidar su recuperación debido a varios factores, entre ellos la escasez de fondos pero también la mala gestión de los programas existentes.