La sociedad feminidiotizada
El sexismo y discriminación de las feministas, que ya forman uno de los lobbys globales más influyentes y menos democráticos que existen, está llegando a unos límites esperpénticos, de tal modo que atacan a degüello todo aquello que hacen los hombres que se atrevan a usar la libertad de expresión o de comportamiento para denunciarlos como machistas, misóginos, excluyentes, sexistas, macarras, chulos y todo lo que se les ocurra. No importa que sea falso y esté lejos de la realidad, no importa que determinados comportamientos y opiniones estén amparados por la libertad, la democracia, el respeto ajeno y el hecho de que cada uno vive la vida como quiere. Pues no. La idiotez y la estupidez del feminismo radical, que además es tolerado e impulsado de forma general por los medios de comunicación en un afán de congraciarse y mostrarse más modernos que nadie, provoca situaciones injustas, de abierta censura, de discriminación hacia los hombres y que ya pasan del absurdo. Incluso algunas intelectuales feministas de referencia lo reconocen en público, como es el caso de la filósofa estadounidense Camille Palia, que denuncia abiertamente el uso extensivo y abusivo del victimismo por parte de las mujeres para lograr ventajas de todo tipo en lugar de actuar libre y responsablemente, como ya se puede hacer perfectamente.
Este victimismo femenino que encaja con el discurso de lo políticamente correcto e impulsado por el lobby feminista es lo que impregna las sociedades actuales, utilizado como arma arrojadiza o palanca para impulsar leyes, nuevos comportamientos y cánones sociales. Es lo que viene sucediendo reiteradamente en los últimos tiempos por todas partes. El caso del doctor en Física Matt Taylor, que llevaba puesta una camisa con chicas ligeras de ropa y muy sexys durante el aterrizaje de Philae en el cometa, un logro histórico del que es responsable y al que las desquiciadas feministas han atacado llamándole sexista y machista, incluso hasta hacerle pedir disculpas entre lágrimas, ilustra muy bien ese comportamiento que entra de lleno en la censura, la sumisión a un pensamiento feminidiotizado que trata de que todo se mueva dentro de lo políticamente correcto aceptado por el radicalismo feminista, que no es más que odio a lo masculino, defensa de la discriminación a favor de las mujeres (siempre a su favor, nunca discriminación positiva a favor del hombre), y todo disfrazado de progresismo, falsa igualdad llena de ventajas para las mujeres y aceptación del dogma feminista como si fuera la palabra sagrada.
¡Venga ya! A otro perro con ese hueso, chicas. El caso de Matt Taylor es uno más de la lista de los ataques furibundos que tratan de llevar la agenda feminazi a toda la sociedad y en todas partes, o lo que es lo mismo: el odio y la discriminación a lo masculino y al comportamiento viril, que tratan de diluir en todos sus aspectos. Ya sabemos que los feministos, tontos útiles, metrosexuales, y otras especies análogas les vienen bien por su falta de criterio, cobardía y nulo compromiso ideológico.
Otro caso de la idiotez feminista que se extiende como una mancha y que también ha dado mucho que hablar, ha sido el caso de Gala León al ser nombrada capitán de la selección española de tenis de la Copa Davis. Si los jugadores tuvieran un mínimo de lo que hay que tener se negarían a jugar mientras mantengan al frente a esta mujer. Un boicot justificado que todo jugador debería mantener. ¡Vamos, Rafa! Da un paso más al frente, que vas bien. Sus declaraciones al respecto de este tema están llenas de sentido común. Otra tontería feminista la encontramos en las declaraciones de Ángeles Carmona, del Observatorio de Violencia Doméstica (en España, sí, de verdad, existen estas cosas donde se gasta el dinero de los impuestos de los españoles para mantener a esta gente), acerca de los piropos como exponentes de la cultura machista, de «cosificar» a la mujer y su defensa a ultranza de una sociedad feminizada y cada vez más light; declaraciones que entran directamente en el terreno de la idiotez intelectual y el radicalismo de género más rancio. O el uso de unas declaraciones del exministro Arias Cañete, en plena campaña electoral de las elecciones europeas, para acusarlo de machista por parte de la socialista Elena Valenciano (en las que además llevaba más razón que un santo). O el caso de las camisetas para adolescentes con la frase «Entrenando para ser la mujer de Batman», que desató la polémica en Estados Unidos, acusada por una supuesta connotación sexista. O el caso del boicot a las camisetas de Disney por llevar los eslóganes en sus camisetas de Los Vengadores y de Iron Man con el mensaje para niños: «Sé un héroe» y para las niñas «Necesito un héroe» o «Yo sólo beso a héroes», que es algo que entra perfectamente en la libertad de expresión de una empresa privada, de lo que puede y le da la gana hacer, y que entronca con cánones sociales tradicionales que además son intrínseca y biológicamente adecuados. Porque, por más que se empeñen las feminazis y toda esta ralea, la ideología no se va a imponer a la biología.
De estas campañas que coartan la libertad ajena de forma estúpida también ha habido casos en España. Por ejemplo, los supermercados españoles Hipercor, pertenecientes a El Corte Inglés, retiraron unos bodies para bebés por sus lemas para modelos, uno azul para los niños, en el que se leía, «Inteligente como papá» y otro en color rosa para las niñas con la frase «Bonita como mamá». O sea, algo normal, pero que levanta ampollas en las radicales furibundas de ideología de género. No olviden tampoco el intento de sabotear e impedir la venta del libro «Cásate y sé sumisa» (que recomiendo a muchas mujeres, cargado de verdades), de la periodista italiana Costanza Miriano. ¡Ánimo, Costanza, a por la segunda parte! Y que refleja lo inquisidoras que son en el fondo estas feministas radicales.
Son muchos los casos de este feminismo fanático que intenta arrinconar a los hombres con comportamientos y opiniones masculinas en la sociedad, por eso es necesario que cada vez más voces, de hombres y mujeres sensatos y libres, levanten la voz para denunciar tanta tontería junta sin miedo a que lo tachen a uno de machista, misógino y otras bobadas que se les ocurran.
Este feminismo que invade todo, con la aquiescencia de algunos gobiernos en el poder, es malsano, intolerante y juzga todo lo que se sale de sus parámetros miopes, dictando lo que está bien y lo que está mal, lo que hay que opinar, cómo hablar, comportarse o vestirse. Es pura ingeniería social condenada al fracaso porque choca contra la libertad individual, la biología y se equivoca de medio a medio.
Lo dicho: fanatismo ideológico puro y duro al servicio de los intereses de las mujeres (por eso tantas callan con cobarde y desvergonzada complicidad). Es el momento de luchar contra este movimiento ultrafeminista y radical, que ya ha adquirido tintes peligrosos y que conlleva una inmensa miseria moral, como está histórica y documentalmente demostrado.
Frente a este feminismo fanático y anti masculino, hace falta más libertad de expresión, de conducta, de opinión y de una libertad no censurada ni manipulada por las defensoras de las cuotas, la discriminación positiva y defensoras acérrimas de una sociedad feminidiotizada cada vez más, sobre todo en España. Afortunadamente, la sociedad estadounidense resiste este embate radical.
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