Riesgos, colapsos y catástrofes
Desde hace poco más de un año funciona en el seno de la comunidad de inteligencia de Estados Unidos una unidad de alto nivel, con profesionales de distintos ámbitos, dedicada a valorar los riesgos que pueden derivar en catástrofes naturales, ataques cibernéticos, desarrollo de inteligencia artificial con fines bélicos o de control social, bioterrorismo, escasez de alimentos, pandemias, contaminación del agua y el aire, y cambio climático, entre otros. Como ven, la panoplia completa que produciría un colapso general.
A las catástrofes naturales, que van a seguir en aumento en más lugares y afectando a millones de personas, se ha unido el creciente riesgo de catástrofes provocadas por las nuevas tecnologías digitales, con su enorme capacidad de ataque y poder de control social.
El trabajo de esta unidad de elite consiste en detectar estas amenazas, plantear escenarios creíbles y proponer soluciones y planes de emergencias eficaces para dar respuesta a un sinfín de situaciones de pánico y catástrofes.
Hoy por hoy los desastres que aparecen en el horizonte son potencialmente tan devastadores que necesitamos hacer una excelente prevención y gestión de emergencias para no caer en una situación de desastre mundial que podría traer serias consecuencias: más crisis económica y problemas sanitarios y humanitarios.
Como resultado de este trabajo en equipo, que aún prosigue y seguirá siendo una prioridad en años venideros, se ha elaborado una lista de catástrofes con altas probabilidades de ocurrir y que pondrían a millones de personas en graves situaciones, con una devastación importante de amplias zonas del planeta. Los riesgos ya están ahí, las soluciones que se plantean desde la inteligencia estadounidense empiezan a llegar también a los círculos de decisión. Será fundamental que se logren aprobar muchas de estas soluciones porque riesgos como el bioterrorismo, los huracanes, las inundaciones, y el ciberterrorismo, están aquí y se van a hacer realidad con efectos letales.
Los escenarios de catástrofes, naturales y tecnológicas, son más realistas de lo que la población percibe, y es una labor pedagógica y de concienciación que los responsables debemos realizar de forma inaplazable. Todas las estructuras de poder político y económico, los sistemas financieros, de suministro energético, las telecomunicaciones o Internet, están interconectadas hasta límites que las convierten en vulnerables. Ante una catástrofe, sea de la índole que sea, puede producirse una situación de devastación considerable con resultados de miles de muertes y millones en pérdidas económicas.
Los conflictos por el control de los recursos naturales, el agua y el acceso a la tecnología ya se están produciendo, no es ficción ni cosa del futuro, pero las guerras y situaciones de emergencia que provocarán nos esperan a la vuelta de la esquina. Son amenazas que un público y clase dirigente incrédulos no toman aún suficientemente en serio, pero que desde Estados Unidos sí estamos trabajando para evitar que se hagan realidad o plantear soluciones cuando llegue el momento.