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Semana Santa


La Semana Santa es la conmemoración anual que hace el calendario cristiano de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús de Nazaret. Un tiempo de intensa actividad litúrgica en las distintas confesiones cristianas.
Se inicia hoy, Domingo de Ramos, y finaliza el próximo Sábado Santo. Si bien, su celebración empieza a menudo el viernes anterior (Viernes de Dolores), y concluye oficialmente el Domingo de Resurrección.
Este tiempo, precedido por la Cuaresma, culmina en la Semana de Pasión en la que ahora entramos, y abre un nuevo período litúrgico, la Pascua.
Algunas de las celebraciones más importantes de la Semana Santa son las que recuerdan la institución de la eucaristía en el Jueves Santo, la Crucifixión de Jesús y su Muerte el Viernes Santo, y su Resurrección en la Vigilia Pascual en la noche del Sábado Santo al Domingo de Resurrección.
Durante la Semana Santa tienen lugar numerosas muestras de religiosidad popular a lo largo de todo el mundo, destacando las procesiones y las representaciones de la Pasión. España acoge algunas de las más importantes del mundo, verdaderas muestras de arte y devoción en la calle y las iglesias, como las procesiones de Valladolid, Zamora, Málaga y Sevilla, probablemente las mejores, aunque hay muy importantes procesiones en otras ciudades y pueblos.

Triduo Pascual
Los días más importantes de la Semana Santa son los que forman el denominado Triduo Pascual: Jueves Santo, Viernes Santo (en el que se conmemora la muerte de Cristo), y Sábado Santo, en el que se conmemora a Cristo en el sepulcro. También es importante la víspera del Viernes, el Jueves Santo, día en el que la Iglesia Católica conmemora la institución de la Eucaristía. En los oficios de ese día se reserva el Santísimo Sacramento en un lugar que se prepara en la iglesia, llamado monumento, hasta el oficio del día siguiente, permitiendo a los Fieles la Adoración personal o comunitaria al Santísimo Sacramento durante un momento o toda la noche, según la costumbre de cada lugar.
La celebración de la Semana Santa es variable, y depende de la fecha en que se celebre la Pascua Judía.

Un poco de Historia:
A principios del siglo IV, en la cristiandad había gran confusión sobre cuándo debía celebrarse la Pascua cristiana o Pascua de Resurrección, para conmemorar el aniversario de la resurrección de Jesús de Nazaret. Por aquel entonces habían surgido numerosos grupos de practicantes que utilizaban cálculos propios. Ya en el Concilio de Arlés (en el año 314), se obligó a toda la Cristiandad a celebrar la Pascua el mismo día, y que esta fecha debería ser fijada por el Papa, que enviaría epístolas a todas las iglesias del orbe con las instrucciones necesarias. Sin embargo, no todas las congregaciones siguieron estos preceptos. Es en el Concilio de Nicea (en el año 325) cuando se llega a una solución para este asunto. Allí se estableció que la Pascua de Resurrección debía ser celebrada cumpliendo estas normas:
_Que la Pascua se celebrase en domingo.
_Que no coincidiese nunca con la Pascua judía, que se celebraba independientemente del día de la semana. (De esta manera se evitarían paralelismos o confusiones entre ambas religiones).
_Que los cristianos no celebrasen nunca la Pascua dos veces en el mismo año. Esto tiene su explicación porque el año nuevo empezaba en el equinoccio primaveral, por lo que se prohibía la celebración de la Pascua antes del equinoccio real (antes de la entrada del Sol en Aries).
De todas formas, siguió habiendo diferencias entre la Iglesia de Roma y la Iglesia de Alejandría, aunque el Concilio de Nicea dio la razón a los alejandrinos, estableciéndose la costumbre de que la fecha de la Pascua se calculaba en Alejandría, que lo comunicaba a Roma, la cual difundía la fecha al resto de la cristiandad.
Finalmente, fue Dionisio el Exiguo (en el año 525) quien desde Roma convenció de los beneficios del cálculo alejandrino, unificándose al fin el cálculo de la pascua cristiana.
La Pascua de Resurrección es el domingo inmediatamente posterior a la primera Luna llena tras el equinoccio de primavera, y se debe calcular empleando la Luna llena eclesiástica; sin embargo, ésta casi siempre coincide con la Luna llena astronómica, de modo que para efectos de cálculo es generalmente válido emplear la más tradicional definición astronómica. Por ello puede ser tan temprano como el 22 de marzo, o tan tarde como el 25 de abril.


Con el domingo de Ramos comenzamos la celebración de esta nueva Semana Santa. Es el preludio que anuncia la celebración del citado triduo pascual, la pasión, muerte y resurrección del Señor. La bendición y la procesión de las palmas nos recuerda la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, y la acogida entusiasta que tuvo por parte de la gente sencilla. Con la procesión de Ramos actualizamos aquel acontecimiento y también aclamamos y acompañamos al Señor con sentimientos de entusiasmo y alegría, reconociéndolo como el Mesías Salvador.
En la celebración eucarística de hoy proclamaremos la pasión y, de esta manera, quedan unidos los dos aspectos del misterio pascual: la muerte y la resurrección. La entrada de Jesús en Jerusalén es su presentación pública como Mesías. Será aclamado y bien acogido por las gentes humildes mientras que los dirigentes religiosos lo censuran. Llega como Mesías, consciente que ha de llevar a cabo la misión que el Padre le ha encomendado y que sólo por la cruz llegará a la gloria de la resurrección.
La Cruz es un poderoso signo de la encarnación de Dios en la vida de los hombres y en sus sufrimientos. La Cruz sin el crucificado, o sea, sin Jesús, indica la esperanza de la resurrección y de la vida eterna en la comunión de los santos.
La Cruz es la suprema manifestación del amor de Dios. Sin embargo, la Cruz de Jesucristo es un gran misterio, indescifrable para algunos, sabiduría de Dios para los creyentes y llamados. La Revelación nos permite adentrarnos en las claves de este gran misterio.
Es el símbolo de sufrimiento extremo, pero también del camino hacia la redención. La Cruz simboliza la misión de anunciar al mundo el amor del Padre y de proclamar que sólo en Cristo se encuentra la salvación de los hombres, la auténtica paz, la felicidad para uno mismo y para el prójimo.
La muerte de Jesús en la cruz significa sacrificio porque antes lo ha sido su vida entera, libremente entregada y sacrificada por y para los hombres.
El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido sino a servir y dar su vida como rescate por muchos” (Mc 10,45). Su acto de dar la vida es la culminación de lo que ha sido su trayectoria vital: entregarse en totalidad a los demás: “Yo doy mi vida… Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente” (Ju 10, 17-18).
El misterio y la devoción de la Semana Santa ha empezado.




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