No sin mi offshore
Noticias como las referidas a los papeles de Panamá son útiles por razones distintas a las que desearían quienes impulsan este tipo de filtraciones de información, que vulnera todo la legalidad internacional sobre protección de datos. Una vulneración que puede conllevar serias medidas legales contra los medios que han ventilado la información. Pero ése es otro tema.
Lo que nos ocupa ahora es que gracias a este tipo de noticias, podemos defender una vez más la existencia de los refugios fiscales frente a los infiernos fiscales y confiscatorios de la riqueza de las personas en que se han convertido buena parte de los países occidentales. Y no me vengan con aquello de que esos impuestos son para pagar educación, sanidad, pensiones, etc. Porque lo cierto es que esos servicios públicos y algunos más están perfectamente financiados con muchos menos impuestos de los que se cobran actualmente en la mayoría de los países ricos. El resto del dinero de sus impuestos se va en financiar gastos que nada tienen que ver con la eficacia del estado: en corruptelas, desvíos de fondos a intereses particulares, subvenciones de todo tipo totalmente prescindibles y un sinfín de partidas presupuestarias que bien se pueden eliminar.
Ante este panorama, en el que los gobiernos meten descaradamente la mano en el bolsillo y las cuentas de los ciudadanos para saquear su dinero duramente ganado, es lógico que las personas recurran a aquellas herramientas legales, como las sociedades off shore, para reducir el impacto de los impuestos en su riqueza personal. No sólo es legal, sino que también es moralmente aceptable.
Lo hacen las personas con un dinero y un patrimonio que proteger, pero también las empresas de todas partes, sobre todo las grandes corporaciones, que necesitan rentabilizar sus beneficios.
Los países más avanzados, Estados Unidos y el Reino Unido, son de hecho grandes protectores y beneficiados de los refugios fiscales, que son territorios que ejercen su legítimo derecho a establecer el sistema regulatorio, fiscal y financiero que consideran más oportuno para sus intereses. La competencia fiscal que ejercen a nivel internacional es positiva porque desde estos centros financieros las inversiones a nivel mundial son más fluidas y prósperas. Además de incentivar la creación de riqueza, algo que cada vez se persigue más en los países occidentales mediante impuestos abusivos, cuando no «robos» descarados.
Desde hace décadas los territorios off shore han sido y son refugios fiscales que contribuyen a un mundo más próspero y a que los estados que devoran la riqueza de sus ciudadanos se vean sometidos a una sana competencia fiscal y financiera que evita que medio mundo quede desplumado y a merced de cuantos derrochan el dinero de los impuestos.
Sólo cabe esperar que las naciones que siempre han garantizado la existencia de los refugios fiscales, Estados Unidos y Reino Unido, merced a las leyes financieras anglosajonas, sigan dando cobertura legal y financiera a los territorios off shore. Porque un mundo off shore es mejor que un mundo gobernado por los que se dedican a esquilmar a los ciudadanos con impuestos desmesurados y artificialmente elevados.
Nunca debemos olvidar esta lección histórica: los capitales siempre huyen del robo y la estafa de los estados ávidos de expoliar el dinero de los trabajadores y las empresas más allá de lo que dictan unos impuestos razonables para mantener un estado del bienestar moderno y funcional.
Quien no quiera refugios fiscales, lo tiene fácil: que defienda impuestos bajos en sus países, no impuestos de expolio. O, de lo contrario, el dinero seguirá fluyendo a territorios fiscalmente más atractivos y las empresas y las personas gritarán aquello de: ¡No sin mi off shore!