El Estado de la Unión según Obama
El presidente Obama, haciendo gala de su nuevo tono político más centrado, despachó el discurso del Estado de la Unión centrando sus objetivos en el gasto público, la educación, el liderazgo del país y la competitividad de la economía. Todo ello intercalado con algunas notas de optimismo y conciliación, en un discurso que fue interrumpido por los aplausos en 75 ocasiones durante el tiempo que duró.
Un discurso práctico y pragmático para unos tiempos duros, en el que apeló a «la libre competencia empresarial que estimula la innovación», una cualidad muy estadounidense. Obama centró su atención en la educación porque ésta es decisiva para el futuro de Estados Unidos, al igual que la inversión, la tecnología, las investigaciones científicas y las nuevas infraestructuras, que son vitales para mantener un liderazgo sometido a la competencia de países en plena expansión como China, Brasil e India.
Una idea básica dejó su discurso: «El futuro es nuestro para conquistarlo (…) Estados Unidos sigue siendo la mayor y más próspera economía del mundo». Pero hay que trabajar más y mejor para conservar ese liderazgo y la excelencia que siempre ha caracterizado a este país.
Pero esa idea central de «win the future» (ganar el futuro) ya la acuñó en 2007 el republicano Newt Gingrich en un libro que se titulaba así. El discurso no planteó todas las medidas que sería preciso adoptar para conseguirlo.
Para Obama el nuevo reto, «el momento Sputnik de nuestra generación», son los 100.000 nuevos profesores de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas como objetivo para 2015, que ayuden a mantener ese liderazgo y a impulsar de nuevo el número de licenciados universitarios al primer puesto.
Las ideas que expresó en este ámbito fueron de lo mejor y más acertado de su discurso, que también recogió otros retos importantes que tiene el país: deducciones fiscales para la educación universitaria, Internet inalámbrico de alta velocidad para el 98% de la población en cinco años, trenes de alta velocidad para el 80% de los estadounidenses en un plazo de 25 años, el fortalecimiento de la seguridad social «sin poner en riesgo a los actuales jubilados», la congelación del gasto público durante cinco años y dotarnos de un gobierno más económico y eficiente que nos permita resolver el problema de la deuda.
Obama echó mano de un optimismo moderado para afirmar que «Dos años después de la peor recesión que ninguno de nosotros haya conocido, los mercados rugen de vuelta, los beneficios corporativos están al alza y la economía vuelve a crecer. El año pasado el sector privado creó más de un millón de puestos de trabajo. Estamos listos para el progreso».
Pero aún queda mucho por andar y es un crecimiento que no está consolidado ni mucho menos, asediado precisamente por sus políticas de gasto público expansivo. Para el presidente demócrata los desafíos que tenemos por delante se resumen en que el gobierno sea más eficiente, que el Congreso apruebe una reforma del código fiscal y cierre las lagunas que ahondan el agujero presupuestario y que las petroleras acepten la pérdida de los subsidios para invertir esos «miles de millones de dólares» en investigaciones e incentivos «que puedan romper nuestra dependencia del petróleo y nos conviertan en el primer país con un millón de vehículos eléctricos en las carreteras para el 2015». Los inmigrantes también son parte de ese futuro al que Obama llama a conquistar.
Este discurso del estado de la Unión fue en apariencia esperanzador, pero con un mensaje de fondo ineludible: la necesidad de afrontar los retos planteados para que Estados Unidos mantenga el liderazgo mundial. Para enumerar los retos que tenemos enfrente, aludió a la época de la guerra fría, cuando la URSS lanzó el satélite Sputnik y parecía que iba a imponerse en la carrera espacial, pero fue un astronauta estadounidense quien pisó primero la Luna y el país se hizo con el liderazgo en la carrera espacial. La diferencia es que ahora la amenaza no viene de Rusia sino de China y no es política, sino económica.
Obama ha insistido en la capacidad de reacción que tienen los norteamericanos, recordó que Estados Unidos «llenó de coches las calles y de ordenadores las oficinas», además de ser el país de «Edison, los hermanos Wright, Google y Facebook» y repitió varias veces una lema: «Ganar al futuro». Es un concepto profundamente norteamericano, con el que se pueden identificar millones de ciudadanos en este país, y posiblemente uno de los legados de este discurso. Aunque quien lo acuñara realmente fue Gingrich en su libro.
También hizo especial hincapié en que para enfrentar estos desafíos, es necesario que demócratas y republicanos trabajen juntos. Lo hizo con una frase nada ambigua: «Avanzaremos juntos o no lo haremos».
Como no podía ser de otra forma, la economía ocupó el protagonismo del discurso, en contraste con la política exterior, de la que apenas dio algunas pinceladas, centradas en el fin de la guerra de Irak y el próximo de la de Afganistán, el anunció de su primera gira a América Latina, con escalas en Brasil, Chile y El Salvador, y una vibrante defensa de la revolución tunecina. Sólo en este punto Obama hizo una declaración básica, al hilo del tema, pero que todo presidente estadounidense debe realizar: «Estados Unidos está junto al pueblo de Túnez y apoya las aspiraciones democráticas de todo el mundo».
También mencionó entre sus logros en política exterior la firma y aprobación en el Senado de un acuerdo de desarme nuclear START con Rusia, así como los esfuerzos para garantizar la seguridad de los materiales nucleares en todo el mundo y las nuevas alianzas con países como India.
El discurso consiguió un índice de aprobación superior al del año pasado, un 91% en la CBS, el 84% en CNN y una media del un 52% frente al 48% del 2010, y supuso un llamamiento a olvidar divisiones partidistas y a recuperar la autoestima nacional. Obama hizo una referencia al principio del discurso al hecho de que los congresistas se hubieran sentado mezclados, como pidieron algunos que se hiciera tras la matanza de Tucson. Y es que el recuerdo del tiroteo estuvo muy presente en el Congreso. Republicanos y demócratas llevaron en su solapa lazos en blanco y negro en homenaje a las víctimas y el escaño de la congresista Gabrielle Giffords permaneció vacío. Junto a Michelle Obama estuvieron el marido de la congresista, el becario Daniel Hernández – que salvó la vida de Giffords- y la familia de la niña nacida el 11/S, Christina Green.
En suma, fue una intervención tranquila, llamando al espíritu emprendedor del país y a la unión nacional para sacar al país adelante, con palabras como estas: «Tenemos que innovar, educar y construir el resto del mundo. Tenemos que hacer de Estados Unidos el mejor lugar del planeta para los negocios. Tenemos que asumir la responsabilidad de nuestro déficit y reformar nuestro gobierno. Es la forma de prosperar».
En su nuevo papel de gran conciliador, el presidente elogió al nuevo portavoz de la cámara de Representantes, el republicano John A. Boehner, que representa a la perfección el sueño americano, diciendo que: «Empezó fregando el suelo del bar de su padre de Cincinnatti. Pero es el ejemplo de que en este país todo es posible».
Las medidas anunciadas se quedaron escasas, salvo esa congelación en el gasto en algunos programas nacionales, que reducirían la deuda en 400.000 millones de dólares durante los próximos diez años. Unos planes que, a la luz del gasto y la deuda, se quedan evidentemente cortos.
Estas fueron las propuestas principales del presidente Obama:
Innovación: Un incremento del dinero para investigación y desarrollo.
Educación: Formación de 100.000 profesores adicionales de matemáticas, ciencias, tecnología e ingenierías hasta 2020.
Infraestructuras ferroviarias: Priorizar la alta velocidad ferroviaria. En 25 años, el 80% de los ciudadanos tendrá acceso a tren de alta velocidad.
Racionalización de la burocracia: El gobierno debe trabajar de forma más eficiente.
Reducción del déficit: Reducción de 78.000 millones de dólares (57.000 millones de euros) en el presupuesto militar durante el próximo quinquenio. Congelar durante 5 años ciertos programas de inversión. Según las estimaciones, en la próxima década el país podría reducir el déficit en 400.000 millones de dólares. El déficit actual es de 1,5 billones de dólares.
Electricidad. En 2035 el 80% procederá de energías limpias.
Comunicaciones. En 5 años, el 98% podrá contratar Internet de alta velocidad sin cable.
Enseñanza superior. Volver al porcentaje más alto del mundo en licenciados en esta década.
Hacienda. Hacer permanentes las deducciones de 7.135 euros por cuatro años de universidad.
Movilidad. Un millón de coches eléctricos en 2015.
En estos retos nacionales hay tres sectores en los que España puede contribuir desde su actual posición: energías renovables, construcción y alta velocidad, tres áreas estratégicas.
Este tercer discurso de Obama sobre el estado de la Unión ha sido el del giro hacia el realismo pragmático, obligado por los resultados electores de las elecciones midterms, y un nuevo intento de conectar con las clases medias de este país y los independientes. También un posicionamiento evidente para abordar con mejores perspectivas la reelección en 2012.
El presidente plasmó en su discurso la transición entre una época marcada por una fuerte crisis económica y otra nueva época que se abre, en la que el país debe competir con sus mejores recursos para impulsar la supremacía de la que ha gozado durante más de un siglo.
El discurso fue en esencia un programa sobre cómo entusiasmar a los norteamericanos con el sueño que ha mantenido vivo a este país desde su fundación.
Un punto importante del discurso, apenas destacado en los medios, pero esencial para lograr todos los objetivos nacionales fue su insistencia en la defensa del derecho a pensar, argumentar y sentir diferente. Lo hizo así: “Por más que tengamos opiniones divergentes, creemos en la misma promesa que dice que este es un lugar donde uno puede tener éxito si se esfuerza. Por más que tengamos diferentes orígenes, creemos en el mismo sueño que dice que este es un país donde cualquier cosa es posible, independientemente de quién es, independientemente de dónde se viene”. Y realizó un acertado paralelismo con los militares: “Nuestros soldados provienen de todos los rincones de este país. Son negros, blancos, latinos, asiáticos e indígenas americanos. Son cristianos e hindúes, judíos y musulmanes”.
Un discurso del estado de la Unión ajustado a los tiempos que vivimos, con menos contenido retórico que otras veces, más directo, más conciliador, nada claro en cómo piensa lograr los objetivos que propuso, en los cuales tampoco profundizó demasiado, dejando lagunas importantes; estuvo elocuente, abandonó el tono prepotente y trató en todo momento de mirar con optimismo a 2012. También mantuvo una postura más orgullosa de su país que nunca, hasta el punto de que el discurso se convirtió en una defensa del liderazgo estadounidense. Obama se ganó a mucha gente en ese momento, pero el problema no son sus palabras, que suelen convencer, sino la poca credibilidad que transmiten sus políticas, las mismas que han ampliado el gobierno hasta límites mayúsculos y ampliado la deuda nacional, así como el incumplimiento de sus promesas. Es por eso que el discurso puede diluirse con el paso del tiempo, aun cuando muchos de sus objetivos son necesarios de alcanzar por el país y muy válidos.
Obama debe demostrar que él puede liderar las políticas que el país necesita, en eso se juega su reelección.
2011 State of the Union Address